Estos trabajos forzados habían concluido un viernes, pero teníamos un pequeño problema. Las decenas de bloques (ladrillos) que estaban amontonados. Un poco más arriba de la calle se estaba construyendo un edificio. Nos acercamos y les preguntamos que si querían los bloques. Nos dijeron que sí, y que un poco más tarde los vendrían a buscar con un camión. Cerca de las dos de la tarde todos los bloques estaban en la puerta de mi empresa y por allí no aparecía nadie a recogerlos. El gerente no quería basura en su pulcro y "cool" negocio. Nos "aclaró" que debíamos deshacernos de esa escoria y que cargásemos la furgoneta y fuésemos a cualquier obra a dejarlos. Con el vehículo hasta los topes fuimos hasta una obra calle abajo, pero los empleados nos trataron como animales. Nunca había visto gente tan bruta. Como dije en el anterior post, cuando era joven, me pasé muchos veranos trabajando en construcción y nunca había tenido compañeros tan bruscos y salvajes como los individuos de esa obra. Volvimos al negocio. La mejor opción era dejarlos en la entrada de la empresa o dejarlos en la furgoneta y el siguiente lunes nos desharíamos de ellos. El problema era que no se podía dejar esos bloques dentro y a la vista; además, mi jefe quería la furgoneta limpia y vacía para irse con ella a su casa de la playa. Se acercaba la hora de despedir, hacía mucho calor, estábamos cansados, molestos y hartos de todo y más que nada del gerente. Mi jefe nos "propuso" dejarlos cerca de algún contenedor de basura, porque gente agradecida (cualquiera que pasase y tuviese falta de material de construcción) se encargaría de recogerlos para su uso personal. Otra forma más de decir: "Tiradlos en el primer sitio que no os vean". ¡Viva la certificación ISO 14001:1996 (ahora 14001:2004)! ¡Qué bochorno!. No pensaba pasar por esa situación tan vergonzante. Empezamos a recorrer calles con el vehículo hasta que encontramos un descampado en que se veía una gran cantidad de escombros. Esta era la nuestra: entramos y tiramos todos los bloques, pero cuando fuimos a salir del descampado, alguien había cerrado con una cadena muy gruesa y un candado. ¡Estábamos encerrados! y lo más seguro es que su dueño fuera a buscar a la policía. Con los nervios a tope y con grandes piedras intentamos romper los candados y la cadena. Pero para más presión aún, ¡apareció una vecina chillando y gritando que nos estaban grabando en vídeo y que nos iba a denunciar! Me decía sin cesar: "¿esa cadena es tuya para que la estés rompiendo?" y yo le respondía: "No, pero estoy encerrado y quiero salir" y ella volvía a preguntar a grito pelado "¿Y ese terreno es tuyo para que estés metido en él?" y yo le respondía: "No, pero cuando entré no había ningún cartel que dijera que es privado". Vamos, las respuestas de la desesperación. Se me cortaba el aliento, la respiración y el corazón parecía que se me salía del pecho. ¡Qué vergüenza más grande! Después de incordiarnos lo suficiente para amargarnos la existencia, la señora decidió largarse, a seguir "grabando" supongo. Yo no cejaba en mi empeño de romper los eslabones a golpes de piedra, hasta que mi compañero tuvo una feliz idea. Levantó la cadena por en medio y me dijo: "Pasa la furgoneta por debajo". Yo no lo veía muy claro. Lo hice y con algo de esfuerzo y alguna rayadura conseguimos salir de allí. Aquel vehículo literalmente voló sobre el asfalto cuando pisé el acelerador. Después de dar vueltas por decenas de calles, trazando un rumbo aleatorio, regresamos a la empresa. Todavía estábamos cardiacos, amargados, turbados, enfadados y deshechos. Me veía a mi mismo y a mi compañero saliendo esa noche en un programa de la tele sobre denuncias: tirando los bloques, intentando romper una cadena y escapando por los pelos, con el logotipo de la empresa bien claro en un lateral del coche, en primer plano, y unos titulares que dijeran: "Sinvergüenzas medioambientales". Aún lo recuerdo y me siento fatal. Nuevamente, gracias a la empresa y principalmente a mi estupidez por no cortar por lo sano, volvía a estar en una situación personal insufrible.
Más blancos que rojos, cruzamos la entrada de la empresa. La furgoneta estaba llena de polvo y escoria de los bloques. Nosotros igual o peor. Fuimos hacia el jefe que estaba allí, esperando para recibir su vehículo y largarse a la playa, y le contamos lo sucedido, incluido lo de la supuesta "cámara". No se inmutó mucho, en apariencia. Dijo simplemente:"Bueno, pues nos quitarán el certificado EMAS, ¡qué le vamos a hacer!" Nosotros desconfiábamos mucho de la tranquilidad con la que nos decía eso: o le importaba un comino o fingía. Mi opinión es que si llegamos a aparecer un par de días después en la tele y con una denuncia por medio, lo más probable es que nos hubiera acusado de haber actuado sin su conocimiento y nos habría hecho responsables de todo. Seguramente incluso, hubiera intentado echarnos basándose en una falta muy grave, para así disimular su total falta de respeto por las cosas. Afortunadamente o desafortunadamente no ocurrió nada excepcional y nuestra horrible existencia en aquella empresa estaba muy lejos de terminar. Yo, por si las moscas, cogí un barco y me largué lejos ese fin de semana. Necesitaba desahogarme en un concierto, ver a una persona y olvidarme por un rato de todo. Aún tendría que sufrir mucho más antes de salir por la puerta de aquella empresa; para no volver.