21 noviembre 2006

Solucionados los problemas del cambio

Hola nuevamente, parece que ya he solucionado algunos problemillas que se produjeron cuando cambié a Blogger- Beta. Salían las tildes como símbolos raros y se me caducó la versión de prueba del contador. Como nota, decir que si picas sobre el primer mapa mundi, debería aparecer una nueva ventana con zoom. Si no aparece es que tienen bloqueadas las ventanas emergentes en el navegador.
Para los que utilizan Internet Explorer, comentarles que todavia no he resuelto el problema de visualización, a sí que les saldrán sólo la barra izquierda y la central en primera instancia. La barra derecha hay que encontrarla al final del blog. Creo que se debe a no se que del "padding" O_O

Los comienzos del software

En el episodio anterior asistimos al nacimiento de un nueva actividad económica en la empresa. Con el apoyo del nuevo revolucionador de la empresa, la tantas veces malograda intención de mi jefe de vender software parecía despuntar en el horizonte, con expectativas de generar negocio. Según él, era todo ventajas y ningún inconveniente. En el caso de los ordenadores la competencia cada vez era mayor, los márgenes de beneficio caían, los clientes cada vez tenían mayores conocimientos y demandaban marcas, componentes y configuraciones concretas, además estabamos a las puertas del euro (a menos de dos años), con lo cual nacieron muchas empresas de informática, que supuestamente servían para lavar dinero negro. El software se presta a menor competencia en ciertos ámbitos y se puede comercializar con un gran valor añadido, que además es muy difícil de apreciar y rebatir por parte del cliente.
Esta fue la sentencia de muerte para la tienda y el taller. Ejecución que se produciría 3 años más tarde. Pero no adelantemos acontecimientos.
Al principio, el nuevo comercial y los chicos de prácticas de programación formaron el núcleo del nuevo departamento. Nunca he sabido que prácticas recibieron, puesto que nosotros en ese momento no teníamos programadores, así como que tampoco sé a que se dedicaban exactamente, por dedicarme a otras tareas diferentes. Cuando les vea, les preguntaré. El caso es que mientras ellos empezaban a rodar, el área en la que yo estaba tuvo que hacer un sobreesfuerzo para mantener la reciente actividad de la empresa. Ello significó una carga extra de obligaciones durante muchos tiempo. Este punto es importantísimo debido a las acusaciones que tendríamos que sufrir cuando se cerró nuestro departamento años más tarde.
Si ya les he contado que mis jornadas de trabajo eran eternas y las presiones muchas, ahora además las tendría incluso más largas y más intensas. De esta forma, empecé gradualmente a dormir menos horas; seis, cinco, cuatro , tres, dos... y varios días a la semana, ninguna. Estoy hablando de periodos de varios meses a un año. Recuerdo acostarme un sábado por la tarde y no despertar hasta el domingo a medio día. Lo curioso, es que cuando entras en esta dinámica, no te enteras. Llevas un nivel de trabajo y estrés tan alto, que te acabas acostumbrado. Internamente te estás quemando, pero eso no lo percibes en esos momentos, sólo cuando estás a punto de reventar eres consciente de tu estado. En ese instante te cae todo el peso de lo que has estado cargando y no queda de ti más que un pelele alienado. En los siguientes años esta sería la tónica general gracias a los malos procederes del jefe, su mano derecha, y más tarde su mano izquierda.

20 noviembre 2006

Cambio a Blogger - Beta

Me he pasado a Blogger beta, que parece que ofrece nuevas funcionalidades para el blog, como la de incluir etiquetas. Poco a poco, miraré de que va. Entretanto, el blog se ha quedado patas arriba en algunas cosas.

Hasta que lo solucione, disculpen las molestias.

El nuevo empleado

Hacia el año 2000 entró a trabajar a la empresa un nuevo empleado. Para mí, el comercial en toda su esencia: mucha facilidad de palabra, facilidad para convencer a los clientes, facilidad para prometer cosas técnicamente muy complicadas de hacer y facilidad para escapar indemne de las meteduras de pata. Tenía ganas de trabajar, ideas, ganas de innovar y demasiadas ganas de cambiar las cosas... lo que le llevaron rápidamente a ser mano derecha del jefe y todo lo que eso significaba para los demás.
Ese mismo año, volvimos a tener alumnos en prácticas. Llegaron dos del ciclo de administración de sistemas (redes) y dos de desarrollo de aplicaciones (programación). Ni que decir tiene que empezaron por las tareas de limpieza y desescombro del local. Yo apenas les veía porque estabamos en turnos diferentes.
Estas dos circunstacias (nuevo empleado con afán de inmiscuirse en los asuntos de la empresa y alumnos de programación) fueron el germen de nuevos cambios que se reflejarían con el paso del tiempo y que consistieron en la transición hacia un modelo de empresa de software, gradual y forzado. En mi opinión, un plan perfectamente llevado y ejecutado. De la misma manera, sirvieron para quitar la careta a mi jefe que durante estos dos a tres años, a pesar de lo contado, se comportaba con cierta normalidad. De aquí en adelante se descubrió y manifestó su verdadera forma de ser, aquella que estaba reprimida bajo una falsa máscara de talante y jovialidad. Pienso en él como un Doctor Jekyll y Mr. Hyde, pero a lo simplón, con falta de elegancia y estilo. Creo que en parte se debió a que este nuevo compañero alentaba sus ambiciones más profundas y que eran, según mi criterio, el ansia de dinero y de reputación (imagen) a cualquier precio. Impresionar más por la apariencia que por el contenido.

El programa de TPV

Tiempo antes de que entrara en vigor la nueva moneda (euro), la empresa se embarcó, junto con un programador, en la creación de un programa de TPV sencillo para pequeña y mediana empresa. El programador se encargaba de la parte técnica y la empresa de su comercialización. Se buscaba que los empresarios de nuestra zona tuvieran un software de uso sencillo, pero con una base potente para la gestión de facturas e inventario. Un TPV (terminal de punto de venta) es el dispositivo con el que nos facturan cuando vamos a un supermercado o una tienda. La típica pantalla con lector de código de barras e impresora de tickets, y aunque no lo vemos, muchas veces hay un ordenador oculto en el mueble del puesto. Yo hacía de puente entre los clientes y el programador, así como de beta-tester (el que prueba los programas para encontrar posibles errores).
Cuando llegaba a casa a las tantas... me ponía a probar el programa y aprender las últimas modificaciones que se le había hecho. También buscaba fallos. Por el día, transmitía mis sugerencias y las de los clientes al programador. Como la empresa mediaba de una manera un tanto etérea, los clientes acababan imponiendo lo que querían que fuera el programa. De esta manera, nos fuimos alejando cada vez más de su planteamiento original. Durante algunos meses estuve yendo a las empresas de un par de clientes a ayudarles a dar de alta artículos. Esto suponía para mí unas dos o tres horas por la mañana, y luego tenía que empezar mi jornada laboral normal. Volvía casa sobre media noche después del trabajo y hacía las comprobaciones que ya he comentado (una o dos horas) y buscaba soluciones a los quehaceres cotidianos de la empresa en internet. Al final trabajaba prácticamente todo el día, como unas 12 a 16 horas. A parte de tener que poner mi coche para desplazarme, pagar parking, etc... Los fines de semana lo único que quería era dormir y como los sábados trabajábamos por la mañana, perfectamente se nos podía hacer las tres currando a puerta cerrada. Si a esto añadimos las indirectas del jefe, sus llamaditas de comprobación de horarios y los compañeros y clientes cabreados, ¡tenemos un buen potaje de estrés e insomnio!
De todo aquel tiempo utilizado en el programa, el jefe no dijo ni "mu", a pesar de que conocía el esfuerzo que se estaba realizando. No hubo pago de horas extras, ni gratificaciones, ni días libres.
Más divertido aún: el día de rendir cuentas con el programador, es decir, el día de pagarle sus honorarios, mi jefe hizo una carambola a la cual se acostumbraría rápidamente. Me dice: "mira, el programador viene dentro de un rato, entonces quiero que le des esto (me entrega un sobre). Yo es que tengo que salir, y ya que te llevas bien con él, dáselo tú". Poco imaginaba que eso sería un pérfido honor. Una manzana envenenada. Cuando apareció el programador, le saludé y le di el sobre. Procedió a abrirlo, y después se produjo la cólera. Tras un año de trabajo se le entregaba un sobre con unos 400 euros. Sólo se habían vendido 3 licencias del programa, de las cuales una era un regalo para un familiar del jefe. Lo único que había cerca para descargar el enfado era éste que les está escribiendo. Ni el llevarme bien con él me libró de la embestida. Al final las aguas llegaron más o menos a su cauce, pero el dolor de estómago y la sensación de impotencia no me la quita nadie. El programador me comentó que ya hablaría personalmente con el jefe cuando tuviera a bien dejarse ver. Poco después de irse, reapareció mi jefe. Le conté lo sucedido y puso cara de circunstancias, aparte de decirme:"¡cómo puede hacerme esto (el programador) con todo lo que hace que nos conocemos!" Sí , han leido bien: """la víctima era mi jefe""" (y lo redacto con muchas comillas para que se aprecie la ironía ;-) ). Al que recibió la bronca, aquí presente, ¡qué le den!, hablando mal y claro.
El episodio continuaría tiempo después con nuevas argucias por parte de mi empresa... pero eso ya es otra historia.
Algunos "sospechabamos" que mi jefe, cuando se tenía que enfrentar a alguna situación comprometida en la que no quería dar la cara, se iba a dar una vuelta, o se apostaba calle arriba o calle abajo hasta que pasaba el temporal. De ahí el sorprendente hecho de que aparecía o llamaba poco tiempo después de ocurrieran los sucesos desagradables que con tanto esmero evitaba.

18 noviembre 2006

Los parlamentos al final de la jornada

Hace un par de días comenté que el jefe aprovechaba para hablar de ciertos temas de trabajo fuera de horas de trabajo. En mis primeros tiempos en la empresa, parece que había ciertos problemas económicos para pagar los sueldos. Digo "parecía" porque con este gerente muchas cosas no eran lo que parecían. En varias ocasiones se reunió (después del trabajo) con el turno de los pringadillos, para comentarnos esos problemas y que la alternativa que nos daba para no echarnos a la calle, era que trabájasemos a comisión. Es decir, nos pagaba un mínimo (el sueldo mínimo interprofesional, que en aquella época sería de unas 65.000 pesetas) y el resto sería lo que consiguiéramos por comisiones. Estas comisiones eran un pequeño tanto por ciento de cada trabajo realizado, pero no incluía comisión por ventas. Lo que en palabras claras nos proponía era: trabajar todo el día (en el local o en casa) por un importe menor a lo que cobrábamos en ese momento, que eran unas 105.000 ptas. (aprox. 630 euros/mes). Afirmo esto porque como ya hemos visto: no se cobraba trabajos a los amigos (que eran muchos), no se cobraba a muchos clientes que eran "estratégicos", no se pagaría comisión por las ventas de equipos o hardware (y eso suponía tiempo para cada venta), se tenía que hacer el trabajo de otros compañeros, pero no lo podías facturar a tu nombre, etc... Al final, ¿qué hicimos? No aceptamos esas condiciones y no nos echaron. Al contrario, tiempo después se contrató a más empleados. Por eso pongo en duda el discurso de mi jefe, que puede ser que en un momento concreto fuera válido, pero que el tiempo demostró que era mayoritariamente falso.
Otras veces, mi jefe se sentía aburrido, y nos empezaba a contar sus batallitas. Podía ocurrir cuando estabas trabajando o cuando ya pretendías salir por la puerta para irte a tu casa. Te podía dejar una hora sin hacer nada o acabar con tu paciencia, porque le tenías que prestar atención. Al principio me impresionaba bastante, pero la reiteración en las historietas y el conocimiento cada vez mejor de esa personalidad (mentiroso compulsivo y megalómano), defraudaron la fascinación que me producía. A lo largo de los años cada vez le puse menos interés y me dedicaba a hacer mi trabajo mientras hablaba. Luego al final de mes, volvía a quejarse de que no trabajabamos lo suficiente, pero claro, no valoraba el tiempo que nos hacia perder con sus historias.

Cuando se exige, pero no se recompensa

En cierta ocasión, durante mis prácticas, el jefe le dijo a uno de los empleados que arreglara un ordenador de un "amigo", o persona que según él, le reportaría pingües beneficios (naturaleza del beneficio indefinida: que le presentara a alguien importante, que lo invitaran a comer, que lo dejaran entrar a algún club social de calidad, etc...). En esa época el horario era partido. Se salía a la una y se volvía a las tres, después de comer. Este compañero, a la una, se fue a su casa como tiene que ser. No había terminado de reparar el ordenador. A las dos llega el jefe y pregunta por el PC. Le comentan que no está terminado y que quien lo estaba reparando se había ido a comer. Empieza el sujeto a ladrar improperios y a proferir aullidos, que todos los que estabamos allí nos quedamos pálidos. "Porque yo he dicho que quería esto terminado para las dos", "porque aquí la gente tiene los huevos cuadrados", "porque yo digo las cosas y se las pasan por el forro de los mismísimos"... Ni que decir tiene, que cuando el empleado regresó, lo puso a caldo.

Este personaje exigía despóticamente no sólo el cumplimiento de tus obligaciones, sino la realización de otros trabajos, como fuera y a la hora que fuera. Eso sí, sin ningún tipo de petición ni recompensa posterior, como pagos u horas libres. Lo más divertido era que además la empresa no cobraba la reparación, por tratarse de un "amigo", pero sí reprochaba a final de mes el no producir lo suficiente. De esta manera, acusaba a los empleados de los problemas económicos que pudiera tener la empresa. Algunas veces eran ciertos, y otras, esos problemas, no eran tan ciertos.

17 noviembre 2006

El "amigo" del jefe

Como ya comenté en alguna entrada anterior, mi jefe carecía de criterio respecto a lo que segundos o terceros le contaban, de tal manera que se creía cualquier cosa, siempre que fuera favorable a sus intereses o que pensara que era lesivo para su negocio o para su imagen personal. De esto último también hablaré en futuras entradas.
Si, por ejemplo, un cliente venía y le decía que habíamos hecho algo mal, automáticamente el daba por buena esa versión. No se reunía con nosotros para tratar de aclarar la situación, ni nos ofrecía la posibilidad de réplica. No estimaba que el cliente le estuviera engañando, aunque ese cliente demostrase con antelación tener una integridad más que discutible en su perorata . Pero aún más, si esa persona era rica o tenía algún puesto o familiares importantes, su narración de los hechos se convertía en una verdad absoluta e incuestionable. Y esa es una historia que otro día contaré.
Una tarde, como de costumbre, cerramos la puerta de la empresa a las nueve. Nosotros seguíamos dentro trabajando, haciendo la caja, acabando los pedidos, etc... Se supone que estas cosas se deberían terminar antes de la hora de cerrar, pero como ya he contado, a veces se nos hacía hasta la una de mañana, sobre todo a mí. Apróximadamente a las nueve y diez de la noche, alguien empujó la puerta y entró. Se trataba de un "amigo" del jefe que venía con su mujer. Este señor nos tuvo hasta las diez de la noche haciendo presupuestos de equipos que ni siquiera iba a comprar. Después de haberse distraído, se marchó y gracias a él perdimos una hora que luego hubo que recuperar.
Pero ahí no acaba todo. Lo más importante que sucedió es lo siguiente: a partir de ese día nuestro jefe nos llamaba todas las noches justo antes de cerrar, para comprobar que estábamos allí. También lo hacía los sábados a primera y a última hora. Las razones de las llamadas eran tan estúpidas e infantiles como que se había equivocado marcando, para comprobar si se había dejado un papel en la mesa, para que le miraramos un número de teléfono en la base de datos, para que le buscásemos una factura de un cliente, para saber si habíamos recibido una mercancía, etc... Los días que se quedaba con nosotros en la empresa, se iba justo cinco minutos antes de cerrar y antes de salir también nos contaba alguna excusa absurda, que por otro parte sobraba. Yo no soy su padre y donde iba y venía era asunto suyo, no me lo tenía que justificar. Muchas veces recibíamos llamadas en las que la persona del otro lado de la línea permanecía en silencio. Sólo percibías su respiración a través del aparato.
¿Casualidad? Para nada. Con el tiempo llegamos a descubrir, que las mercancías se esperaban para otros días, que los clientes que se supone que iba a llamar nunca fueron llamados, que los papeles estaban demasiado bien visibles como para perder mucho tiempo buscándolos...
Lo que me enoja de este suceso no es que el jefe cuidara con celo su empresa, sino su prepotencia para escuchar a unos y dar por sentadas sus mentiras y sobre todo, su cobardía, por no hablar o tomar medidas en cuanto a su desconfianza, sino intentar por todos los medios forzar o crear una situación que no existía. Lo único cierto, es que ninguno salimos nunca antes de nuestra hora, sino todo lo contrario, pero tuvimos que aguantar durante años el desdén de este individuo.

15 noviembre 2006

Ejemplo práctico del "factor jefe" en la caja

Tomemos un modelo ideal en el cual se desarrolle nuestro ejemplo; ausente de toda perturbación externa como la invasión de extraterrestres y los victimismos económicos gerenciales.

Ejemplo: En una empresa, los pringadillos del turno de tarde se incorporan al trabajo y disponen de un cambio de 100€ en la caja. Al finalizar la jornada se ha facturado productos y trabajo por valor de 800 euros. Un transporte entrega mercancía por valor de 300 euros. Se produce un "factor jefe" (ir de tintos con unos amigos) de 200 euros, desconocido por los currantes, debido a la aletoriedad del suceso. Averiguar la cara que se les queda a los pringadillos del turno de tarde.

La ecuación elemental de la caja dice:

Caja == cambio + facturas - pagos + factor jefe

Caja == 100 + 800 - 300 + x == 400


Se determina que x=-200, pero como es una incógnita, un pringadillo no lo puede saber.

Lo que un pringadillo si sabe es que: valor hipotético de la caja = 600 euros,

y efectivo real que hay en la caja es 400. Por lo tanto 600 - 400 = 200, con lo cual hay una sustracción de 200 euros. Como la cara de los pringadillos del turno de tarde es directamente proporcional al descuadre de la caja, se resuelve que:

Cara de los pringadillos del turno de tarde ==

Cuando haces la caja... El "factor jefe"

Es el elemento que causa entropía* en un sistema, es decir (en mi caso), el sujeto que te causa un malestar generalizado debido a sus acciones ilógicas y/o perversas.

Nuestro jefe, se pasaba, algunas veces, parte o toda la tarde con nosotros. Otras, sólo venía un momento. No era inusual que atendiera a clientes y cobrara facturas o que se llevara dinero de la caja para hacer sus cosas. Tenía la mala costumbre de no anotar o comunicar tales acciones. De esta forma, te veías hasta la una de la mañana intentando descifrar porqué no cuadraban los valores. Con mucho esfuerzo conseguíamos seguir la pista de algunas cantidades, pero de otras era imposible. Cuando es muy tarde en la noche y tienes descuadres de más de 50.000 pesetas y no sabes que es lo que ha pasado, sólo piensas en una cosa: "¿que pasará mañana cuando vuelva al trabajo?". Así me pasé muchas noches en vela, esperando al día siguiente para confirmar que no habíamos metido la pata y que el factor jefe había influido en los resultados. Creen ustedes que hubo alguna disculpa, algún "esto no volverá a pasar", algún "les informaré la próxima vez" ... jajaja, pués sí, pero como luego volvíamos a lo de siempre, no tuvo ningún sentido.

Ecuación fundamental de la caja. (el "factor jefe" es positivo si cobra pero no apunta y es negativo cuando sustrae y no anota).


Caja == Cambio + facturas - pagos + "factor jefe"

Cuando haces la caja y no cuadra

Una de las obligaciones o responsabilidades que teníamos los del turno de los pringadillos, era hacer la caja al final de la jornada, o bien, cuando buenamente se podía, en las horas extras que expíabamos*. Parece fácil, por un lado cuentas el dinero que has ingresado y por otro, sumas las facturas que has pagado y cobrado. El resultado de ambas adiciones tiene que ser el mismo. Pués no es tan factible. Tienes que tener en cuenta dos cosas: el que te equivoques cobrando, pagando o haciendo las operaciones y el factor "jefe".

La primera vez que hicimos una caja, nos descuadró 100 pesetas (60 céntimos de euro). Estuvimos una hora entera revisando todo, hasta que al final dimos con la solución, que era simplemente un baile de números. ¡Una ansiedad horrible por sólo 100 pesetas! Teniendo en cuenta las anteriores entradas que he narrado, no es para menos. Podían acusarte de ladrón o cualquier cosa peor. Hubo ocasiones en que llegamos a poner dinero de nuestros bolsillos, para intentar irte a casa y dormir algo más tranquilo. Te pones a pensarlo ahora y menuda idiotez.


* Según la Real Academia Española:

expiar.

(Del lat. expiāre).

1. tr. Borrar las culpas, purificarse de ellas por medio de algún sacrificio.

2. tr. Dicho de un delincuente: Sufrir la pena impuesta por los tribunales.

3. tr. Padecer trabajos a causa de desaciertos o malos procederes.

4. tr. Purificar algo profanado, como un templo.

MORF. conjug. c. enviar.

14 noviembre 2006

El tiempo de las palabras no es el tiempo de la empresa

El trabajo de gerente a veces es muy sacrificado. Por ejemplo, mi jefe cuando tenía que decirnos algo importante, esperaba pacientemente hasta la hora de cerrar. Entonces, cuando ya pensabas que tenías todo terminado y te podías marchar, él te decía: "si no les importa, esperen un momento para hablar de unas cosas". Claro, ¿qué ibas a contestar?, "¡ahí te quedas!" No. Habitualmente eran cosas "importantes" sobre la continuidad de nuestro trabajo, pero eso lo explicaré otro día.
Me parece una falta de respeto tremenda, puesto que para hablar del trabajo ya están las horas de trabajo. Para la empresa era un chollo tener a los trabajadores dando el callo todo el horario y después para exponer algo utilizar el tiempo de "vida" de los empleados. Esas reuniones se podían extender perfectamente una hora, dos horas o más entre palabras relevantes e historietas del gerente... Con la de palizas que nos dábamos y la de tiempo extra que malgastábamos, acariciar la posibilidad de salir un día a la hora correcta, era una dicha que se tornaba en decepción cuando el jefe te requería para sus parlamentos.

13 noviembre 2006

Una anécdota

Un cliente me dejó un ordenador para arreglar. Se iba de vacaciones durantes dos semanas, con lo cual tenía tiempo suficiente para terminarlo. Lo empecé al segundo día de haberlo recibido. Pasa mi jefe y me dice: "¿qué estas haciendo?", le contesto: "arreglando el ordenador del cliente X". Respuesta:"deja eso y ponte a hacer el ordenador de este amigo mío". Bueno, había tiempo de sobra. Cuando volví a intentar arreglarlo, otra vez me dijeron que lo dejara (jefe y acólitos) y que hiciera otra cosa. Así pasaron las dos semanas y cuando el cliente vino a recoger el equipo, ¡ahhh sorpresa! ¡No estaba ni comenzado! El cliente, médico además y con fuerte carácter, me respondió muy seria y correctamente que si le estaba tomando el pelo. ¡Qué vergüenza y que bochorno pasé! No sabía que argumentar. El cliente me dijo que volvería al día siguiente. Le indico a mi jefe lo que había sucedido y más o menos que me conmina a que me invente una excusa o "mentira piadosa", que es como llama él a engañar a la gente. Reparé el ordenador y me disculpé, pero la bronca la sufrí de todas formas. La empresa eludió cualquier responsabilidad y permitió que el cliente se ensañara conmigo. Además mostró una actitud como que el problema no era asunto suyo. Luego, ni disculpas, ni un "esto no volverá a pasar", ni un "yo le explico al cliente lo que ha ocurrido"... ¡Cómo ésta, muchas más a lo largo de 7 años!

12 noviembre 2006

De como hacer mil cosas

En esas "microjornadas" de seis horas tenías que: llegar, quedarte con las instrucciones sobre lo que hacer en cuanto a equipos para montar o arreglar, atender teléfonos, atender a los clientes que pedían presupuestos e información, los cobros, si venía mercancia por la tarde: recogerla (que a menudo eran decenas de monitores, carcasas y cajas con hardware), realizar tu trabajo y atender a los amigos del jefe. Esto último merece un apartado especial para verlo con detenimiento otro día.
Parece que todo se puede realizar, pero arreglar un equipo y que quede como estaba (muchos clientes tenían esa inmunidad) puede llegar a costar bastante. Si estás montando ordenadores y resulta que las piezas que te dan son incompatibles, pues te puedes volver loco hasta dar con la solución, y muchas veces las incompatibilidades son muy sutiles. En este punto decir, que nosotros montabamos equipos clónicos, con hardware de diversa marcas y lo que ello conlleva. Hablamos del año 1999. Si añadimos los teléfonos sonando, los clientes pidiendo presupuestos (hay que atenderlos correctamente y ganártelos para hacer una venta, y eso no se hace a la carrera), los clientes que llaman para resolver dudas y arreglar problemas por teléfono (costumbre que tenían los interesados porque la empresa los había habituado y con la cual, se perdía mucho tiempo y no se ganaba nada de dinero), etc... resulta que no tienes tiempo para nada y mucho menos para hacer tus tareas.
¿Cómo se resuelve eso? Echándole más horas. Al principio le echas media hora más, luego cuando aumenta la presión le echas una, dos , tres, cuatro... De esta manera, la jornada laboral ya no eran esas seis horas, sino siete, ocho, nueve, diez... Salir de trabajar a las 12 de la noche llegó a ser la tónica general. Al menos en mi caso, que me tomaba el trabajo demasiado a pecho. Los otros compañeros eran más espabilados y salían tarde, pero no malgastaban su vida en una empresa que no te pagaba las horas extras. Si no habías podido con todo y te dejabas algo, al día siguiente te echaban una bronca o unas indirectas, llamándote vago o comentando que perdíamos el tiempo por las tardes. Mi jefe no trataba de saber lo que pasaba o se informaba de lo que sucedía, sino que daba por bueno lo que otros dijeran de nosotros, como si lo decía el tonto del pueblo. Más aún, él profería indirectas malintencionadas. He visto películas de terror que dan menos miedo. El sueldo seguía siendo de unas 85.000 pesetas y las semanas siempre pasaban de 45 horas.

El día a día

En septiembre como dije anteriormente, me hicieron un nuevo contrato por seis meses, con las características de los anteriores. Este, si no recuerdo mal, fue uno de los que no tenía en mi haber. Un dato curioso es que a veces entregabas los contratos firmados, pero no te devolvían tu copia.Empezamos a trabajar por las tardes. Al principio era más o menos cómodo, hasta que los clientes empezaron a acostumbrarse a los nuevos horarios. Nosotros teníamos nuestras tareas que hacer, pero además nos endosaban trabajos los otros compañeros. Muchas veces equipos de empresas que tenían que estar reparados para el día siguiente. Naturalmente tenían prioridad sobre nuestros compromisos existentes. Podías pasar media o toda la tarde arreglando un ordenador, que no podías facturar con tu nombre (cuando se facturaba...) y que además hacia que te ganaras la enemistad de clientes.
¿Cómo es eso? No lo entiendo. Es muy sencillo: uno se compromete con un cliente para tenerle listo el trabajo, en la tarde, o al día siguiente. De repente llega tu jefe y te dice: "eso no, haz esto". Obviamente no vas a mandar a freir espárragos al jefe. Viene tu cliente y le tienes que decir que el trabajo que te habías comprometido a cumplir no está. Al cliente unas veces no le importa, pero otras, se enfada. No se le puede decir que su equipo no está siendo reparado porque expresamente tu jefe te ha dicho que eso no es prioritario. Tienes que inventarte una disculpa. De esta manera ya estás quedando mal y de paso estás mintiendo. Pero mejor aún, eso mismo te pasa al día siguiente. El cliente se enrehostia, pero no con la empresa, sino contigo que das la cara. Mientes nuevamente y te inventas una excusa de porqué no está terminado el trabajo, en el cual tú o un agente fantasma es el culpable de esta situación. Ya has quedado dos veces mal. Terminas el trabajo y no le puedes cobrar lo que es, porque si no se monta un pollo que vamos... El jefe sin embargo parece un tipo jovial y bonachón. Queda muy bien con el cliente contándole sus historias. La percepción es la siguiente: el dueño de la empresa es un tío de puta madre, mientras que los empleados son unos chapuzas y unos pésimos profesionales. Si tienes la mala suerte de que encima el equipo no le funcione cuando llegue a casa, la próxima que lo veas, corre, corre y no dejes de correr. Luego el jefe mira la factura cuando el cliente se ha ido, y te echa la bronca por tardar mucho tiempo en hacer las tareas y no cobrarlas como es debido. Al final de mes además ya notas sus indirectas como que no produces y que no te mereces el sueldazo (85.000 pesetas) que cobras. Además tus compañeros, que te obligan a hacer otros trabajos (porque el jefe es un cobarde y no sólo no se atreve a poner orden, sino que además disfruta la situación), te echan la bronca si algo les sale mal con ese equipo que tú debías montar o arreglar y claro les dicen a las empresas que has sido tú el responsable.

Conclusión: haces el trabajo de otros, no lo puedes facturar a tu nombre, la mayoría de las veces ni se factura, no puedes cumplir tus compromisos, mientes a los clientes, se enfadan contigo, tienes que asumir una culpa de la careces, tu jefe no pone la cara, pero cae muy bien a los clientes, sin embargo tú eres un gusano rastrero que además no se merece su sueldo.

11 noviembre 2006

El soplar de los malos vientos

Al finalizar el verano del 99, muchas cosas iban a cambiar. La primera sorpresa que me llevé es que en abril sólo me habían renovado por tres meses. De esto me enteré mucho tiempo después. Terminó julio y cogí las vacaciones en agosto sin saber que que no tenía contrato. Mes que pasé horriblemente debido a que deje de salir con la chica con la que estaba y que era muy especial para mí. Esto supuso una pérdida de visión de la realidad de todo lo que me ocurría. Vivía mi vida como el espectador que mira una película. Desde fuera. Creo que todos sabemos lo que es. Al incorporarme de nuevo en septiembre, lo único que quería era trabajar para tener la mente ocupada, pero lo que conseguí fue trabajar más y no dejé de pensar. Así empezó el eterno insomnio que me dura hasta hoy, y seguro que el próximo post y los siguientes también sigo sin dormir :-P
Me hicieron el contrato a finales de septiembre. Me seguían pagando, pero tenía casi dos meses sin cotizar, porque a efectos legales, no estaba trabajando. Además mi categoría y sueldo eran los mismos. Y yo, perdido en mis problemas emocionales, sin darme cuenta. Este punto es importante para mi despido improcedente* años después, porque me rompía la antigüedad. Antigüedad que por otro lado no tenía, por el tipo de contrato. En los últimos post que escriba para este blog, aclararé la situación.

Nuevas vicisitudes nos aguardaban a la vuelta de la esquina. Un cambio radical se perfilaba en el horizonte y no era nada alagüeño. El ansia de dinero del gerente estaba hilando mezquinas perversidades. ¿Qué? ¿Suena a Sauron de vacaciones en Mordor, no? X-D

La empresa elucubró** que estabamos perdiendo oportunidades de negocio por el horario que teníamos. Y que bueno, un garaje tenía que competir contra las grandes superficies para poder sobrevivir. Hubo un cambio radical de jornada y pasamos a abrir de 8 de la mañana a 9 de la noche ininterrumpidamente; los sábados de 8 la mañana a 1 de la tarde. Posteriormente, llegamos a abrir todo el día del sábado en modo "guardia" como las farmacias. Para esto, la empresa se separó en dos grupos: grupo favorecido, de 8 a 3 de lunes a viernes (el sueño de mayor de cualquier niño) y el grupo pringadillo: de 3 a 9 de la tarde de lunes a viernes y de 8 a 1 los sábados. Si ya, usted piensa que menudo chollo incluso para los pringadillos, ¡¡sólo 35 horas!! Jajaja, ¡inocente! Ya veremos porqué.


* Pendiente de sentencia.

** Según la Real Academia Española:

elucubrar.

(Del lat. elucubrāre).

1. tr. Elaborar una divagación complicada y con apariencia de profundidad.

2. tr. Imaginar sin mucho fundamento. U. t. c. intr.

3. tr. desus. Trabajar velando y con aplicación e intensidad en obras de ingenio.

09 noviembre 2006

La calma antes de la tormenta

Prácticamente no sucedió nada relevante los siguientes meses, al menos que recuerde ahora. Aprendía cada día, tenía un horario aceptable; de ocho de la mañana a seis de la tarde con tiempo para comer. Mi sueldo seguía siendo de poco más quinientos euros actuales, pero tenía un trabajo.
Como en todas las empresas, tenía mis más y mis menos con los compañeros. El área de pringadillos nos llevabamos bien y teníamos algún compañero más viejo que nos daba caña. A parte, nos consideraba estúpidos. Pero bueno, su personalidad y el estrés que tenía le disculpaban algo, aunque era muy sufrido aguantarlo. ¿Y por qué razón había que aguantarlo? Porque controlaba todos los temas técnicos de la empresa y el jefe se tenía que fastidiar. De esta manera, no nos defendió nunca de él. Si tú decías una cosa y el otra, la tuya no valía nada ni con testigos. Te mandaba a hacer cosas para ir adelantado trabajo suyo. Por lo tanto, no podíamos hacer el nuestro. Luego el jefe te echaba la bronca por no tener terminadas las tareas. Y él también te echaba la bronca si no le terminabas su trabajo. Aún así, en ese momento las cosas no eran demasiado malas... fueron empeorando con el tiempo, ¡y de que manera!

No recuerdo tener incidentes de consideración con clientes. Fueron pasando los meses. En este punto de mi historia es cuando se empiezan a torcer las cosas. Como dije en el post anterior, había cosas raras con los contratos. Cuando me renovarón en abril, lo hicieron, a nombre de otra empresa: ¿? Sí , eso mismo me pregunté yo. Según mi jefe, cosa que yo no he podido confirmar ni negar hasta ahora (algún día espero hacerlo), la ley le obligaba a dividir la empresa en dos: una parte administrativa y una parte técnica. Era una cosa rara, pero bueno, podía ser cierta. Entiendo que mi jefe me estaba diciendo que el momento de renovarme había cambiado la ley y que por lo tanto, se constituía la nueva empresa en esas fechas... Hace pocos meses me enteré (tengo pruebas documentales ;) ) de que la "nueva empresa" se había creado dos años antes y con unas particularidades muy especiales, que comentaré en las próximas semanas.

¡Vaya! ¿qué debo pensar de todo esto? Primero: que me mintió y segundo: que con esta artimaña, lo que prentendía era evitar que acumuláramos antigüedad. A parte, conseguía que siguieramos contratados como ayudantes, de manera que se ahorraba tener pagar sueldos de técnicos superiores. En aquellas fechas, compañeros míos de estudios, que llevaban trabajando entre tres y seis meses ya cobraban unas 120.000 pesetas netas. Unas 35.000 más que yo, desempeñando parecidas tareas.

Sin duda alguna no éramos los mejores técnicos del mundo, pero hacíamos nuestro trabajo y lo hacíamos con ganas.

El contrato

Durante todo el verano estuve trabajando sin contrato. Cuando preguntaba que pasaba, me decía la empresa: "ya te lo hacemos", "ha habido algún problema y estamos en ello", "ya se lo pedimos a la asesoría, pero todavía no está". En fin, largas. Conseguí que me lo hicieran a finales de octubre de ese año de 1998. Las disculpas del jefe fueron: "Esto no nos había pasado nunca con nadie, de verdad que lo siento mucho, bla, bla y bla". Ejmmm, ¿tengo que hacer comentarios? Sólo añadir, que tiempo más tarde le pasó lo mismo a algún compañero nuevo que entró en la empresa.

El contrato en cuestión era por circunstancias eventuales de necesidad de la producción, es decir, te contratan porque la empresa tiene un periodo de más actividad y necesita gente por el tiempo que dure ese incremento de actividad. Bien, esa es la teoría. La práctica es que es un contrato que da pocos problemas y que permite a las empresas encadenar varios consecutivos sin que te hagan indefinido. Además fui contratado como "ayudante electricista". Teniendo en cuenta que había hecho un ciclo superior de administración de sistemas, que realicé las prácticas en la empresa, que llevaba trabajando casi cinco meses sin contrato y que seguía allí y no me habían echado... esos detalles del contrato eran muy feos. Vale, es muy común, pero lo común no quita lo feo. Aún tardé casi tres años en conseguir que me hicieran indefinido y mientras tanto tuve muchos "eventuales por circunstancias de la producción", más cambio de empresa y discontinuidad a efectos legales, pero no en la realidad.

08 noviembre 2006

El primer verano II

La segunda experiencia que recuerdo de aquel verano o estío ;) fue otro problema con un cliente. Señoras y señores que leen este blog, ¡los informáticos tenemos una profesión de alto riesgo! Sí sí, no sólo riesgos psicológicos, sino también riesgos físicos, más allá de la electrocución, el dolor de ojos, el dolor de cabeza, que explote un monitor o te intente morder una impresora. Uno de los mayores peligros para un informático, a parte de su jefe, es: ¡un cliente cabreado! Y todavia peor; un cliente enrehostiado. No importa si tiene la razón o no. No importa si fue él/ella quien metió las zarpas. No importa donde sople el viento. ¡Sólo importa que usted/tú eres su presa y te va a merendar!

A lo que íbamos: me dijeron que formateara e instalara un sistema Windows 95 para un cliente, que tenía un 486 con MS-DOS. Al día siguiente, el equipo estaba listo con todo lo que se había pedido. Un jornada después, aparece el ordenador con el sistema corrupto, es decir, aquello no iba ni poniéndole ruedas y tirando. Volví a instalarlo todo y devolverlo. Veinticuatro horas más tarde, el ordenador petaba de nuevo. Yo, que era un inepto para muchas cosas en aquel momento, no sabía que estaba ocurriendo. Conclusión del cliente: "a mí siempre me ha funcionado bien el ordenador hasta que lo cojiste tú!". Ni que decir tiene que yo estaba todo cortado y nervioso. Por tercera vez, instalé todo de nuevo. El cliente se lo llevó, pero el siguiente día, directamente, vino a por mí, es decir, ¡¡a darme de collejas!! Yo estaba en la parte superior y no veía nada, pero oía una discusión abajo. Era el cliente alegando con las chicas de logística y administración. En un arrebato intentó subir por las bravas a donde yo estaba. Más gritos. Lo que recuerdo es un tipo todo enrojecido con las venas a ras de piel. Más rojo que el color del texto. He visto luces de navidad que brillaban menos que ese cliente. Visto la mala leche que traía y el tamaño de los antebrazos, me dispuse a orbitar Plutón cuando terminara de subir las escaleras. Eso sí, pillé el destornillador más grandote que tenía a mano e hice testamento. Afortunadamente todo quedó en una intentona. ¡Pero menuda tarde! Al final gracias a mis compañeros y a unas pruebas, establecimos que uno de los módulos de memoria fallaba y por lo tanto se corrompía el sistema. Esto no ocurría en MS-DOS, pero sí en Windows 95. Ese tipo de cosas son muy difíciles de hacer entender, por eso muchos técnicos de diversos ámbitos nos encontramos con un problema de comunicación con algunos clientes, que pueden responder de una forma violenta en casos extremos.

Nunca más le volví a arreglar un equipo a ese hombre, pero no nos llevamos mal. Todo se olvidó y quedó como una anécdota. Yo lo recuerdo con una sonrisa. Aquellos que tienen trabajos de este tipo saben lo que se pasa cuando das todo y las cosas no salen por muchos tiempo y esfuerzo que le eches. Los que trabajan de cara al público también se harán una idea ;)
Y ustedes se preguntarán:" y mientras tanto, ¿dónde estaba el jefe? ¿cómo resolvió la situación?" Jajaja, no estaba y no resolvió nada. Me lo tuve que resolver yo, y con ayuda de compañeros. Mi jefe nunca, que yo tenga conocimiento, increpó al cliente por su acción o trató de mediar a posteriori. Pués señoritas y caballeros, este fue el Padre Nuestro de Cada Día que me tocó vivir los siguientes años. ¡Sólo ante el peligro!

El primer verano

Después de haber "finalizado" las prácticas, empecé a trabajar. Hacia finales de junio recibí una primera paga de unas 86.000 pesetas (todavia no existían los euros). Sí, era una mierdilla de sueldo, pero recien terminado el ciclo, sin experiencia y trabajando, yo me sentía muy feliz con mi minisueldo. Lo que aún no tenía era contrato. Imaginaba que estarían arreglando los papeles y que en breve lo obtendría, jajaja (risita irónica).

El verano suele ser una época tranquila para el tema informático. La gente está de vacaciones y no suelen hacer uso de los equipos, o posponen su arreglo para septiembre.
De aquel verano sólo recuerdo un par de experiencias: la primera fue los problemas que tuvimos con una asesoría, que a poco de acabar julio (creo), nos dieron un ordenador (Pentium ó 486) para instalarle un escaner nuevo, que no se lo habíamos vendido nosotros, además. Ese ordenador tenía un software de gestión de nóminas entre otras cosas que funcionaba bajo MS-DOS (ventana negra con cursor parpadeante ;-) ). Ese escáner sólo funcionaba en Windows 95. Le pregunté a la chica: "¿lo formateo y le instalo el sistema?". Ella respondió: "". Al día siguiente ya tenía un flamante sistema nuevo con escáner funcionando, pero, upsss, nos llaman después de llevárselo y nos dicen: "¿dónde están los programas?". Le dije que los programas se habían perdido al formatear. ¡Dos días para finalizar el mes y montón de nóminas que hacer! ¡Me encanta la presión! Por varias razones, entre ellas mi inexperiencia, aquello se convirtió en una guerra. Fui, intenté hacer andar aquel programa en Windows 95, ¡pero que va!, no había forma ni con las copias de seguridad en las manos. Empezaron las peleas entre las dos empresas y yo en medio. Al final mi jefe cesó la relación con esa empresa que además, no eran clientes nuestros. Por supuesto, se quedaron con su escáner funcionando, pero sin sus nóminas. Yo me sentía protegido. Sabía que la culpa no era mía, yo había hecho bien el trabajo que se me dijo, aunque luego hubieran problemas. Tenía la sensación de que la empresa velaba por sus empleados. Esa fue la primera de las dos o tres veces que me defendió de un cliente, jajaja (risita irónica).

¿Por qué cuento esta historia de abuelito cebolleta? Porque los siguientes ocho años, la empresa, no sólo no me defendió de los clientes, sino que, al contrario, me los echó encima para que se desahogaran conmigo. De esta forma mi jefe se ahorró muchos disgustos. Problemas que cargué yo solo la mayor parte de las ocasiones.

07 noviembre 2006

Los comienzos IV

Lo que empieza mal, acaba mal. Pués en cierto modo eso fue lo que pasó. Mi compañero seguía siendo muy crítico con las prácticas y con mucha razón. La prueba no fue sino con otra demostración de prepotencia por parte del jefe. A falta de un mes para finalizarlas, vino y nos dijo con cierto enfado y tono arrogante: "las prácticas se han acabado". Habló conmigo para que me quedara trabajando y a mi compañero le dijo que se fuera.

Nunca he sabido que pasó para que el tío finalizara las prácticas. Tengo la impresión de que desde el centro le llamaron la atención sobre la mala calidad, o que dio por terminadas nuestras tareas de limpieza y prueba de material, con lo cual ya no hacíamos falta allí como estudiantes.
Durante años el jefe me ha dicho que "las prácticas" suponían un coste muy grande para la empresa y no recibían nada a cambio. Pero de mi experiencia, puedo asegurar, que todos los alumnos que pasaron en prácticas después, estuvieron limpiando y clasificando material antes de realizar actividades de trabajo. Si eso no se considera "recibir algo a cambio", ¡entonces que me lo expliquen!

Años más tarde traté de averiguar algo, y escribí a la Cámara de Comercio de mi provincia solicitando información sobre que beneficios obtenían las empresas que ofrecían prácticas. Me dijeron que no había beneficios económicos para las empresas, pero no me contestaron a otra pregunta: ¿obtienen algún otro tipo de beneficio? Siempre me ha quedado la duda. Lo que si me comentaron es que, si una empresa no tiene muy claro que pueda dar unas prácticas en condiciones, lo mejor es que no lo haga.

Con esto entiendo que debe haber muchas empresas que se aprovechan de las prácticas para tener mano de obra gratuita. Eso lo debe saber o sospechar la Cámara de Comercio. De todas formas, esta mi opinión personal, que puede atenerse o no a la realidad.
Si a alguien le ha sucedido algo parecido, por favor, que lo comente.

06 noviembre 2006

Los comienzos III

Tu primera idea de unas prácticas, cuando terminas el Ciclo de Administración de Sistemas, es precisamente eso: configurar equipos en red, montar redes, configurar dominios, etc... a parte de conocer también hardware y software en general, pero sobre todo, a lo que te quieres dedicar. En nuestro caso nos dedicamos a comprobar todo el material viejo que había en la empresa. Placas amontonadas por doquier, decenas y decenas de módulos de memoria de todo tipo, disqueteras, monitores, discos duros... es decir, toda la basura que quedaba y que serviría para entretener a dos chavales durante bastante tiempo. A parte de comentarnos algunas cosas (pocas) para aprender, sólo salimos en un par de ocasiones para hacer trabajo de redes y en configuraciones básicas. Durante esas salidas, la mayor parte del tiempo lo utilizamos cargando los equipos, monitores e impresoras y mirando al técnico. Habitualmente, no haciamos nada, exceptuando algunos ordenadores que ensamblamos y algún otro que arreglamos. Montamos un equipo con piezas viejas para instalar un Linux, algo que sabíamos hacer nosotros, pero en la empresa nadie tenía idea. Cuando hablábamos con otros compañeros de clase y les decíamos que estabamos arreglando 286s, cuando lo que había en la calle eran Pentium II, se echaban las manos a la cabeza. En cualquier caso yo aprovechaba para aprender todo lo que pudiera, por poco que fuera. De hecho llegué a ir hasta en días que para mí (como estudiante) eran vacaciones.

Puesto que los técnicos de la empresa estaban muy ocupados y no había trabajo que hacer, hablamos con el jefe de la empresa para hacer nuestro horario de 8 a 4, en vez del turno partido que teníamos. Era una manera, de por lo menos atenuar la tomadura de pelo que estaban siendo las prácticas. La empresa accedió con reticencias, pero poco después...

04 noviembre 2006

Los comienzos II

Después de dedicarnos al acondicionamieto de nuestro entorno de trabajo, llegó la hora de fabricarnos las herramientas. Jajaja, ¡como lo oyen! Nos trajeron unas planchas de contrachapado, que tuvimos que cortar para montar tres mesas. Nos dieron unas patas y unos tornillos y ya teníamos nuestras mesas para poder trabajar y "aprender". Claro, el resto de la empresa también tenía su nuevo espacio y mesas para trabajar. !O se creen que todas las mesas eran para nosotros! Luego, nos hacia falta energía. Uno de los chicos de la empresa trajo un cable desde la parte de abajo. Donde estabamos, no había llegado la luz desde tiempo inmemorial. Nos dijo como montar unas regletas para poder enchufar varios cables, y esa fue nuestra tercera práctica. Además pusimos o colaboramos en la colocación de lámparas de tubos fluorescentes. Así pasaron un par de semanas, partiendo desde cero habíamos conseguido un espacio habilitado para hacer unas prácticas en condiciones... o no.

Los comienzos

Allá por el año 1998 estaba terminando mis estudios de administración de sistemas informáticos (sí sí, el que les habla es otro informático puteado). El último trimestre era de prácticas en empresa. Otro compañero y yo fuimos asignados a esta empresa, en la cual yo continuaría para mayor pena o poca gloria.
La empresa se dedicaba al comercio minorista: venta de equipos, software y hardware, montaje y reparación de equipos, redes, etc... La típica tienda de informática que todos conocemos. Algo cutre, eso sí.
El local era un garaje amplio, sin iluminación natural ni ventilación. Al entrar tenía unos expositores. Al fondo lo habían dividido en dos niveles, gracias a un armazón metálico. Este tenía una cubierta de contrachapado que servía de suelo del segundo nivel. Vamos, algo habitual en muchos sitios, para aprovechar el espacio. El nivel inferior servía como recepción, almacén, mesa de montaje y reparaciones de equipos, atención a clientes, administración y "gerencia". La parte superior era el taller técnico. Calculo que tendría unos 30 ó 40 metros cuadrados. Se accedía mediante una escalera, con algún tablón medio suelto que te daba pequeños sustos cuando subías y bajabas.
La primera sorpresa que nos encontramos fue que casi no nos esperaban, andaban como despistados sobre nuestra llegada. Pero tal y como comentaré más adelante, no nos esperaban tal vez para "impartir las prácticas" y sí para otras cosas.
La segunda sorpresa fue que la parte de arriba, donde se supone que estaría nuestro espacio de trabajo, era impracticable. ¿Cómo? Sencillamente significa que exceptuando un pequeño espacio para reparaciones, el resto estaba cubierto por infinidad de cajas vacías, trastos, amontonamientos de hardware estropeado (placas base, tarjetas de todo tipo, ordenadores viejos, monitores...), estanterías, material de jardinería, faroles... o_O más un largo etcétera y fauna propia del lugar. Ante tal circunstancia, el "gerente" (de ahora en adelante, jefe), nos pidió disculpas por el estado tan lamentable del lugar. Nos dijo que arreglarlo le llevaría unos días en los cuales no nos podría dar las prácticas, pero claro, que si nosotros estabamos dispuestos a ayudarles, antes empezaríamos nuestra formación. Este es el primer error que cometí, de los muchos que vendrían después. Accedimos a hacerlo. De esta manera, nos pasamos unos cuantos días adecentando todo ese espacio. Limpiamos, tiramos basura, ordenamos material, clasificamos herramientas perdidas durante mucho tiempo, ordenamos estanterías, habilitamos gran parte del espacio para zona de trabajo y acabamos con parte de la fauna local. ¡Un merecido bautismo de fuego! Si quieres prácticas, empieza por abajo y suda, suda mucho. Al acabar esta tarea habíamos ahorrado a la empresa mucho tiempo y dinero, aparte de realizar unas actividades, que seguro que nadie quería hacer.


03 noviembre 2006

Notas

¿Erkemao?, ¿de dónde sacaste ese nombrecito?
"El quemado" y "erquemao" ya estaban cogidos. Mirándolo bien, éste le da un toque más chamuscado que si hubiera conseguido alguno de los otros.

¿Cómo vas a contar la historia? Al principio será cronológica, más o menos, y luego será lo que me acuerde.

Tu plantilla no me gusta mucho. No se quejen, está muy bien. Estoy buscando alguna más molona, aunque después de unos cuantos intentos fallidos esta parece que es la que mejor me va. Tiene tres columnas, que es lo que quería. El diseño no es tan bueno como otros, pero es funcional. He dejado un link a la página de donde la obtuve y la estoy variando para dejarla más a mi gusto. Si ven que da problemas en Explorer es porque está a medio retocar. En general es clara, estructurada y se lee bien.

Cambios (8-Nov-06). La plantilla original está en inglés, así que voy a copiarme del blog de Yile y cambiar alguno de los encabezados de las secciones a español y con un texto más informal.

Cambios (9-Nov-06). He estado añadiendo enlaces en la barra derecha y mejorando el aspecto de las cajas para que tengan los bordes redondeados, porque como cambié los tamaños, las dejé echas trizas. He mejorado el aspecto de los contadores. Que cada uno cuenta lo que le da la gana XD.

Cambios (10-Nov-06). He añadido publicidad, que dicen que ganas dinero con eso. Creo que si pican sobre la publicidad varios cientos de millones de veces, es posible que me manden un cheque con el que me pueda comprar un cortado, jajaja. También me he intentando darme de alta en buscadores. No aparezco en Google ni buscando debajo de las piedras y tuve problemas en un buscador japones, porque todo estaba lleno de dibujitos raros.

Cambios (11-Nov-06). No hay cambios. ¿Qué pasa? Vale sí, he puesto mejor el texto alrededor de las imágenes, sobre todo las iniciales de cada entra. Además he añadido un retorno de carro al final de los textos para que la barra de "comments" quede más separada y el post tenga un estilo más elegante, según mi paupérrimo criterio. Me pregunto si eso de comments se puede cambiar por "comentarios" O_o.

Cambios (hasta 22-Nov-06). Me he dado de alta en unos cuantos directorios más. En algunos me han aceptado y en otros no. He hecho algunas revisiones en el blog y he añadido enlaces a muchos de los directorios donde me habían admitido. Otros lamentablemente los perdí. He seguido contando historias, anécdotas y reflexiones. He recibido correos para hacer intercambio de enlaces sobre la temática del trabajo, lo cual me parece buena idea. No lo había considerado hasta ahora, y estoy meditando como hacerlo, puesto que mi blog tiene es tan ordenado como un campo de pruebas de misiles.

Cambios (23-Nov-06): Navegando por la red he encontrado un blog en el que me enlazan. Les he escrito un comentario. Gracias por recomendarme. http://inferno.zoomblog.com/

Preámbulo

Antes que nada, y tal y como digo en la cabecera del blog, esta es la historia de un quemado. Y usted dirá: "No, por favor, ¡otro tipo contando sus miserias laborales, no!". Jajaja, hay que tomárselo con más alegría. Nos divertiremos, lloraremos y alucinaremos con lo que voy a contar.
Esta idea me empezó a rondar por la cabeza hace bastante tiempo y por fin me decido a plasmarla. Trata sobre cosas que pasaron a lo largo de unos ocho años. De lo que me acuerdo y de lo que puedo contar.
Dudo mucho que sea leída más allá de algunos amigos y algún despistado que caiga por aquí. A todos ,¡bienvenidos!.
Pretendo que sea sobre todo una autocrítica, pero también una denuncia. ¿Por qué? Simplemente por el hecho de que si no estás atento, no tratas de conocer tus derechos y hacerlos valer, no eres crítico con lo que te dicen y no te pones en tu lugar, puedes acabar muy mal por causa del trabajo.
No soy el primero, ni el que peor lo ha pasado, ni siquiera el que ha vivido situaciones más absurdas y esperpénticas, pero si usted o tú que lees estas palabras, tienes una vivencia similar, espero que te sirva de algo. A mí cuando menos, me va a servir de terapia.