14 mayo 2007

Las cuentas de correo gratuitas

¿Berrinche o pensamiento económico? He ahí la cuestión. Después de tantos años... ¿por qué no se había tomado esta decisión antes? ¿qué había cambiado en mi empresa o en mi entorno para que ahora sí fuera válido?
Al poco tiempo de la llegada del acólito, la empresa adquirió un dominio de internet. Con ello se conseguía la tan preciada presencia en la red. Teniendo en cuenta de que se trataba de una empresa de informática y estábamos en pleno crecimiento de la burbuja tecnológica, se hacía obvia la necesidad de tener una página web corporativa. Este hecho abrió una nueva rama de negocio dedicada a la venta de dominios y hospedajes. Teníamos una considerable cartera de clientes, de los cuales muchos eran empresas. El negocio estaba asegurado. La novedad y la verborrea del acólito permitirían convencer a muchos de las ventajas de Internet. Pero ¡vaya!, se me ha olvidado contar con el "factor jefe" en toda esta historia.
Hace unos meses les mostré un ejemplo del factor jefe en la caja. aún más. Otra aplicación de esta disciplina es la de los recursos gratuitos, es decir, dar servicios a coste 0 con la esperanza de que algún día te devuelvan el favor, por ejemplo invitándote a comer. La mayoría de los favores que hacía mi jefe tenían un único interés, que era el propio gerente. La empresa era algo secundario. Daba igual, los pringadillos cobraban poco y encima no se les pagaba las horas extraordinarias, por lo tanto, la empresa no perdía en el trato. De esta manera, y para promocionar aún más la nueva rama de negocio de la organización, mi jefe se dedicó a ofrecer cuentas de correo gratuitas a muchos clientes (clientes VIP). No me parece mal. Muchas de ellas no eran simples cuentas personales, sino cuentas de correo de empresa. Esto es un poco contradictorio, puesto que las empresas podrían pagarse sus propios dominios y hospedajes. Pero así era. Algunas empresas usaban nuestras cuentas gratuitas para sus negocios.
Pasaron los años y esas empresas no sólo no dejaban de usar las cuentas, sino que muchas de ellas ya había perdido la relación con nosotros. Muchos clientes también habían perdido la relación, pero seguían manteniendo sus alias y sus correos. Nuestro negocio iba mal y había que buscar dinero como fuera, así que alguien tuvo una buena idea o trató de que no "abusaran" más de él. Para ello se me encargó la recopilación de toda la información. Tenía que saber que mails estaban siendo utilizados y cuales no, para borrarlos. A quienes los utilizaran, les enviaríamos una carta para anunciarles la eliminación de la misma, ofreciéndoles a cambio un dominio y un hospedaje de internet a bajo coste. Se trataba de hacer una limpia completa. Mi jefe sólo quería que los empleados (a nivel interno) y algunas personas tuvieran cuentas de Acme S.A. Se les iba a acabar el chollo a muchos espabilados ;). La paradoja de todo esto es que esas cuentas fueron ofrecidas gratuitamente sin periodo de caducidad, ni avisos de posibles pagos futuros por su uso o extinción de las mismas. Se les ofreció con todas las garantías de una empresa seria y no como algo lúdico o informal. Si las cosas no salieron como mi jefe imaginaba con algunos de sus clientes, tampoco era para quejarse, como lo hacía él.
El trabajo no llegó a plasmarse de ninguna forma. Cuando tenía hechas todas las previsiones de cuentas a borrar, cartas a enviar y resto de formulismos, cogí vacaciones. Al volver, la otra persona que iba a ayudarme con el tema había dejado la empresa y el acólito número 1 también lo haría. La idea se quedó dentro de una carpeta dentro de un cajón, lo cual me libró de tener roces con clientes, puesto que todo este proyecto sólo tenía una cara visible, y era la mía.

13 mayo 2007

No me hagas esperar

Comenté en alguna entrada anterior que prefería dejar el coche lejos de la empresa cuando iba a trabajar. Lo suficiente para ir dando un paseo hasta el trabajo, e ir despejándome. Una de las razones que me impulsaba a ello era conseguir aparcamiento rápidamente. Cerca de la empresa era difícil y si luego me tenía que poner a dar vueltas se me haría tarde. No pensaba entrar a trabajar ni un segundo después de las 8, pero tampoco ni un segundo antes. Por ese mismo motivo tampoco pensaba trabajar ni un segundo después de la hora de salida. Durante demasiados años trabajé de 1 a 8 horas más, y esa etapa en la empresa había quedado atrás, teniendo en cuenta que por ese esfuerzo que realizaba, el jefe me llamó LADRÓN delante de compañeros y clientes. Además fui tachado de vago y ocioso. Todo un ejemplo de incentivo y apoyo del negocio hacia sus empleados.
Al volver del trabajo, no solía regresar sólo. Una de mis compañeras de trabajo vivía en un pueblo próximo al mío. Como no suponía un rodeo demasiado grande, la alcanzaba hasta su casa. Esta compañera era la coordinadora y programadora principal. Tenía cierta afinidad con mi jefe, porque se conocían mucho antes de que ella empezara a trabajar. Por esta razón, pienso, no era tan crítica con el jefe como lo podíamos ser los demás. Trabajaba mucho en su casa, sin remuneración alguna, y el jefe le echó más de una bronca sin sentido, las cuales eran las favoritas del gerente.
Cuando no había dinero, a mi jefe se le acababa la chulería. Se crecía con el vil metal y se retraía al no disponer de él. Un ejemplo claro de esta dualidad fueron los trabajos forzados que nos obligaron a desempeñar en el verano de 2004. Por esta fecha estaba entrando mucho dinero fácil a la empresa, lo cual produjo un incremento de la prepotencia de mi jefe. Pero todo esto había cambiado. Ahora teníamos problemas de pagos y una situación económica lamentable. Mi jefe había dilapidado todos los fondos. Ya no ordenaba despóticamente. Ahora casi suplicaba. A causa de este motivo, se le veía poco. Pasaba mucho tiempo en su despacho e intentaba no acercarse a los empleados, sobre todo al área de programación, porque sólo recibía miradas incómodas y comentarios agrios. De vez en cuando iba al despacho de la coordinadora y parte de las veces cerraban la puerta para que no se oyera la conversación. Luego, raudo, volvía a su cubil tratando de esquivar a sus acreedores.
No conozco la razón. Tal vez se aburría durante tanto tiempo y buscaba a alguien con quien hablar, tal vez porque no quería que los demás escucharan sus palabras, tal vez porque con la empresa vacía era más fácil acercarse al despacho de la coordinadora sin sentirse culpable... El caso es que cuando estábamos a punto de irnos, venía y se ponía a conversar con la compañera. No 2 ó 5 minutos, sino 10, 15, 20... Al principio lo dejé pasar. Me molestaba porque yo no quería estar ni un segundo más en aquella empresa, pero entendía que a lo mejor eran asuntos importante. Aquello se fue convirtiendo en costumbre, como todo aquello que le beneficiaba a mi jefe. Lo que no le convenía, no se convertía en costumbre, aunque fuera muy legítimo. Después, ya no me importaban esos asuntos, quería irme y si ella prefería coger el bus para regresar a su casa, que lo hiciera. Parece que mi compañera se empezó a dar cuenta y las conversaciones empezaron a ser en la puerta de la calle. Me daba igual, empezaba a caminar para obligarla a terminar la tertulia. Me seguía, pero el jefe también iba en la misma dirección y la conversación continuaba en la calle. Al final dejé de aparcar en esa zona y busqué otra que estuviera en otra dirección, así salía rápido a las tres con la coordinadora tras mis pasos. Entendieron la indirecta. Aquello se había convertido en una tomadura de pelo y en una falta de respeto por parte de mi jefe, que sabía que yo llevaba a la programadora a la casa. Bastante tiempo había en las horas de trabajo para hablar de todo lo que quisieran, para ponerse a conversar a última hora. Si ella quería perder su tiempo, que lo hiciera, pero el mío, desde luego que no. Ya que le hacía un favor, lo menos que podía hacer era salir puntual.

12 mayo 2007

La caida del acólito número 1 (II)

En el anterior capítulo de esta obra trágico-dramática, habíamos dejado al acólito número 1, degradado en sus funciones y en su puesto. Según mi jefe (hay que tomarse con cierto recelo sus palabras debido a su alto nivel ilusorio e imaginativo) el acólito estaba advertido. Se le había concedido una segunda oportunidad para que reparase todo el daño infligido y se portara como buen chico, es decir, que primero que nada debía respetar a la acólita número 2 como único ser omnisapiente y onmireflexivo de la empresa. Cualquier cuestionamiento de su trabajo, de sus actitudes y aptitudes estaba penado con el destierro para el populacho (trabajadores excepto la coordinadora) y con la pena de "despido voluntario" para los desterrados. Puesto que no quedaban pringadillos y el quedaba, un servidor, tenía una función imprescindible en ese momento (no quejarme mucho por no cobrar), se había dejado en suspenso la pena de humillación y mancillamiento.
El destierro del acólito no sólo fue duro para él, sino también para aquellas con quienes compartía espacio laboral, las cuales a parte de llevarse mal con él (alguna), además tendrían una existencia muy disciplinada debido al alto grado de intrusión que tenía el exiliado en asuntos que no le concernían. Entrar por la puerta de la empresa y ver la cara de todos era una visión realmente empobrecedora. Mientras tanto él seguía con sus tareas, fueran las que fueran, sin perder su cara de póker, con la que escondía perfectamente su estado de ánimo.
Pasaron pocos meses, y sorpresivamente un día, dejó la empresa. Fue así, repentinamente, como me llegó la noticia. Como siempre yo era el último pato en enterarse de las cosas. Aquello fue lo más grande que había ocurrido nunca en mi empresa. Lo nunca visto. Lo nunca creído. Lo nunca especulado. El acólito número 1 había caído, ¿cuánto faltaba entonces para la caída de la empresa? ¿días, semanas? ¿quién iba a llevar ahora las riendas de la empresa? Mi jefe, que durante tanto tiempo había estado al margen de los temas laborales, por los cuales no se interesaban si no le reportaban dinero rápido o inclusión en ambientes selectos, se tenía que ocupar ahora de todo. Aquello se desmoronaba como un castillo de naipes, cada vez más rápido y nada ni nadie podía pararlo.
Como todas las grandes historias, hubo 2 versiones: la del vencido y la del vencido (aquí no ganaba nadie). El acólito número 1 dijo que él se había ido voluntariamente tras llegar a un acuerdo con el jefe. El jefe dijo que la empresa le había dado muchas oportunidades al acólito y que éste no había respondido, por lo cual había sido despedido. Prefiero creer la primera versión de los hechos, porque a estas alturas mi jefe amparaba su discurso en la mentira, en la mayor parte de las ocasiones. Además mi jefe nunca podía quedar mal, él siempre era la víctima. Cuando el acólito dejó la empresa, mi jefe solía decir que la empresa iba mal porque "le habían echado tierra en los ojos", expresión usada para dar a entender que le había engañado. Por otro lado, el gerente, también solía decir que era muy listo y perro viejo. Yo me pregunto: "si era tan listo y tan perro viejo, ¿cómo es que un niñato de menos de 30 años le había engañado?". Algo no me cuadra en toda esta historia.
El tema daba para más. No sé a que clase de acuerdo o desacuerdo llegarían de puertas para adentro, pero de puertas para afuera se convirtió en una denuncia por impagos o por despido improcedente. Lamentablemente el acólito también había sucumbido a la mala suerte, y al parecer su abogado denunció fuera de plazo, con lo que la empresa se libró de otra sangría económica más allá de las que ya tenía. En las posteriores denuncias, mi jefe nunca acudió a los actos de conciliación, excepto al último, pero eso es otra historia.
En sólo unos meses, la moneda había cambiado de cara. Todo los acontecimientos se precipitaban rauda y velozmente. Nadie hubiera creído nunca en la caída del acólito número y su repudio por parte del gerente. ¿Estaba mi jefe dándose cuenta de las cosas? Un poco tarde, ¿no?.


11 mayo 2007

¡Ay , qué perdemos la ISO!

Como de vez en cuando sucede en este blog, vamos a hacer un alto en el camino para contar algo que había sucedido tiempo antes del punto por el que va la historia. Aprovecho que el post de ayer versó sobre la degradación del acólito número 1, a causa de su excesivo acaparamiento de trabajos, que no podía realizar, dejando las cosas a medias muchas veces y comprometiendo a la empresa y a los compañeros.
Hacia finales del 2004, Annus Horribilis, la empresa se enfrentaba a la renovación de los certificados que había conseguido el año anterior. En concreto a la ISO y la certificación de medioambiente. Después de conseguir tales "galardones", la empresa hizo caso omiso de los mismos, por lo menos a efectos prácticos. La única que intentaba llevarlos bien era la acólita número 2, la cual era la responsable y la que había conseguido tales distinciones, al menos en el papel burocrático. Todavía durante ese año se respetaron el reciclaje, el ahorro de energía y otra serie de buenas actitudes. Esto cambiaría en 2005 y se merece un post aparte.
La gestión de la calidad era un tema complicado de llevar. La forma de hacer las cosas era tan compleja y tan abusiva en papeleos y trámites, que no dejaba desarrollar el trabajo a la mayoría de los empleados que estaban sometidos a esta implantación. Al poco tiempo se dejaron de lado multitud de pasos inútiles y pesados. Mientras tanto se supone que se tendría que haber trabajado en la mejora de la gestión, buscando una manera más sencilla de realizarla. Pues no. No se hizo nada. Esto tiene un problema. La norma ISO exige una mejora continua, es decir, "nada de dormirse en los laureles". Al finalizar el año hay que presentar resultados y demostrar los avances. Mi empresa se había dedicado a agobiarnos con estúpidos formularios y mucho más estúpidas acciones de mejora, a parte de recibir cada día correos electrónicos con demasiada documentación que había que leerse, perdiendo así un tiempo valioso y sin obtener un cambio significativo. La única que estaba "haciendo bien su trabajo" era la acólita número 2, aunque eso estuviera perjudicando el trabajo del departamento, en el sentido de que teníamos que haber buscado fórmulas más sencillas. Todo bajo con la satisfacción de mi jefe.
Mientras todo esto ocurría, el acólito número 1 seguía negociando y coordinando el trabajo de una mala manera. Acaparaba todo lo que podía y más, prometía a los clientes trabajos y asuntos que no podía cumplir, no se había aprendido sus obligaciones en cuanto a la norma de gestión de la calidad, así que cuando llegó la hora de renovarla... los deberes no estaban hechos. Hubo que hacerlo todo corriendo y mal y para más dificultad se quiso cambiar todo lo que se había planificado el año anterior, con lo cual el trabajo era el doble y además sin precisar. Delante del evaluador, todo eran contradicciones, todo eran diagramas de flujo que llegaban a ningún lado o que no se sostenían con la documentación adecuada, todo eran errores e inseguridad. No sé como nos permitieron seguir con una certificación que tan mal habíamos desarrollado. Esto dejaba entrever las deficiencias que se estaban produciendo en la gestión del acólito número 1, las cuales se agravaron al pasar el tiempo y condujeron a su caída.
Mi jefe, seguramente no quedó contento con todo este desastre, teniendo en cuenta que se había puesto en jaque el trabajo de la acólita número 2, y eso era el peor de los delitos.

10 mayo 2007

La caida del acólito número 1 (I)

Si el año 2004 había sido el año de "esplendor" de mi empresa, es decir, de mi jefe. El año 2005 se convirtió en el año del fracaso. Un descalabro en todos los sentidos. Hasta los pilares más profundos de mi organización se tambalearon y se resquebrajaron bajo el peso de una ilusión , tan etérea como para sobresalir a la vista de todos y tan pesada como para hundir muchos años de trabajo.
Una de las columnas que sostenía mi empresa era el acólito número 1, al menos como figura relevante. Los verdaderos y poderosos pilares de cualquier empresa son sus trabajadores. El acólito había aparecido un año o dos después de mi llegada. Por lo tanto, a efectos cronológicos, yo era más antiguo que él. Desde el primer momento desarrolló una desaforada tendencia trepista y metementodo, lo que le supuso un rápido ascenso hacía la cumbre de mi empresa. Mi jefe, ser fácilmente impresionable, quedó encandilado y a su merced. La atribución o "virtud" más notable del acólito, y esta es mi opinión, fue el exorcismo al que sometió al gerente. Consiguió que se manifestara la bestia que yacía oculta y aletargada en el interior de mi jefe. La empresa empezó a tomar un nuevo rumbo, el software, gracias a la inestimable colaboración del protagonista de este blog. Era su sombra, su confesor y susurrador. Si yo fuera empresario lo contrataría, porque tiene la ambición necesaria y la motivación para enfrentarse y buscar nuevos retos por complejos que sean. Era capaz de venderle congeladores a los esquimales y por esa razón nos metió a todos los técnicos y a la empresa en grandes problemas. Se entrometía en todo y además, a medida que fue ganando poder, contradecía órdenes, que finalmente pagábamos los demás. Eso mismo le perdió. Pero no adelantemos acontecimientos.
En el año que estoy relatando ocurrieron muchas cosas. Aunque yo era ajeno a ello, el acólito número 1 estaba en una disputa constante con la acólita número 2. Ambos había sido designados apoderados y el poder corrompe, aunque si ya estás corrompido además envilece.
El acólito, entre otras funciones, tenía la de coordinador del departamento de software. Tenía su propio despacho, aquel que había conseguido al eliminar el taller, que era mi departamento. Supongo que ese sería su premio por un "trabajo bien hecho". Su función comercial era muy evidente, lo cual degeneró en un cierto acomplejamiento de mi jefe, que se creía superior a todos en todos los sentidos. Un rumor lanzado al azar especulando con que el acólito era mejor comercial, produjo otra salida de tono histórica del gerente en una reunión. Como buen comercial prometió mucho que no podía cumplir. Cuando se le preguntaba, aseguraba que lo tenía todo bajo control, pero realmente no era así. Estaba cavando su propia tumba. En el verano de 2005 no pudo seguir manteniendo toda la farsa y acabó siendo degradado. Este hecho es uno de los más significativos en la historia de la empresa. Nunca nadie hubiera pensado que el actor que había conseguido encumbrar a mi jefe en el politiqueo y la soberbia, así como abrir nuevos cauces de negocio para mi empresa, pudiera ser bajado de su atril y desterrado a las mesas exteriores, donde estaba la administración. Su despacho pasó a ser ahora de la programadora jefe, que pasó a ser coordinadora de lo que quedaba del departamento. Mientras tanto él, era apartado de una gran cantidad de funciones y puesto en prueba para intentar resarcirse. Las cosas iban realmente mal si el coloso que soportaba los aires de grandeza del gerente, tenía los pies de barro.

09 mayo 2007

Tu esfuerzo no vale nada

Quiero algo nuevo, un juguete y un chocolate. Jajaja. Quitemos lo segundo y lo tercero y tendremos a ACME S.A. Era como un parque de atracciones en el cual, cada día, había una nueva diversión. ¿Quién dijo que el trabajo era aburrido? No hay mejor época para la diversión que el verano. Y es en verano cuando se produce esta historia. Recordemos que ayer habían intentado endosarme la mala situación de la empresa. Se intentaba atribuir a la no implantación del sistema de replicación de base de datos, el fracaso definitivo del negocio. Bueno, había pasado un poco de tiempo desde entonces y ya había conseguido hacer algunos progresos. La instalación, puesta en funcionamiento y comprensión de esta tecnología era todavía muy difícil para mí, pero ya lo explicaré. Mientras tanto había otra manera de conseguir fondos para la empresa. El negocio tenía que presentar a su cliente principal la parte final del software que había prometido. Asimismo tenía que presentar entre otras cosas, la documentación asociada a esa fase del proyecto. Los programadores, a pesar de los problemas económicos que había y de los ya más que escasos integrantes que componían la plantilla, estaban a tope, terminando su trabajo, o al menos parte de él. El jefe mientras tanto, en vez de ayudar, nos lanzaba indirectas sobre que los buenos profesionales se quedaban a trabajar el tiempo que hiciera falta para sacar adelante la empresa, que si abusábamos de él por ir a desayunar y estar más de 20 minutos fuera, etc... Lo de siempre. El tipo de incentivo ideal para alguien que no cobra y encima le echan la culpa de la situación de la empresa. No sólo me ocurría a mí. A otros compañeros también se les había puesto en tela de juicio en cuanto a su productividad y capacidad para estar a la altura de las exigencias y objetivos de la organización. La gestión, sin embargo, era "impecable". Apréciese la ironía.
Mi parte del trabajo consistía en elaborar toda la documentación. Esto que a simple vista parece una tarea carente de valor, encierra un esfuerzo arduo y un gran ahorro a corto, medio y largo plazo en llamadas al servicio técnico y quejas de los usuarios. En muchas organizaciones, algunos de sus empleados son reacios a aprender nuevas formas de trabajo, más cuando éstas son relativas a la informática. Por esta razón, el disponer de un manual bien elaborado, claro, sencillo y muy gráfico supone una gran facilidad y un mayor grado de aceptación del software. Al menos esa es mi opinión. Basándome en estas premisas me dediqué durante final de agosto y principio de septiembre a elaborar toda la documentación relativa al programa que teníamos que entregar. Entre otros retos suponía: conocer el programa casi tan bien como los propios programadores, ponerse en la piel de un usuario para intentar entender como trataría de usar la aplicación, buscar la manera de que el manual se prestara a actualizaciones sin tener que cambiar todos los textos, la documentación tenía que ser temática, indexada, contener glosario de términos, ser altamente gráfica, con la incorporación de muchas capturas de pantalla, descripción del funcionamiento de todos los botones, ejemplos prácticos... Tenía muy claro como me gustaría que fuera un manual de un programa y con ese punto de vista empecé a trabajar duro en él. El tiempo apremiaba y se me había impuesto una fecha tope. Ese día todo tenía que estar terminado: lo de los demás y lo mío. Por esa razón me llevaba el trabajo a casa todos los días, y los últimos, trabajaba hasta altas horas de la madrugada, lo suficiente como para no tener que levantarme para ir a trabajar, puesto que me pasaba toda la noche en vela.
El fin de semana anterior a la fecha de entrega del proyecto me llamó una amiga muy especial para mí. La veía una vez cada muchos meses, tal vez podía pasar un año y no saber nada de ella, así que por fin la podría ver y quedar con ella para salir de marcha, que también me hacía falta, ya que llevaba bastante tiempo recluido en casa. Pues fiel a mi estupidez, ya había roto dos principios que me había jurado a mí mismo mantener a toda raya: no llevarme trabajo a casa ni trabajar horas extras y evitar que el trabajo bloqueara mis relaciones personales. Así fue como no acudí a la cita con el pretexto de que tenía que terminar a toda costa la elaboración de la documentación. Nunca más se volvió a presentar esa oportunidad. Y no volvimos a coincidir en mucho mucho tiempo. ¡Hay que ser idiota! ¡Hay que ser doblemente idiota, teniendo en cuenta lo que me sucedió los días siguientes! Me pasé todo ese fin de semana acabando mis tareas. El trabajo estaba terminado a tiempo. Había quedado "perfecto". Me sentía orgulloso de la labor realizada. Cuando mi jefe lo vio, se quedó encantado; sabía que una imagen vende mucho, y aquel manual era una pieza más para convencer al cliente de nuestra profesionalidad, es decir, del "mérito del jefe". Lamentablemente ocurrieron 2 cosas: una, el plazo de entrega se amplió, con lo cual me entro una rabia tremenda por haber desperdiciado mi tiempo de esa manera, sobre todo teniendo en cuenta que no hubo ni agradecimientos, ni gestos de buena voluntad, aprecio o reconocimiento. Otra vez volvíamos a las andadas. Segundo, y más odioso aún: cuando por fin se entregó todo y las firmas de los responsables del dinero estaban aseguradas y todo el mundo contento, mi jefe tiene la gran idea de decirnos en una reunión: "Después de todo la documentación no sirve para nada, sólo para que no te echen atrás las firmas por una tontería, cuando "mejoremos" el programa se hace otra". Todos los esfuerzos, sacrificios y privaciones que realicé, ¿no sirven para nada? ¿Y el sujeto tiene la cara de decírmelo a la cara y más tranquilo que todas las cosas? Realmente ya estaba a punto de explotar. No sé si esa misma semana me cogí un par de días por enfermedad. Ya no aguantaba más. No podía, no podía. Esto era demasiado. Paciencia, Erkemao, paciencia, que tu momento llegará... y así aguardé un mes. Tenía muy claro lo que iba a hacer. Iba a elaborar otra documentación, pero muy especial. Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra... No sé cuantas veces lo había hecho yo, pero me dolía todo de tanto tropiezo. Recogí la piedra y esperé.


08 mayo 2007

Si la empresa se va a la ruina es por tu culpa

Cada vez que pienso en esta historia, me da por reírme. Pasa el tiempo, miras atrás y lo mejor es tomarlo con humor. En su momento no fue así. Me causó un gran daño y un gran enfado. Se debía a todas las circunstancias que estaba ocurriendo: pastillas, frases y actitudes hirientes del jefe, problemas para recibir el sueldo, etc... Todo un cúmulo de situaciones adversas a las que se unió un intento de buscar un chivo expiatorio al que cargarle las culpas. No creo que mi compañera lo dijera con mala intención. Buscaba una solución práctica que supusiera un mejora en los acontecimientos, pero esa no fue la mejor manera de actuar. Tanta fue la presión, que tuve que pedir ayuda profesional que me eximiera de toda responsabilidad. El responsable era otro, por lo tanto, que no trataran de desviar la atención.
Cuando cerró el taller se me atribuyeron nuevas tareas. Entre esas tareas, y quitando los trabajos forzados, se encontraba la de gestionar la nueva y brillante base de datos que mi empresa había comprado, o al menos apalabrado con el vendedor. Era un motor de base de datos importante, con cierta complejidad y yo no sabía casi nada del tema. Todo el conocimiento que había adquirido había quedado en el olvido muchos años atrás y con toda la serie de acontecimientos que había vivido, sobre todo en los años precedentes, no estaba un servidor (el que les habla), como para administrar muchas cosas y menos algo difícil y importante. La base de datos en cuestión, o mejor dicho el motor, era uno de los emblemas que la empresa mostraba orgullosa a la hora de vender a los clientes. Presumíamos de toda la potencia que tenía, cuando y ni siquiera sabíamos instalarla correctamente. Para colmo, el compañero que mejor podía hacer frente a este reto, dejaba la empresa al poco tiempo.
A lo largo del invierno y primavera del 2004 al 2005 conseguí hacer que funcionara y convertir la base de datos más importante que teníamos, del antiguo sistema al nuevo. Me costó bastante, pero finalmente todos los datos se pasaron correctamente y fue un cambio significativo en cuanto a la velocidad y el volumen de información que podíamos procesar. Aquí no se acababa todo. Junto a la tecnología mencionada, la empresa había "adquirido" otra, que permitía la replicación de datos entre bases de datos remotas, es decir, que cualquier información tuviera una copia lejana y operativa en cualquier lugar y viceversa. El toque de calidad que nos diferenciaba con el resto se basaba en esta idea. Era divertido contemplar como ofrecíamos este servicio en la página WEB corporativa, cuando no teníamos ni idea de como funcionaba. Lo importante es dar imagen de que sabes, lo demás se resuelve sobre la marcha.
Para mí, lo más importante y fundamental, cuando hube realizado mi primer cometido, era hacer funcionar el sistema de copias de seguridad. Se trataba de un módulo que había que instalar por separado, a parte de actualizar el motor de base de datos. No había otro asunto que me preocupara más. Se había añadido a otros muchos problemas que no me dejaban dormir por las noches. La empresa ya había creado nuevas y operativas bases de datos, con lo cual cada día tenía más responsabilidad respecto a lo que le pasara a los datos de los clientes. Pero no sólo la información era crítica, también tenía que buscar la manera de preservar todo el sistema ante un eventual suceso fatal, es decir, que todo el software se fuera al "carajo". Por lo tanto, tenía que estudiar la forma de guardar toda la información fundamental del motor de base de datos para restaurarla si ocurría algún percance. Para hacer eso hay que investigar, documentarse, preguntar y probar.
A veces las cosas no son como tu quieres y después de darme de palos con ese módulo, no conseguí que funcionara ni en el ordenador de pruebas. El software tenía una serie de peculiaridades debido a que se había diseñado para otro entorno diferente del nuestro y por alguna razón yo no lo conseguía poner en marcha. Finalmente, investigando y leyendo descubrí otra manera de hacer las copias de seguridad. Era más laborioso y pesado, pero funcionaba. Consistía en programar la ejecución de un script en el programador de tareas del sistema operativo, que al ejecutarse llamaba a su vez a un fichero que contenía una serie de instrucciones SQL que llamaban al motor para que ejecutar un volcado de la base de datos especificada. Para los que no entiendan del tema, se los resumo en: "un rollo" ;) . Para los que tengan idea, sólo comentarles que la idea no me gustaba porque dejaba a la vista las claves de administración y era dar muchas vueltas, cuando un simple trigger y una sentencia SQL dentro de la base de datos hubiera bastado y hubiera sido mucho más seguro. Al final tenía un montón de scripts, ficheros con instrucciones SQL y programaciones por todos lados, y podía dormir tranquilo, porque solo la caída de un meteorito podía causarnos algún problema.
Parece que las copias de seguridad son algo importante, ¿no?. En pleno desarrollo de todo este tinglado, a una compañera sólo se le ocurre decirme una cosa: "Mira, todo lo que estás haciendo está muy bien, tiene algo de importancia, pero no pierdas tiempo en eso porque lo que queremos es que eches a andar el sistema de replicación (ya), porque si no la empresa se va a la quiebra". "¿Cómo? A ver si me aclaro. Estoy tratando de evitar que ocurra un desastre, porque eso si que nos llevaría a la quiebra, nadie me dice nada de ese sistema de replicación y de su más que discutible "prioridad", se me habla de ello en el último momento y con prisas, ya casi no tenemos soporte porque hemos abusado del proveedor al no pagarle y encima si la empresa se va a la quiebra es culpa mía". ¡El mundo se ha vuelto loco! Esto es el "sálvese quien pueda", el "hay que buscar un cabeza de turco". Yo estaba cardiaco. De mayor quiero ser jefe para aprender a echarle las culpas a otro cuando las cosas salen mal.
La empresa había encontrado un idiota al que acusar de todo lo ocurrido. Erkemao no ha implementado el sistema de replicación, él es el responsable de la quiebra de la empresa. ¡Qué manera tan sencilla y eficiente con la que el gerente se quitaba los problemas de encima! Ni me lo pensé, el siguiente día estaba buscando consejo profesional para que me aclararan mis responsabilidades en todo este asunto. Se partieron de risa cuando lo conté. "Tranquilo, que tú en un día no puedes conseguir lo que a la empresa le ha costado unos años, es decir, irse a la ruina". "No puedes ser responsable de la administración que lleva otro". ¡Qué alivio!, pero habían intentando cargarme el muerto, y me abstengo de más comentarios. Esta historia daría mucho más de sí poco tiempo después. Rizar el rizo. Mi jefe no tenía límites. Ya lo veremos.

07 mayo 2007

El reparto de los sueldos

Uno de los asuntos que más dieron que hablar en aquel verano y otoño de 2005. La forma de repartir los escasos ingresos que la empresa percibía. Desde mi punto de vista, cada intento fue una solución peor que la anterior. Cada nueva forma de hacer las cuentas era más parcial y discriminatoria que la anterior, sobre todo para aquellos que teníamos los sueldos más bajos.
Mi jefe siempre se hacía el loco a principio de mes, cuando tenía que pagarnos. Se encerraba en su despacho, salía lo justo, no iba por las mesas dando la lata a los que trabajábamos y si tenía que hablar con alguien, habitualmente la programadora principal, se dirigía a su despacho sin mirar a nadie y de la misma manera regresaba, sin mirar a nadie. Lo más común fue, como antes comenté, encerrarse en su despacho y pasar allí las horas muertas, esperando llamadas de teléfono, o eso decía él. Podía pasarse días y días así. Llamadas que se supone que eran la confirmación de un ingreso en el banco o de una firma necesaria para cobrar. Cuando por fin reunía valor para hablar con nosotros y explicarnos lo que sucedía, nos contaba increíbles situaciones que estaban ocurriendo y que eran las culpables de la situación: desde que la persona que tenía que firmar se había ido allende el mar y no volvería en un mes, los pagos se tenían que haber hecho hace meses, pero que por un problema administrativo no se había podido, hasta que otra persona que tenía que firmar estaba enferma o tenía los papeles en la mesa, pero que no se le podía presionar para que firmara, y otras muchas sin sentido o de veracidad sorprendente... cada excusa era más alucinante que la anterior. A lo mejor fue así. A perro flaco todo son pulgas.
Las cantidades recibidas nunca eran suficientes para pagar todos los sueldos. El gerente buscó soluciones discutibles para contentar a "todos". Al principio comenzó con el reparto de un cantidad y el siguiente mes se abonaría el resto. Muchas veces, esto suponía problemas sobre todo para aquellos que tenían que pagar hipotecas. Más de una vez renuncié a cobrar mi sueldo en una fecha para que los otros pudieran percibir íntegramente el suyo y hacer frente a su delicada situación. En otra ocasión mi jefe decidió pagar porcentualmente. No era una buena solución porque quien tuviera un sueldo alto, siempre tendría más posibilidades de llegar a fin de mes. Los que cobraban poco no tenían ni para pagar sus hipotecas. Al final le dejamos claro que a la hora de cobrar contara con nuestra opinión antes de hacer nada, porque todas las soluciones que había ejecutado hasta ahora eran desastrosas. Mientras tanto, mi jefe, buscaba otras soluciones de financiación, pero se encontró con un pequeño problema: nadie creía en él y en sus argumentos (bancos, entidades de crédito,posibles socios, etc...) y los que sí creían era porque veían una forma de aprovecharse de la situación, es decir, de chantajearle con préstamos a gran interés o comprometiendo el patrimonio de la empresa. Al menos, eso es lo que nos decía el gerente.
En cierto momento, una de las compañeras le aconsejó la venta de uno de los locales de los que constaba el negocio. La idea era buena y se podrían haber solucionado todos los problemas, o al menos la mayor parte de ellos, entre los que se encontraba el pagar un año y medio de atrasos a Hacienda y a la Seguridad Social. ¡En tremendo lío se encontraba mi jefe! Cada día que pasaba era una oportunidad menos de enajenar el inmueble en condiciones favorables. Pero ¡ay!, mi jefe tenía otro problema mayor que todos aquellos juntos, y se llama "CODICIA". De esta forma pretendía especular y conseguir vender a un precio muy alto, debido a que la empresa se encontraba cerca del centro de la ciudad y tenía infraestruturas interesantes alrededor. Lamentablemente, cuando todo está en tu contra y los posibles compradores lo saben, todo el mundo esperará pacientemente a que tu situación sea lo suficientemente desesperada para conseguir una ganga. Y mi jefe dejo que eso ocurriera. Financieramente hablando, sólo tenía enemigos, que como buitres, esperaban su oportunidad.

06 mayo 2007

Si yo hiciera pesas también estaría fuerte

Volvemos a las andadas. Comentarios con doble intencionalidad. Otra vez frases hirientes con no se sabe que sentido tiene lanzarlas al aire. Mi jefe no cesaba de sorprenderme cada día ¿Ahora a qué venía esta afirmación? ¿Tengo que leer entre líneas? Se ve que a estas alturas ya estaba empezando a notar que todo se estaba yendo al garete y en su desesperación sólo realizaba manifestaciones desafortunadas. Había que tomarlo con paciencia, pero esta vez salí muy mosqueado de la "sala de juntas".
Cierto día tuvimos una reunión. Otra más de las muchas que teníamos todas las semanas. No recuerdo para que fue. Seguramente para hablar de la marcha de la empresa, seguramente para hablar de los sueldos debidos, seguramente para hablarnos de hipotéticas grandes soluciones que nos harían a todos más ricos y más felices. Citando palabras de él: "y en un par de meses más ... a la Luna". A la Luna con los lunáticos, debía habernos aclarado. Supongo que en algún momento de la mañana tocaría el tema de "poner todo nuestros empeño y profesionalidad para sacar adelante el negocio", nos comentaría que él se pasaba trabajando desde las 5 de la mañana hasta las 12 de la noche y los fines de semana. No digo que no. El gerente se pasaba mucho tiempo en la empresa y sé por buenas fuentes que desde siempre había dedicado mucho tiempo al trabajo, pero yo también trabajé mucho durante muchos años y de eso nunca decía nada. En un momento de la reunión, mi jefe dijo algo enfadado, que él cuando montó la empresa y en los años siguientes podía ir a la playa al terminar de trabajar a media tarde. Que hacía muchos años que no tenía vacaciones y que cuando iba (en los años anteriores) a la playa estaba muy sano y muy fuerte. Para luego añadir: "Si yo tuviera tiempo e hiciera pesas también estaría fuerte". Se me quedaron los ojos como platos. ¿Qué estaba insinuando? ¿qué los demás no podíamos hacer deporte porque él trabajaba mucho y como no tenía tiempo libre los demás éramos unos aprovechados? Absurdo. Otra salida de tono sin sentido de este individuo. Otro día que pasaba y otro día que nos sorprendía. No tenía límites. ¡Qué frase más estúpida en medio de una reunión con un montón de gente a la que le debes dinero! Yo me sentí aludido. Ese verano, fruto de mi desesperación, trataba de ahogar mis penas con unas mancuernas y una tabla de abdominales que tenía en casa. Vamos que había ganado algo de volumen, pero a años luz de ser un "chulito de playa". No sé, tal vez mi jefe se sintió amenazado o tal vez entendía que los trabajadores debíamos sufrir lo que él y cualquier actividad que no fuera trabajar era una burla o una traición. Yo no olvidaría el comentario. Meses más tarde cuando le dije a la cara muchas cosas, le recordé esta, a lo cual me contestó: "¿Haces pesas? No lo sabía. " Bueno chaval, la compañera abducida que tenemos y que te cuenta todo, no hace más que decirme que estoy más fuerte todos los días. Me extraña que no te hayas enterado. Me mintiera o no, otra idea surgió en mi cabeza. ¿ A parte de mí, quién podría dar con ese perfil? Tenía un compañero que estaba fuerte, además de ser alto, y al cual, el jefe le tenía respeto o miedo. Así que se me ocurre pensar que el comentario se debió a él y no a mí. En cualquier caso, ese parlamento fue realmente estúpido en medio de una reunión en la que se trataban temas importantes.

05 mayo 2007

Meme

A través del blog de Por fin es lunes, me llega la invitación a comentar porqué razón escribo el blog. Esa pregunta me era familiar. Me la planteé yo mismo, aunque no me acordaba cuando. Pensando, pensando recordé que cuando publiqué mi primer post lo hice por un motivo y es ahí donde lo explicaba. Así que les dejo un fragmento de esa entrada:

"Pretendo que sea sobre todo una autocrítica, pero también una denuncia. ¿Por qué? Simplemente por el hecho de que si no estás atento, no tratas de conocer tus derechos y hacerlos valer, no eres crítico con lo que te dicen y no te pones en tu lugar, puedes acabar muy mal por causa del trabajo. No soy el primero, ni el que peor lo ha pasado, ni siquiera el que ha vivido situaciones más absurdas y esperpénticas, pero si usted o tú que lees estas palabras, tienes una vivencia similar, espero que te sirva de algo. A mí cuando menos, me va a servir de terapia."

PD: Picando sobre la imagen enlazamos a una página que nos da la representación gráfica de nuestras webs.

La mesa del pringadillo

A parte de las innumerables situaciones que tuve que resistir, hubo muchas tanto o más inimaginables que las mías. Algunos de mis compañeros a través de sus comentarios, lo pueden atestiguar. En otra ocasión uno de mis antiguos colegas de curro expuso en este blog, de manera muy minimalista, sus experiencias en el "más allá". En algunas ocasiones he hecho referencia a vivencias de otros compañeros, y he tratado de ser su escriba, reflejando algunas de las aventuras que en buena lid, les tocó afrontar y vencer. No lo evitaré en este post. Mi conciencia me obliga a relatar otro hecho que le sucedió a uno de los pringadillos. Tal vez sea tan simple e irrisorio que no le encuentren la más mínima satisfacción literaria, pero en sí, entraña una moraleja mucho más profunda de lo que pudiera parecer. Otra aberración del gerente. Otra insinuación de un futuro falso. Otro intento de sumisión.
Uno de mis compañeros lo pasó peor que yo. Lo he ido contando a lo largo de estos meses. Cuando nos obligaron a realizar los trabajos forzados, la organización había encargado a una empresa de reformas, la adecuación de un sótano-garaje a un entorno de oficinas. Dentro de ese conjunto de habitaciones, había una que se quería dedicar para imagen y sonido y para taller de las reparaciones internas de la empresa. Estaba casi al final de todo. En una esquina, lejos del sol, del aire y de los compañeros. En ese habitáculo quería desterrar el gerente a este compañero. Él se opuso a ello tajantemente. Sabía que el jefe quería hundirlo anímicamente. Era una mazmorra.
Como el pringadillo no quería colaborar con su autodestrucción, había que buscar la manera de que fuese lo suficientemente infeliz y para ello le permitió estar en la sala de los programadores, pero junto al compañero con el que peor se llevaba en toda la empresa. Mi jefe era listo, sabía que se amargarían mutuamente hasta que uno se rindiese. Pero el pringadilo aguantó. Siguió sufriendo, pero aguantó.
Pronto iban a suceder cosas importantes. La salida de la empresa de dos empleados iba a dejar un vacío en la zona opuesta a la que se encontraba este compañero perseguido. En esa zona me encontraba yo. Otro acontecimiento muy relevante iba a agudizar ese vacío de personal, lo cual narraré próximamente, con lo cual ahora había suficientes lugares como para que cualquier empleado buscase el lugar que le fuera más cómodo. Ante tal circunstancia, mi colega, decidió dejar su pequeño, tórrido y frustrante rincón para estar cerca de otros con los que se llevaba mejor. Pero claro, mi jefe siempre tenía que tener la última palabra en todo, hasta en lo más evidente. Y le comentó que se podía mudar, pero que no "calentase la silla" porque dentro de pocos meses iba a contratar a más personal y él no podía estar en esa zona. Patético. Con problemas económicos recién experimentados, cese y no renovación de varios compañeros y poco trabajo que realizar, el gerente todavía pensaba ampliar la plantilla. No sé que ilusiones o alucinamientos tendría en ese momento, pero está claro que su visión de la realidad estaba un poco nublada. Poco tiempo después, cuando la caída sin freno de la empresa era palpable, mi jefe hizo esa jugada macabra que relaté hace pocos días y puso la gota que rebosaba el vaso de la paciencia de mi compañero, provocando la baja de este.
Como nota adicional, sólo añadir que entre otras tareas, mi jefe nos ordenó llenar con ordenadores estropeados todas las mesas, para aparentar que estaban ocupadas. Cuando venía algún cliente, les decía que esos puestos vacíos se debía a empleados que estaban de vacaciones o no trabajaban ese día.

04 mayo 2007

Firmas porque yo lo digo

Una nueva historia que dice mucho sobre las técnicas "algo" mafiosas que usaba mi empresa. Nuevamente se encontró con la oposición de la mayoría de los empleados. Yo lo tenía claro: "no firmo nada que me de la empresa". A aquellas alturas de la vida, ya había tenido bastantes decepciones con ese negocio para meter la pata de nuevo. Esta será una historia muy corta. Vamos con ella.
Todo empieza con nebulosos extractos de información que llegaron a mis oídos, así que la historia puede que esté un poco distorsionada. Según creo, mi jefe, en pleno éxtasis de soberbia y cuando ya pensaba que estaba bien aferrado a la bonanza económica, entró en contacto con algún cliente interesante. También pudo ser que tratara de hacer algún favor a alguien. El caso es que un día llega la acólita número 2 por las mesas y deja una especie de contrato. Nos dice:"Esto es para firmar. Luego lo recojo o lo dejan sobre mi mesa". Simple y llanamente. No hubo más explicaciones. Firmen esto y déjenlo en mi mesa. ¿Firmar qué? ¿De qué iba todo este rollo? ¿Por qué no se hizo una reunión o se nos convocó a todos para aclararnos el tema? Firmen lo que empresa quiere y ya está. Con estos modales, está claro que lo que consiguió fue una repulsa de casi todos los que estábamos allí, que no sólo no firmamos, sino que nos opusimos hasta que "alguien" se dignara explicar que ocurría. Al ver el alzamiento laboral, la empresa estimó conveniente decirnos que se trataba de un certificado electrónico personal. Que al ser muchos en la empresa, la entidad que emitía el certificado conseguiría muchas altas y por lo tanto era un favor que hacíamos y que posiblemente nos beneficiaría en el futuro. Ni con excusas firmé. Le dije a la acólita que miraría detenidamente lo que había que rubricar y luego ya decidiría que hacer. Así dejé pasar el tiempo hasta que el tema pasó al olvido. Muchos otros siguieron el mismo camino, y alguno signó, pero luego se dio de baja. Sólo jefe y acólitos permanecieron fieles "a sus propias intrigas". Si la empresa quería algo de mí, que me dijera qué, porqué, qué beneficio me proporcionaría y luego ya se vería que hacer, pero imponer, NO. Para que mi jefe quedara bien a nuestra costa, NO.

03 mayo 2007

Divide y unirás

"Divide et vinces". Famosa frase de Julio César, o eso dicen todas las fuentes que he consultado en Internet. También está citada como "Divide et imperas". Eso es lo que debía pensar mi jefe, sobre todo después de una vida dedicada al gobierno de otros, de posiblemente tener algún curso o formación sobre psicología humana y por supuesto, de ser lo suficientemente retorcido para conseguir sus propósitos sin importar los medios.
Durante muchos años mi jefe había estado jugando a un juego macabro, y como siempre recalco, es una visión personal basada en 8 años de trato y experiencia. Consistía en enfrentar a compañeros dentro de la empresa para lograr "picarlos" y con su esfuerzo extra conseguir más tiempo y trabajo para la empresa, lo cual redundaba en beneficio para él. El ejemplo más palpable fueron los acólitos. Mano derecha y mano izquierda del gerente mantenían una lucha irrefrenable y sangrienta por las cuotas de poder. De esta manera cada uno invertía más y más tiempo de su vida en trabajar para la empresa. Llegaban antes, se iban más tarde y trataban de acaparar todas las funciones posibles, dentro de las que les proporcionasen algún provecho, claro está. En alguna reunión les vi tirarse los "trapos sucios" a la cabeza, de manera que se perdía por completo el objetivo de dicha asamblea. Mientras todos los compañeros estábamos sentados, ellos nos ofrecían un espectáculo dantesco en el cual cada uno se acusaba mutuamente de errores o negligencias en su quehacer o de ciertos asuntos con ciertas importantes personas. Asimismo se acusaban de haber conseguido que el jefe quedara mal delante de clientes relevantes. La diferencia que tenían con los pringadillos, es que por lo menos cobraban mucho más y se iban de viaje a costa de la empresa.
Lamentablemente para mi jefe, el tiempo de las insidias, tramas, confabulaciones y perfidias estaba llegando a su fin. Primero había conseguido con sus malas artes unir a todos los prigadillos en un bloque cerrado que se comportaba como un uno a la hora de oponerse a sus intrigas. Segundo, con la llegada de los nuevos compañeros no sólo no consiguió que estuvieran desunidos, sino que también se agruparon en un conjunto homogéneo a la hora de responder a sus conjuras. Tercero, cuando casi todos los pringadillos habían dejado la empresa y sólo quedaba alguno, logró que ambos grupos se unieran. Además, puesto que había problemas económicos, consiguió que hasta los elementos super egoístas e interesados de la empresa se integrasen también. El problema que tenía el gerente en esos momentos es que cualquier cosa que dijese a cualquier miembro de la empresa, rápidamente era conocida por el resto de implicados. De esta forma, cuando íbamos a desayunar, cada uno ponía sobre la mesa los argumentos con los cuales el jefe trataba de embaucarnos y conocíamos como intentaba aprovecharse de nosotros individualmente. El pobre no hacía sino tropezar una y otra vez. Si ofrecía alguna prebenda, el siguiente con el que hablara ya sabía que le habían prometido a los otros compañeros y descubría las contradicciones del parlamento del gerente. Con ello conseguíamos saber como nos quería engañar. A unos les intentaba tentar con un "gran sueldo" futuro para implicarles y que trabajaran más, a otros con "grandes proyectos" que ya tenía "apalabrados" (tal vez sí, tal vez no), etc... La mejor expresión para lo que consiguió mi jefe es: "Divide y unirás". Todo le salía mal, hasta aquello en lo que más práctica tenía. En una reunión, de las muchas que tuvimos, para "explicarnos" los problemas económicos de la empresa, uno de los compañeros le dijo directamente: "Tú lo que tratas es de enfrentarnos a unos contra otros para que trabajemos más horas". El sujeto se puso muy nervioso y, a mi juicio, fue más porque le habían pillado in fraganti, que por la propia acusación en sí. Se puso algo farruco, pero no mucho, porque el compañero en cuestión le producía un cierto "recelo", es decir, tenía los brazos más grandes ;)