10 enero 2007

El trabajo sucio (el acercamiento)

Hoy les hablaré, estimados lectores, de un tema, que es general para muchos muchos muchos currantes y que para mí deja en entredicho todo el sistema jerárquico y de responsabilidades en muchas empresas. Para no pocas de ellas es un paradigma que cuanto más alto estás, más vales y más has hecho por la empresa. Pero, ¿hasta que punto es cierto en muchas de ellas? ¿qué pasa con los trepas, los lameculos y toda una serie de fauna cada cual más carroñera que la anterior? A pesar de que ocurra esto, ¿no es más triste y penoso que los propios gerentes se dejen seducir por sus artes, que valoren sus palabras vacías y halagos nada disimulados, por el solo hecho de saciar su acomplejado ego o camuflar su ineptitud y su absurdo sistema de valores, basado en "vales más por lo que aparentas que por lo que haces"?
No voy a hablar de ninguno de estos estamentos, sino lo voy a enfocar desde el punto de vista de los que hemos estado abajo (el mío en este caso). El tema en cuestión es: el trabajo sucio.
¿Qué es el trabajo sucio? Para mí, son una serie de tareas y responsabilidades desarrolladas y ejecutadas fielmente, con actitud y aptitud, que son fundamentales para el funcionamiento de una empresa, pero que son ignoradas, vejadas y humilladas por parte de las categorías dirigentes, aún sabiendo lo valiosas que son. Aún sabiendo que el reemplazo de las personas de confianza que las realizan, es extremadamente difícil, pero manteniendo a toda costa el yo estoy arriba y tú estás abajo y te jodo lo que quiero y cuando quiero, porque sé que vas a seguir ahí aguantando y sacándome las castañas del fuego.
Unos años antes de trabajar en esa empresa de informática cuyo nombre me irrita pronunciar, estuve trabajando (mientras estudiaba) un año y medio en el pub de moda de la capital de mi provincia. Por aquel entonces iba lo más pijo y lo más "cool" de toda la ciudad, provincia, región, estado y más lejos. Tenía mucho renombre, aunque la calidad del servicio, no era proporcional a sus precios y a su supuesta categoría. No porque los empleados no lo quisiéramos, sino porque los dueños iban a sacar la máxima tajada, antes de fundir el negocio. Yo trabajaba como "office" es decir, el pringadillo que recogía y lavaba los vasos, ponía hielo, llenaba las neveras de refrescos, reponía botellas, etc... Eramos dos y muchas veces sólo yo, para cubrir hasta tres barras. Nuestro trabajo era fundamental para que todo funcionara. Si hubiesemos fallado, todo el sistema se hubiera ido abajo. Podía subsistir, aunque a las camareras no les gustaba ensuciarse las manos y el servicio estaría seriamente mermado. Empezábamos a trabajar antes que nadie y terminábamos mucho despues que los demás. Me di cuenta de que si tienes unas buenas tetas, el trabajo es menos sufrido. Lamentablemente yo era tío y de apariencia corriente X-D. Recuerdo pasarme 10 horas seguidas literalemente corriendo, corriendo y corriendo, para atender a todo, y cuando tenía un momento libre , me tenía que poner a servir copas, o atender pedidos e incluso llegúe a ser encargado un par de veces. Pero por mi condición de ser pringadillo y "estar plano" ;-) mis jefes no consideraban mi trabajo igual al de las camareras, aún cuando hacíamos el doble que ellas y su propio trabajo cuando no tenían ganas de trabajar, es decir, cuando decían que les había dado una lipotimia. Cobrábamos mucho menos y nos trataban mucho peor, a pesar de ser las personas de confianza: las únicas a las que nos daban las llaves de todo y nos permitían el control del almacén, las cajas registradoras, etc... Es así. La versión es que las camareras atraen a los clientes... pero eso no quita que nosotros desempeñáramos nuestro trabajo de una forma más profesional, abnegada y diligente. Aún conscientes de eso, nuestros jefes nos pisaban. En una borrachera de uno de ellos (cuando todo hombre dice la verdad), el tipo nos comentó: "al único que yo contrataría de todos, para cualquier trabajo, es a Erkemao". Y yo: "¡Qué bien!" y pensaba: "¡Pero págame más y jódeme menos!"
La conclusión de todo esto, es que tus jefes saben la valía del trabajo sucio y de quienes tienen que realizarlo, pero a pesar de ello, remunerarán más a otros, que saben que son unos pelotas. Paradójicamente, lo que no se atreven a decirles a ellos, lo pagan contigo.
Para no aburrirles demasiado, les explicaré en el próximo post, como era el trabajo sucio en la empresa de informática, y realmente veremos, que da igual la rama laboral en la que te muevas. Ocurre lo mismo en todos lados. Muchos jefes son unos cobardes que tratan de olvidar tu valía mediante indirectas, broncas y cualquier cosa que les pueda apagar por un momento el remordimiento de sus acciones y sus complejos de inferioridad ante otros trabajadores, a los que en secreto admiran o desean, aunque estos últimos no hagan nada o su labor pueda ser "cuestionada" (por los demás empleados, no por los jefes).

09 enero 2007

Los clientes chantajistas

Al hilo de lo que he estado contado estos últimos días, voy a describirles una situación que me pasó con otro cliente. Lo podríamos englobar dentro del apartado de meteduras de pata, pero por su carácter excepcional y esperpéntico, le daremos un tratamiento a parte. Me refiero a lo chantajistas que pueden llegar a ser algunos clientes. Cronológicamente tendríamos que saltar hasta 2003 ó 2004 para hacernos eco de este suceso. Realmente no importa no llevar las fechas a rajatabla, lo que es importante es lo que ocurrió.
Teníamos cierto cliente (empresa) a la que le llevábamos el tema informático, tanto servicios como material. Había sido cliente nuestro por bastante tiempo, pero tampoco era uno demasiado antiguo.
Empecemos por el principio de esta historia. Yo, en mi condición de técnico de campo, tenía que visitar muchas empresas y clientes particulares para resolver problemas puntuales o hacer visitas para presupuestar redes, etc... Al cliente en cuestión me desplacé un día para sustituirle la fuente de alimentación de uno de los ordenadores de la oficina, que se había estropeado. El arreglo fue rápido y perfecto, pero nuestras fuentes de alimentación eran de mejor calidad y costaban su buen dinero. Poco tiempo después fui de nuevo para solucionar otro asunto, creo que era algo de configurar una red o una conexión a Internet. Esto no tenía nada que ver con lo anterior. El trabajo que realicé en primer lugar, todavía no se había satisfecho. En ese momento la gerente me comentó que la dueña (gerente principal) de esa empresa tenía un problema con una hoja en Excel que le habían creado uno o dos años atrás. Era una hoja que llevaba bastante bien temas del taller de esa empresa, pero que necesitaba modernizarla, para adaptarla a nuevos requerimientos. Lamentablemente la persona que había creado la hoja ya no se dedicaba a ello y no podía hacerlo, entonces me pidieron que si le podía echar un vistazo e intentar modificarla. Yo no tenía idea de Excel, pero bueno, era un reto interesante y además debido a los intentos de mi propia empresa por cargarse mi departamento, entendí que teníamos que prestar más servicios o buscar la manera de ganar más dinero, para que no nos estuvieran fastidiando todo el día. Durante un par de semanas y cuando tenía tiempo (mi tiempo personal), investigaba y probaba a adecuar la dichosa hojita de excel. Desde luego era un tema mucho más complicado que lo que yo había supuesto al principio. A trancas y barrancas conseguí implementar el cambio de una forma más o menos adecuada. También tuve que pasarme una noche en vela metiendo todos los nuevos datos que se habían introducido mientras yo buscaba la forma de arreglarla. Fue un trabajo duro, arduo y que me quitó mucho tiempo y sueño, pero al final estuvo listo. La entregué para que la probaran y trabajaran sobre esa nueva hoja modificada. Lamentablemente la persona que se encargaba de tales menesteres tenía muy poca simpatía por la tecnología y le costaba un sufrimiento extremo hasta la más simple de las acciones. Por alguna razón que desconozco, la hoja siempre bloqueaba la edición o inserción de contenidos al abrirla por primera vez. La solución más simple era ir a la opción del menú que había en el Excel y darle a desbloquear. Algo muy muy muy simple. Algo molesto, pero muy simple. Este hecho suponía una meta insuperable para aquella persona. Es así. Le era imposible de realizar. Por lo tanto se me comentó que si podía poner un botón que sirviera para desbloquear. Uno grande, que se viera bien, para evitarle tremendos sufrimientos a esa persona. Bien, yo estaba muy atareado en miles de cosas, y ya ese trabajo (que aún no se había cobrado, y del que yo esperaba una buena parte para mí, puesto que la mayor parte del esfuerzo lo había realizado en casa) estaba finalizado. El tema del botón podía esperar, según mi criterio. Pasó una semana o dos y aquello no gustó demasiado. Cuando se fue a cobrar los trabajos anteriores, esa empresa se negó en firme a satisfacer ninguna cantidad hasta que se solucionara el tema de la hoja Excel. ¿Qué tiene que ver el tocino con la velocidad? Había un trabajo de una fuente de alimentación y una configuración en red o conexión a Internet terminados desde mucho antes que la hoja Excel y se debían pagar. ¿A cuenta de qué se negaba esa empresa, basándose en otro trabajo particular que nada tenía que ver? Todo estaba hecho, y según las premisas iniciales. Pero no sólo se negaban, sino además de una forma bruta y grosera. A grito limpio, con insultos, etc... Esa gerente de esa empresa estaba acostumbrada a conseguir todo lo que quería gritando e insultando. Es una táctica que usan muchos clientes en muchas empresas. Para conseguir cosas, aunque sea ilegítimamente, arman un pollo tremendo para que les hagan más caso o poner a la empresa o los empleados en una situación embarazosa delante de otros clientes. Normalmente esta gente se sale con la suya, porque para evitar problemas, los empleados, acaban claudicando. Este tema me sucedió mucho más adelante con otro cliente desvergonzado y lo contaré en su momento. Bien, el caso es que yo no estaba dispuesto a hablar con semejante elemento que se creía que gritando e insultando lograría lo que quería. Estaba harto de chantajes de clientes. Los trabajos estaban hechos y tenía que cumplir su parte, que era pagar. Mi empresa, sin un dirigente con carisma, nunca llegó a cobrar esas deudas. Yo, por supuesto, me negué a tener relación o hablar con esa empresa, sobre todo después de haber intentado ponerme en contacto con ellos y darme largas. A ojos de ese negocio, sigo siendo una especie de villano. A mis ojos, estoy conforme con mi forma de actuar, por no transigir al chantaje. ¿Qué más cosas nos hubieran pedido y no hubieran pagado si les hubiésemos seguido el juego? Muchas, seguro. Podrían haber estado toda la vida exigiendo trabajos y negándose a pagarlos usando cualquier estúpida excusa. Ante clientes de este tipo, y si tu jefe no tiene los cojones de poner orden, lo mejor es tomar decisiones drásticas, antes de que se forme una bola de nieve imposible de controlar. Seguro que muchos de los que me leen se han visto involucrados en este tipo de tesituras, en las cuales sus empresas acabaron por doblegarse ante las ilegítimas exigencias de empresas y clientes sin escrúpulos.

08 enero 2007

Algunas meteduras de pata IV

Otro episodio que recuerdo fue un problema que tuve con una administrativa de una empresa. Este negocio era cliente nuestro y le llevábamos el mantenimiento desde hacía muchos años. La contrariedad desencadenó la ruptura de relaciones entre las dos empresas. Durante mucho tiempo creí ser culpable de lo sucedido. Lo que no sabía, y sí averigüé tiempo después, es que esa fractura llevaba tiempo abierta, y que mi proceder sólo fue la excusa para terminar la relación. Lamento este desenlace, puesto que dediqué mucho esfuerzo y tiempo personal en esa empresa y en muchos de sus directivos y trabajadores, y que la recompensa fuera utilizarme como pretexto para romper las relaciones, porque directamente no se atrevían, me dolió bastante. Esa empresa formaba parte de un grupo de empresas, que poco a poco estaban siendo llevadas informáticamente por un competidor de nuestra rama. Mi jefe, por la razón que sea, no conseguía atajar el proceso. Así fueron cayendo una, dos y tres empresas subsidiarias pero importantes y al final sólo manteníamos el sistema informático de la empresa principal. En esa época yo llevaba la mayoría de los mantenimientos, tal y como he venido contando estos días. Decidía el orden de prioridades y que se debía arreglar primero. Una de las administrativas de esa empresa venía arrastrando un problema con el ventilador del procesador. Hacía mucho ruido. En las ocasiones en que fui a mantenimientos a esa empresa, observé el problema, pero no le di importancia, puesto que el ventilador disipaba el calor adecuadamente y se trataba de una molestia, pero no un problema real. Como lo que tenía que hacer en esa organización era mucho y mucho más importante que esa nimiedad, fui dejando el asunto, hasta tener un poco más de tiempo para resolverlo. Advertí a la administrativa de que no había nada por lo que preocuparse, que su ordenador estaba bien y que esperara un poco. Pues parece que esta era la excusa que estaban buscando para terminar la relación contractual. La administrativa, seguramente presionada por sus superiores empezó a decir que el ordenador se iba a quemar y que no cumplíamos el mantenimiento. Su superior inmediato, aprovechó para incrementar aún más la bola de nieve y conseguir que los directivos principales (que ya habían hablado con nuestro competidor) rompieran los vínculos. Si eres un técnico informático y te ves en esta tesitura, asegúrate de arreglar este tipo de tonterías porque puede que se usen en tu contra. Este asunto me enfurece notablemente, por la falta de vergüenza e intrusión de la empresa en mantenimiento con mi trabajo. Es el equivalente a si voy a una administrativa y digo que todos los asientos contables están mal hechos, sin tener ni idea de contabilidad. Al final, como siempre, un cliente tuvo más poder y más decisión, aún siendo ignorante del tema, que un técnico dedicado a ese trabajo. No recibí ninguna bronca porque evidentemente todo el pescado estaba vendido desde hacía tiempo, pero pienso que mi empresa tenía que haber luchado más y exigir algún tipo de compensación y disculpa por esa forma de proceder. Como siempre, las relaciones de mi jefe eran oscuras y era difícil saber que más asuntos turbios había detrás, que desconocíamos, o que presentes o futuras relaciones intra/extra laborales se manejaban en la intimidad de los despachos.

07 enero 2007

Algunas meteduras de pata III

Una nueva metedura de pata que recuerdo, fue la venta de una tinta para impresora a un cliente, que por otro lado me caía bastante bien. El cliente, solicitó un cartucho que no se correspondía con su impresora, y claro, al día siguiente vino a devolverlo. Se lo cambié por otro, pero el primero ya había sido abierto. La política de la empresa era que no se cambiaba si había sido usado o abierto (cuestión, por otro lado, sensata), pero de eso me enteré cuando mi jefe me echó la "bronca". Suavemente, pero bronca. Supongo que a esas alturas el gerente sabía que me debía mucho y que no era apropiado darme caña por unas 5.000 pesetas (unos 30€), cuando seguramente el déficit de la empresa conmigo ya podía rondar un número de 7 cifras. En cualquier caso se sintió muy molesto y aunque quitándole hierro al asunto, se le notaba sus ganas de ser más contundente con el empleado inepto; éste que les habla. Como no podía hacerlo conmigo, empezó a insultar al cliente, diciendo que era un sinvergüenza y que no lo quería ver más por allí (cuando el cliente se había marchado, no antes... como les he contado, mi jefe, tenía cierto complejo para enfrentarse a la gente, pero por detrás y cuando no le oían, rajaba lo que hiciera falta). El caso es que ese cliente era un empleado de una institución, que años más tarde podría habernos dado trabajos importantes si hubiésemos llegado a un acuerdo, pero claro, ya en estos tiempos mi jefe estaba sentando las bases para que no fuese así.

Evidentemente, nunca más volví a recoger un cartucho de tinta abierto :)

06 enero 2007

Algunas meteduras de pata II

Otro suceso fatal, parecido al contado anteriormente fue la pérdida de toda la información de una cliente. Absoluta. En este caso, no pudo repararse el daño. Ese día me sentí realmente mal conmigo mismo al ver los llantos y la desesperación de la cliente.
Como siempre, se me dijo que tenía que hacer una copia de seguridad de unos datos de una cliente y formatear e instalar un sistema nuevo en su disco duro. Después de un par de malos sucesos como el mencionado ayer, me dediqué a hacer 2 copias de seguridad de los discos duros íntegros, antes de borrar nada. Gracias a que mi empresa era más bien tacaña y agarrada en medios, ese día no disponía ni de ordenadores ni de discos para poder hacer la copia. Sólo un disco duro de baja capacidad y un ordenador de algún cliente, como máquina para copias, si no recuerdo mal.
Mi rabia desde siempre fue provocada por no entender ciertas posturas de la empresa. Ofertaba a los clientes salvar sus datos, sin coste alguno, asumiendo la responsabilidad de las pérdidas de datos en muchas ocasiones; pero de cara a los trabajadores, decía que eso no era problema nuestro. Esto se traducía en que cuando había fallos, el jefe no ponía la cara y dejaba la tuya para los golpes. Si no disponíamos de los medios para garantizar esas copias, ¿por qué se ofertaban a los clientes? ¿por qué cada dos por tres, y cuando conseguíamos con piezas de segunda mano montar un ordenador para realizar copias de seguridad, se nos "insultaba" y se nos quitaba ese equipo para venderlo por poco dinero? ¿por qué no se respetaba nuestro trabajo y se nos ponía en situaciones comprometidas? Estas son muchas de las cuestiones que hacen que arda por dentro cada vez que las recuerdo. Esa forma tan miserable de dificultarnos el trabajo, de tirarse piedras a su propio tejado por parte del gerente, que se supone que es su empresa y su sustento.
Como iba diciendo, realicé la copia de datos (o al menos eso es lo que creo). Procedí al formateo e instalación de un nuevo sistema. Cuando fui a restaurar los datos otra vez, estos no estaban. Nueva sensación de ahogo. No podía ser. Yo los había guardado en un disco duro a parte, ¿o tal vez no?. Sea lo que sea que sucedió, los datos no estaban. Lo achaqué a una corrupción de ese disco, que había perdido la información. Si como yo quería, se hubiera hecho una segunda copia de seguridad, esto no habría sucedido, pero NO, mi empresa daba servicios a los clientes, pero no medios a los técnicos, y luego...¡ A joderse!
Tuve que ser yo el que le dijo a la cliente que había perdido la información y que esta no era recuperable. Era un tesis doctoral. Más de dos años de trabajo, perdidos. Pocas veces me sentí tan mal como en aquel momento. La cliente estaba totalmente destrozada, lloraba como si le fuera la vida en ello. Un espectáculo dantesco. Horrible. Me sentía el mayor villano del mundo, francamente miserable y mal. Con el tiempo he comprendido que no era culpa mía al 100%. ¿Cómo podía mi empresa lavarse la s manos? ¿por qué ofreció esa seguridad a un cliente, si no pretendía cumplir el servicio con garantías? ¿hasta que punto la responsabilidad de los datos es de los clientes, si no se les advierte de que al arreglar un ordenador se pueden perder? más aún, ¿cómo podemos evitar la responsabilidad de la pérdida si nos hemos comprometido a su protección?
El gerente era totalmente voluble en sus acciones y posturas. Un día te decía que los datos eran de los clientes y ellos eran sus custodios y otros te decía que había que salvar toda la información, pero sólo no te proporcionaba los medios, sino que además te los quitaba si los tenías. Lo lógico para mí sería: o rehusar a arreglar el ordenador en caso de pérdida de datos una vez advertido el cliente, o cobrar por rescatar esos datos, pero dando plenas garantías. El caso es que yo fui quien tuvo que pasar el mal trago, independientemente de mi responsabilidad. La empresa, como siempre, no estuvo allí para defenderme.

05 enero 2007

Algunas meteduras de pata I

En esta entrada, y en las próximas, voy a contar algunas anécdotas que me ocurrieron desempeñando mi trabajo. No soy perfecto y menos en este mundo de la tecnología, donde muchas cosas no son lo que parecen y donde las suposiciones a veces te llevan a desastres. Algunos errores fueron importantes y otros lo fueron menos. Unos totalmente míos y otros compartidos. En cualquier caso soy igual de abierto a la hora de contar mis sufrimientos como a la hora de contar mis fallos. También comentaré, desde la tranquilidad y reflexión que permite el paso del tiempo, que soluciones se debería haber tomado en aquel momento.
El primer gran error que tuve, afortunadamente sin consecuencias, fue la pérdida de todos los datos de una empresa. Algo parecido a lo que me ocurrió una vez cuando empecé a trabajar (y que narré en uno de los primeros post del blog) pero de una forma más imprevista. Un viernes un compañero que llevaba mantenimientos me entregó un disco duro para que salvara toda la información y para que formateara e instalara un sistema operativo con todos los programas básicos. De esta forma, él se encargaría de terminar el trabajo en la empresa cliente el lunes siguiente. Ese viernes no pude hacerlo, así que dejé el trabajo para el sábado que seguía. Realicé una copia de todo el disco duro a otro disco duro. Para ello, en un ordenador con un sistema Windows 95, coloqué los otros discos, para efectuar la copia. Una vez realizada, y como en aquel tiempo los formateos desde disquete llevaban demasiado tiempo, decidí ir más rápido formateando directamente el disco original, pero desde el propio sistema que tenía corriendo. Por algún problema desconocido que tenía ese sistema operativo, al ejecutar el formateo, no sólo se formateó el disco que yo quería, sino también el otro en el cual tenía la copia. Fue uno de los momentos más horribles que recuerdo. Me puse a buscar la información y no aparecía. Sentí un vacío en el estomago, un sudor frío, se me erizaron los pelos de la nuca y me quedé pálido. Mi compañero intentó ayudarme buscando un programa de recuperación de datos, que en aquella época no iban demasiado bien o nosotros no lo sabíamos utilizar apropiadamente. Ese sábado me marché a la una de la mañana, después de no haber obtenido sino datos corruptos. Esa tarde mi compañero y su mujer, me habían traído el almuerzo desde su casa, al ver la pinta de desgraciado que presentaba. Teniendo en cuenta que mi compañero y yo nos llevábamos muy mal y cada día teníamos roces, no puedo más que agradecerle su comportamiento y apoyo en aquel día tan desagradable. El siguiente domingo y lunes fueron malísimos. Cuando volví al trabajo el compañero que me había pedido la copia estaba algo mosqueado por el tema de los datos corruptos, pero me dijo que él había realizado otra copia antes de darme el original y gracias a eso, el problema no fue mayor. En ese disco que destruí sin querer contenía muchísima información y su pérdida hubiera sido irreparable, por no comentar las consecuencias económicas tan desastrosas.

04 enero 2007

De recibir "prácticas" a dar "prácticas"

Hola nuevamente. Ya estoy por aquí para contar nuevas y estimulantes aventuras en mi ex empresa. Tuve la suerte de estar unos días ausente de mi rutina cotidiana, lo que me supuso olvidar por completo a mi ex jefe, a mi ex empresa y a todo esto que me da vueltas en la cabeza. Aunque comenté con amig@s algo de mi vida en estos pasados años, lo sentí como alguien que cuenta una historia en tercera persona, totalmente fuera de lo ocurrido, y debo reconocer, que fue realmente tranquilizador. Al regresar de nuevo al hogar, retomé, para mi decepción, esa ansiedad que me produce enfrentarme a mis recuerdos, pero a pesar de ello, percibo que las cosas poco a poco siguen su camino hacia la tierra del olvido.
En esta ocasión les hablaré de como pasé de ser aprendiz a "profesor". Sí, la palabra está entrecomillada. Tengo cierta facilidad para enseñar a la gente. La suficiente paciencia, la suficiente constancia, la búsqueda de ejemplos equivalentes en la vida cotidiana que permitan entender más fácilmente la abstracción que puede suponer la informática y transmito la suficiente tranquilidad y seguridad como para estimular a los clientes que son reacios a aprender. Pero este no es el caso. Vale, dejo de tirarme flores y vamos al asunto en cuestión. Cuando volví al turno de mañana, mis responsabilidades se multiplicaron y muchos trabajos y clientes dependían directamente de mí, lo cual, como ya comenté, supusieron mi esclavitud en el trabajo, para poder llevar a cabo todo lo que había que hacer... (con el beneplácito de mi jefe, que en ningún momento se quejó de que estuviese trabajando al 200% todo el día). En abril de ese año, 2002 si la memoria no me falla, volvieron a traer alumnos a pesar de que mi jefe años atrás había decidido no dar más prácticas. Pero bueno, el local estaba hecho una pena, y se necesitaba a mano de obra gratis que lo limpiara. La mejor forma de conseguirla era dar unas "prácticas". Tal y como nos había sucedido a otras promociones, los nuevos miembros temporales de la empresa tuvieron que luchar contra la basura, el polvo y la mierda en sentido general. Una vez cumplieron su ritual de novicios, ya eran dignos de "aprender" algo. Como en ese momento yo era el técnico de calle principal de la empresa, se me asignó a uno de los chicos como "alumno". El problema residía en que yo estaba muy estresado y, como dije en algún post anterior, tenía mucha falta de práctica y conocimientos. De esta manera resultó que el propio alumno en prácticas era más apto para algunas labores que yo mismo. Cosa que no debe extrañar, porque durante los casi 4 años anteriores sólo me había dedicado a hacer trabajo sucio, en el sentido más literal de la palabra. No había tenido ningún curso, no había recibido ninguna formación por parte de la empresa y no había tenido tiempo ni medios para conseguirla por mi propia cuenta. El pobre alumno además tuvo que sufrir hambre y largas horas de carretera y estancia en empresas y clientes. Mucho más largas y agotadoras de lo que tenían que haber sido. Mi horario era muy "flexible", es decir, tenía que ser puntual para entrar a trabajar (siendo criticada la impuntualidad), pero la empresa veía con buenos ojos que tu jornada laboral no terminara nunca.
Recuerdo con cierto remordimiento las veces que volvíamos a las 5 ó las 6 de la tarde, porque las cosas se habían complicado en algún cliente. Creo que al final, el alumno acabo bastante defraudado con tan tremendo trajín y con el "profesor" que le había tocado, al cual superaba en conocimientos en algunos temas. Pero, ¿qué podía hacer yo? Nada, seguir tragando los desaciertos, malas prácticas y desatinos de mi jefe y esperar a que todo mejorara algún día. ¡Qué iluso!

29 diciembre 2006

¡Feliz 2007!

Hoy no me extenderé en agonías existenciales laborochungas. Seguramente no toque un ordenador en varios días, así que se salvarán, queridos lectores, de que les aburra el Fin de Año ;)

Desearles a todos una muy divertida Nochevieja y un muy buen comienzo de año y que dure por lo menos 12 meses.

¡¡¡ Feliz Año 2007!!!


28 diciembre 2006

El estrés de los mantenimientos

Ciertamente los contratos de mantenimiento eran una atadura de manos para mi empresa. Los clientes abusaban sin ningún tipo de consideración, gracias al amplio abanico de posibilidades que las cláusulas no habían cerrado. Se intentaron mejorar algo con el tiempo, pero en el momento en que la empresa se puso firme, los clientes desaparecieron. La empresa entregó móviles a todos los empleados y era nuestro modo de comunicación con la sede y con los clientes, además se podía hacer uso particular de él, con un límite de unos 12€. Yo seguía escrupulosamente estas normas y pagaba puntualmente mis gastos de telefonía adicionales, a pesar de que muchas veces llegué a dudar tener que satisfacer gastos a la empresa cuando ella a mí no me pagaba mi esfuerzo extraordinario. En cualquier caso, sé que puedo dormir tranquilo, porque nunca incumplí nada ni me aproveché de la empresa para uso personal. Esto puede sonar ciertamente gilipollas, pero uno se queda muy a gusto sabiendo que no le pueden cuestionar nada. Los clientes con mantenimientos conocían mi número de teléfono y siempre me estaban llamado para cualquier circunstancia, desde las más estúpidas hasta otras realmente importantes. La empresa era conocedora de que muchos clientes, basándose en el contrato llamaban por nimiedades, que muchas veces ni eran cubiertas por los acuerdos, pero se hacía la sueca y permitía que se nos diera caña, en particular a mí. Así me pasaba todo el día de un lado para otro resolviendo estupideces, que no se cobraban y que además hicieron correr el rumor en la empresa de que me dedicaba a ir de paseo con el coche todo el día. Mi responsabilidad era atender las llamadas de los clientes, por lo tanto tenía un tiempo de respuesta que era de 24 horas. Este tiempo era teórico, porque los clientes podían más que la propia empresa y conseguían hacer que dejara a la mitad lo que estaba haciendo, o dejara colgado a cualquier interesado para desplazarme a atender esas llamadas. El teléfono sonaba constantemente, y si no era un cliente reclamando mi presencia o echándome una bronca, era el jefe exigiéndome que dejara todo para desplazarme a otro interesado o "amigo" suyo. Eso significaba que luego tenía que volver a seguir lo que había dejado parado y el tiempo pasaba... así se me hacían las 7, las 8, las 9 de la noche... sin desayunar, sin comer, sin merendar, y a toda leche en la carretera... con un estrés inenarrable. Luego llegaba a casa, y de nuevo a buscar soluciones a los problemas del trabajo... Se hacía las 3, las 4, las 5 de la mañana... A las 7 de nuevo en pie, después de pegarme 2 ó 3 horas dando vueltas en la cama, temiendo lo que podía suceder al día siguiente... para luego oír o percibir frases como: "A erkemao se le pegan las sábanas", "tiene un horario flexible", "se da paseos con el coche....". Mientras tanto mi jefe no paraba de quejarse de los abusos de los clientes en mantenimiento, a la misma vez que hacía nuevos contratos en las mismas condiciones. Teníamos clientes que incluso antes de las 8 de la mañana ya estaban llamando y apurando, todo bajo las palabras escritas en los acuerdos. Por supuesto, para mí ni una palabra de aliento ni de consideración, al contrario, mi jefe opinaba, según mi criterio, que me estaba dando un sueldo que no me merecía. El próximo día más ;)

27 diciembre 2006

Las meteduras de pata con los mantenimientos

Como ya había comentado en el post anterior, el cambio de turno era una manzana envenenada. Al principio parecía una liberación de las frustrantes cargas de la tarde, y eso de ir los sábados a trabajar a primera hora (meticulosamente controlado) después de acabar los viernes a las 12 de la noche o más tarde, como que reventaba "un poco". No se trata de una circunstacia física, sino más bien mental. A lo mejor en un trabajo en el que estés a gusto y no te estén "puteando" todo el rato, se lleva mejor. En nuestro caso, se llevaba muy mal. Bien, con este nuevo horario, comencé una larga etapa de trabajo de sol a sol, porque literalmente se puede expresar de esa manera. Mi horario en vez de ser de 8 a 3 como el de el resto de compañeros de turno, se prolongaba hasta las 7 u 8 de tarde, con lo que volví a dejar de ver las puestas de sol, que tanto anhelaba cuando estaba de tarde. La razón de esta circunstancia se irá aclarando poco a poco. Para empezar a comprenderla les contaré el sistema de mantenimientos a empresas. Cuando estaba en el anterior turno, la organización había llegado a acuerdos con ciertos clientes (empresas en su mayoría) para llevarles mantenimientos. Algunos clientes particulares también se beneficiaban de este servicio, pero eran los menos y lo digo con mucho cariño, no daban excesiva lata. En pocas ocasiones tuve que cubrir esos mantenimientos, pero cuando se produjo el desafortunado cambio de puestos en la empresa, me tuve que quedar casi al 100% con el peso de esos contratos. El negocio pretendía, con claúsulas muy permisivas y bajo coste, atraer un gran número de clientes, que de forma conjunta generarían un beneficio importante y con relativamente poco esfuerzo, si se hacían bien las cosas. No recuerdo las tasas, pero sobre 2.000 pesetas por equipo y semana/o mes¿? en el que se incluía todo el tiempo de mano de obra y los desplazamientos. Esa era la teoría. El anterior compañero de la mañana llevaba el tema más o menos controlado, pero no tanto, ya que estaba pasado de vueltas con el estrés y con el trato que nos dispensaba cada día. Al ponerme a mí al frente de las nuevas tareas se producía una serie de dificultades: apenas había trabajado con redes en temas de configuración y optimización, apenas conocía los intríngulis de las empresas o los clientes, empezaba a hacerme mella el cansancio de años anteriores, no había una subida de sueldo acorde a las nuevas responsabilidades y se exigía que estuviera al mismo nivel que alguien que llevaba varios años desempeñando esos cometidos. Para colmo, los contratos de mantenimientos estaban tan mal diseñados que prácticamente daban carta blanca a los clientes para tener un servicio exclusivo todo el tiempo y con un coste ridículo. Esto alentó a las empresas a estar continuamente sobre la organización y sobre mí...

26 diciembre 2006

Regreso al turno de mañana

Como pringadillo del turno de tarde tuve la oportunidad de vivir muchas experiencias místico-sadomasoquistas en aquellas tardes y mañanas de sábado que discurrieron a lo largo de casi tres años. Hacia principios del 2002 (fecha que recuerdo vagamente y que podría ser antes o después) mi jefe me llamó de nuevo para cambiarme el turno. No puedo negar que me alegré un montón porque no soportaba el ritmo que estaba llevando hasta ese momento. El pensar que tendría un horario fijo de lunes a viernes, y que saldría como todo el mundo, a las 3 de la tarde, me llenaba de júbilo. Como todo en mi empresa, eso era otro espejismo. Era un regalo con sorpresa, y muy desagradable. Este cambio vino motivado, a mi entender, por la pujanza de alguna compañera nueva, que estaba ganando terreno, la consolidación del compañero comercial cuyas ideas tenían cada vez más peso en las decisiones del jefe hasta el punto de que él llevaba los pantalones en la empresa, y la innegable esencia maligna del gerente que empezaba a aflorar en forma de ambición y codicia ilimitada. Si no me equivoco, por esa época, mi jefe ya estaba moviendo los hilos de sus nuevas aspiraciones, que no sólo consistían en orientarse hacia el software, sino también, meterse en los politiqueos y subvenciones; campo, que le reportaría pingües beneficios con menor esfuerzo y que nos supondría la autofagocitación del negocio. El claro ejemplo de este proceso nace cuando se me propone el cambio de turno. Sólo cuando un espacio en la empresa no ha podido ser cubierto por nadie, he sido yo el encargado de ocuparlo. Esto significa que no se me escogía por mis cualidades o características, sino porque no existía nadie más para poner. Siempre el último o el penúltimo en la cola a pesar de demostrar día a día y con esfuerzo, trabajo y tesón mis aptitudes para el puesto. Aún así tenía un compañero que las pasó realmente canutas y a medida que pasaba el tiempo también fue a peor.
La teoría del desplazamiento que hipotéticamente sucedió en mi empresa es, a mi entender, la siguiente: compañera que vino en prácticas y de ascensión pujante obliga a desplazar al compañero que estaba llevando el peso técnico por las mañanas. Este compañero para ser reciclado, es empujado hacia el puesto de logística, del cual no tiene n.p.i. y no le gusta, lo que va a producir muchos problemas de adaptación y funcionamiento a corto, medio y largo plazo (lamentablemente conozco otra razón dada por la misma gerencia, pero que en este momento no puedo exponer). La compañera de logística es literalmente empujada de su puesto ( el cual le gusta y domina) hacia una nueva ocupación que la empresa crea para llenar el vacío que está produciendo con su actuación. Esta nueva tarea consiste en aprender y comercializar programas creados por la empresa y colaboradores, pero que sin una sólida base por parte de la organización, no llegan a cuajar en promoción y ventas. El puesto que ocupa la nueva compañera queda cojo, porque se necesita alguien que trabaje en la calle y se desplace a los clientes. De esta manera, el currante de la tarde que puede hacerlo soy yo. Al final de esta macabra operación se había conseguido desubicar a 2 personas que dominaban sus puestos dejando en precario estado parte de los cimientos de la empresa. Dos personas más habíamos sido reubicadas, pero no significaría un problema porque la capacidad de adaptación y trabajo supliría a medio plazo este desatino. Las consecuencias posteriores se traducirían a largo plazo en la eliminación de mi departamento; posiblemente después, en el cierre de la empresa, y en mi caso particular,en un par de años aún más horribles que los que había tenido, a los cuales siguieron otros dos aún peores.

24 diciembre 2006

¡Feliz Navidad!

Desaciertos convertidos en aciertos

Como ya he dicho alguna que otra vez, no todo siempre era malo. Había momentos para el relax y la tranquilidad. Lo que voy a contar ahora no tiene nada que ver con eso, pero es día de Nochebuena y hay que darle un poco de alegría al blog, jajaja ;) Hoy contaré una anécdota que tuve con un cliente, y que demuestra en parte que yo no era tan mal empleado como para haber sufrido lo que sufrí en aquella empresa. Ya, usted pensará que sólo me echo flores y no hago la autocrítica debida. Bueno, es el blog que escribo, y no me voy a poner mal todo el rato :D, además soy mi peor juez, y sí, la autocrítica emana y rodea a todas las entradas que he publicado.
Cierta vez, un cliente nuevo pasó por nuestra empresa. Solicitó un ordenador con determinadas características, o al menos se basó en los presupuestos que le hicimos. No sólo consistía en una torre y monitor, si no también impresora, escáner, módem, etc... Un equipo bastante completo. Además había que llevárselo a la casa e instalarlo. Por alguna razón inexplicable, todo salió mal. Cuando se le entregó el equipo, las características no eran las acordadas y el precio para nada semejante a lo estipulado. Ni que decir tiene que el cliente se encontraba francamente decepcionado. Como encargado de llevar el equipo e instalarlo, me encontraba sólo ante el peligro y me las tenía que apañar para salir airoso del percance. Con buena disposición, sinceramente y con seriedad conseguí evitar el enojo del interesado, conseguí además que se quedara con ese equipo y que nos solicitara otros servicios. Nunca, la expresión dar la vuelta a la tortilla, tuvo tanto sentido. Por supuesto que pasé unos momentos francamente tensos y como cabeza visible de la empresa, era el que iba a recibir todos los golpes, pero aquellos buenos clientes cambiaron de opinión. Cosas similares me habían pasado antes y me pasarían después, pero ninguna tan impresionante como aquella. Los años siguientes, siempre que querían algo preguntaban directamente por mí y siguieron siendo clientes nuestros hasta que la empresa decidió que no le interesaban los usuarios domésticos, a no ser que fueran altos cargos en algún sitio importante. Pero eso es otra historia y será contada más adelante.

23 diciembre 2006

Las incomprensibles palizas de última hora

Aunque el título de la entrada suene muy violento, no me refiero a confrontamientos físicos ni a ningún otro tipo de violencia gratuita por parte de la empresa... Creo que mejor corrijo mis palabras, porque lo de violencia gratuita tal vez pueda ser aceptado.
Todavía no he abandonado aquellos maravillosos primeros años de esfuerzo y servidumbre, donde el sol calentaba con sus rayos y los pajaritos cantaban alegres en las ramas de los arbolitos. Por aquel entonces, confome a nuestra condición de pringadillos, nos veíamos envueltos en argucias y sinsentidos de forma habitual. Una de las tétricos ejemplos que puedo recordar y que se repitieron varias veces, son los encargos demorados hasta última hora. Me explico. Por ejemplo, mi jefe había llegado a un acuerdo con un cliente para entregarle 20 equipos nuevos. Disponíamos de un mes o dos meses para hacerlo. Teniendo en cuenta el trabajo y el esfuerzo que se realizaba cada día, lo correcto y lógico sería ir ensamblándolos a partir de las últimas dos semanas, o incluso antes. De esta manera, cuando llegara la hora de la entrega todo estaría correcto y en condiciones. ¿Por qué hacer las cosas sencillas, cuando se pueden complicar hasta la saciedad? Eso debía pensar mi jefe. Así que hasta el día anterior a la entrega no había nada hecho, y no había llegado el material. ¡Me encanta la presión! Pues en pocas horas había que hacer el trabajo que se podía haber realizado con calma y perfección en días anteriores. Todo con prisas, montar un montón de equipos con hardware que no conocíamos, que además debían llevar todos su sistema y tener suerte de no fallar, porque el material que se traía era bastante justo. Claro, como no daba tiempo, teníamos que continuar fuera de horas de trabajo: con agobio, presión, indirectas y sin cobrar. Y que no se te ocurriera ni rechistar, porque entonces ofendías a la empresa. Resulta macabro. ¿Por qué se hacía esto así? Desde el punto de vista del que les escribe, no se debía a un problema económico de la empresa para conseguir el hardware, no se debía a errores en el transporte... se debía a que a mi jefe le interesaba sacar el mayor beneficio posible a esa mercancía. Si negociaba unos equipos de determinadas características con base a entregarlos meses después, lo más lucrativo es esperar hasta el último momento y comprar el material sensiblemente más barato que lo presupuestado. Habitualmente ocurría eso. Pasaba el tiempo y los componentes bajaban de precio. Como lo que se presupuestaba iba a misa, lo que se vendía ya estaba algo obsoleto en el momento de la entrega. Además, hacía trabajar a sus empleados fuera de hora y sin pagar ese tiempo. Más beneficio. Además, se "vengaba" de los que él consideraba vagos, es decir, nosotros. Más beneficio personal para él. Pero claro, no se encontraba allí a altas horas de la noche supervisando o echando una mano. Sin embargo sí exigía que todo estuviera bien costara lo que costara ( a los demás).

22 diciembre 2006

Los trabajos de redes adeudados

En esta nueva ocasión, y siguiendo el hilo de la narración anterior, mencionaré otra de las deudas demostrables que me quedó pendiente en esa empresa en la que trabajé. Hace unas semanas en el post titulado Los traidores al jefe, comenté como, a parte de los pringadillos oficiales, existía otro miembro que también estaba en una situación algo mejor que la nuestra pero lejos de la idónea. Este compañero se dedicaba a montar las redes físicas para clientes, a parte de instalaciones eléctricas y telefónicas. También llevaba temas de configuración. Cuando él dejó estas actividades, a principios del año 2000, no había nadie para hacerlas, puesto que el otro compañero que llevaba esos temas, ya estaba liado con otras cosas. Dejar de hacer esos trabajos no sólo suponía mucho dinero, sino perdida de fidelización de clientes y ventas extras. Si un cliente quiere comprar unos equipos y además hacerlos funcionar en red, no va a estar yendo a dos empresas para realizar el trabajo. Prefiere que una se encargue de todo. Eso significa para el negocio: vender ordenadores nuevos, cablear, configurar, vender accesorios, etc... Mucho dinero en horas de trabajo y equipamiento.
Para poder continuar, el jefe y el compañero de la mañana llegaron a un acuerdo y me lo propusieron. Consistía en montar las redes fuera de horas de trabajo, porque no había tiempo para hacerlo en otro momento y repartir entre los tres el tiempo de mano de obra facturado. No eran muchos los trabajos que había que hacer, pero por lo menos yo veía que tiempo el tiempo extra realizado iba a ser bien remunerado. Además con este compañero, el estrés era la nota dominante. No te dejaba ni respirar. De esta forma, se hacían los trabajos bastante rápido. Era una quemada tremenda, pero se supone que bien recompensada. No sé cuantos hicimos al final, pero calculo que unos 7 u 8. Los 4 primeros trabajos fueron abonados conforme a lo estipulado, pero, pero, pero los siguientes no (por lo menos a mí). Pasaba el tiempo y no se satisfacía el importe. El jefe decía que tenía problemas para cobrar esas obras. Tengo mis dudas al respecto. El caso es que pasaron los años y en la misma reunión que le exigí los finiquitos, le reclamé el pago de las faenas, por lo menos en mercancía. Me dio la razón, pero con una cara como de decir: "ahora me vienes con estas". Me llevé mercancía, pero como comenté ayer, ni por el importe adeudado ni de una forma digna. La factura que hice, me convirtió en el principal moroso de la empresa, lo cual nunca entendí. Casi al cierre del negocio se arregló ese tema, pero... con ciertas mentiras. Al final no sólo perdí el dinero que todavía me restaba, sino teniendo en cuenta que la inflación había subido un 20 ó 25% en esos años, habría que sumar la devaluación del valor del dinero para ese intervalo. Tenía que haber seguido el consejo de mi compañero, que me dio a entender años antes; que si no cobraba que me debían de alguna manera no lo vería nunca.

21 diciembre 2006

Los finiquitos perdidos

Dejando un poco el tema navideño-festivo, el cual ha acaparado la última de semana de entradas, voy a contar uno de los muchos errores que cometí en esa empresa. Se puede ver desde dos puntos de vista: desde el trabajador que no exige sus derechos por miedo a la reacción empresarial, por no causar malestar o por no comprometer a la empresa cuando pasa dificultades económicas, con la esperanza de que esta responda en épocas de vacas gordas, y desde el punto de vista del empresario, que pasa olímpicamente de sus obligaciones porque no le da la gana darte tu dinero o porque espera que se cumpla el plazo para que no se le reclame.
El asunto en cuestión fue la pérdida de dos finiquitos que tuve en el periodo anterior a 2001. En esta época, como contaba en anteriores entradas, la empresa me hacia la jugada de cambiarme de organización cada seis meses para evitar dejarme fijo. Evidentemente, al término de cada contrato lo estipulado es pagar el finiquito. Se supone que de forma voluntaria la empresa debe hacerlo, sin necesidad de tener que reclamárselo. En mi caso, y en el de mucho trabajadores, si quieres tus derechos debes pelearlos. Yo perdí los dos finiquitos por aguantar y no exigirlos, pensando que la empresa entendería el esfuerzo que estaba haciendo para no comprometer su situación económica, pero aguardando a que una vez las cosas mejorasen, el negocio no tuviera inconveniente en pagar lo debido. ¡Qué iluso! Tanto la primera como la segunda vez, mi compañero, que también se encontraba en la misma tesitura, cambio el dinero por material (monitor, placa base, etc...) y me decía: "Ya que sé que no me va a dar el dinero, por lo menos que me pague con otra cosa. Haz lo mismo o lo pierdes". Yo que soy muy cabezota a veces, le respondía que esto es una deuda de la empresa, independiente de plazos legales de pago y cualquier circunstacia. Es una deuda y la empresa me pagará cuando pueda. Pasaron un año y medio y volvió a ocurrir lo mismo. De la misma manera me habló mi compañero y de la misma forma le respondí yo. El tiempó siguió pasando y yo no veía ni un duro, ni siquiera un mínimo interés por parte de la empresa en pagar o hacer un gesto tipo: "sé que te debo un par de finiquitos y en cuanto pueda te pago". Un día me presenté ante mi jefe y le dije: "tienes unas deudas pendientes conmigo (por supuesto que no se acordaba, pero débele tu algo para que veas que no se olvida)y como veo que la empresa siempre tiene "problemas", prefiero renunciar al dinero y que me pagues con material". Mi jefe no tenía muy claro eso de las deudas, me dijo que lo miraría (nunca lo hizo) y que bueno, me llevara mercancía en precio equivalente a lo adeudado. Así lo hice, pero me quedó todavía un remanente a favor, puesto que a parte de los finiquitos existían otros deudas insatisfechas. Saqué el material e hice una factura que se supone debía ser anulada o saldada por el negocio. Pués no, la factura se quedó como factura y yo como moroso. Jajaja, increíble. Pasé de ser acreedor a ser deudor de lo que me debían a mí. A genios como este deberían darle el Nobel de economía.

20 diciembre 2006

Las felicitaciones de Navidad

Con esta nueva entrada doy fin al ciclo de post navideños. Les recuerdo que en la ocasiones anteriores se había abordado: la cesta de Navidad, la comida de Navidad y los adornos de Navidad.
Las tarjetas o lo que también se denomina "christmas", son pequeños trozos de cartón decorados qué sirven para demostrar afecto y expresar buenos deseos para las fiestas y para el año venidero. A efectos empresariales, según mi opinión, son un detalle que puede servir para valorar el nivel de relación con empresas y clientes. Por otro lado es una costumbre muy extendida y no seguirla, a veces, conduce a avivar o encender ciertos recelos. Como detalle, no tiene que ser ostentoso, pero dependiendo de quien lo reciba se puede interpretar la sobriedad o lujo de muy diferentes formas, desvirtuando de esta manera, la condición de mero transmisor de ilusiones y buena fe, que es lo que siempre debería ser. No consigo recordar, en este momento, si mi empresa hacía uso de este medio con proveedores y clientes. Sé que nuestra organización recibía tarjetas y presentes por parte de otras empresas y puede que algunos clientes. En mi caso particular, algún cliente me llegó a enviar una felicitación por correo electrónico. Por mi trabajo y escaso tiempo, no era una actividad que realizara nunca, y creo que tampoco me correspondía hacerla. En cierta Navidad, hace pocos años, se pidió a una compañera de diseño la elaboración y inserción en nuestra página web de una felicitación ( y no tarjeta propiamente dicho). Ella, conforme a su criterio, puesto que no se le había dado ninguna indicación precisa, diseñó una con un motivo en la que aparecía algo de carácter religioso. Parece obvio. Es algo apropiado para las fechas. No se va a poner un motivo aludiendo a las carreras de cangrejos en las playas arenosas de atolones tropicales. Bien, como mi jefe tiene una fijación obsesiva con esos temas, cuando vió el resultado en la pantalla, montó en una cólera desproporcionada. Se enfureció como pocas veces. Sólo le faltaba echar espumarajos por la boca. Creo que todos los presentes y todos lo que oímos la historia después, seguimos intentando asimilar que pasó por su cabeza. Bociferaba y gritaba como un energúmeno. No recuerdo las palabras exactas, pero venían a decir algo así como que: no toleraba eso, poco menos que era un insulto y una falta de respeto hacia él, que a quién se le había ocurrido tal desfachatez, que lo que el quería era un pequeño detalle , pero que a nadie se le ocurriera poner un motivo como un nacimiento o una figura... Bueno, y no sé que más cosas. Aquello parecía el principio del Apocalipsis. Históricas son las salidas de tono del gerente ante cosas que no merecían tanto derroche de energía. Alguna más contaré que lo demuestra. Desconozco que le veía mal a todo aquel asunto, pero un simple: "no me gusta, pon otra cosa" creo que hubiera sigo suficiente. Al final no sé como acabó todo. Si se puso otra cosa en la página web o se abandonó todo intento posterior. Tal vez uno de nuestros más entusiastas comentaristas, Nashgoul, pueda aclararnos algo ;) En cualquier caso, no se había hecho antes y nunca más se volvió a hacer, y de esta manera, seguimos gozando de descoloridas fiestas invernales hasta que cerró el negocio un par de años más tarde.

19 diciembre 2006

El nuevo programa de facturación VII (la conclusión)

La conclusión más interesante de todo este desacierto se produjo en las Navidades de ese año de 2001. Mi jefe quería aprovechar ese momento para comercializar el programa entre los empresarios de la ciudad, que se veían acorralados por la caducidad de sus aplicaciones. Así los meses anteriores ya había estado en contacto con muchos propietarios de negocios. Claro, es difícil vender y enseñar un programa que ni tú mismo controlas (incluso teniendo en plantilla algún comercial agresivo y mucha verborrea y fantasía), a no ser que tengas algún empleadillo que se dedique a hacerle el trabajo a las PYMEs. Por supuesto, de forma gratuita, de esa manera tu jefe queda muy bien ante los interesados y gana prestigio. Mi superior, según mi criterio, no se atrevía pedírmelo directamente porque sospechaba que yo exigiría una compensación. Así intentó forzar las cosas, soltando las típicas indirectas de que la empresa tenía dificultades, de que todos teníamos que arrimar el hombro, de que había que hacer un esfuerzo, de que la empresa se sacrificaba mucho y los empleados tenían muchas ventajas y no demasiadas obligaciones y patatín patatán (esta última expresión era frecuentemente utilizada por mi jefe). Algunas de estas cosas las decía directamente, otras disimuladamente y otras poniendo carita de perrito abandonado.
Teníamos un cliente nuevo que inauguraba una zapatería en esas fechas. Le llevé el equipo, impresora de tickets, lector de códigos de barra y resto de aparatos, además de instalarle la aplicación y explicar someramente su uso a una de las chicas de la tienda. Siempre estaba en contacto telefónico para cualquier duda o consulta que se pudiera producir. Me desplazaba de vez en cuando unas calles más abajo para explicarles (como buenamente podía) como usar el software. Lo que no hice, fue irme por las mañanas en mi tiempo libre a darle de alta productos y estar allí continuamente supervisando el funcionamiento del programa. Notaba que mi jefe estaba ansioso y esperando que cometiera el mismo error que años atrás, es decir, trabajar en mi tiempo de vida para que él quedara bien delante de los clientes, pero sin pagar ni un sólo minuto de semanas de trabajo. Sin meditarlo ni tener remodimientos, simplemente no volví a caer en la trampa, a pesar de que el gerente me rondaba esperando que claudicara. A partir de aquel momento, en el cual su imagen quedó levemente deteriorada a la vista de algunos clientes, la relación conmigo se volvió algo más fría, seca y vengativa. Un año y pico después, ya fue complemente pendenciera. Una de las cosas que no podía soportar mi jefe era quedar en evidencia, y les puedo asegurar que quien lo pusiera en esa tesitura, era motivo de su encubierta represión.

18 diciembre 2006

El nuevo programa de facturación VI (la continuación)

Hacia septiembre - octubre del año 2001 realizamos nuestras primeras simulaciones de cambio de programa. El traspaso de datos entre las aplicaciones fue imposible, después de muchas peleas y muchas broncas entre las dos empresas. No se podía sin perder parte de la información. Era un problema que seguramente le sucedió a miles de empresas, que cambiaron de software ese año. Las simulaciones resultaron desastrosas. No se parecían en nada las dos aplicaciones (la que llevabámos utilizando varios años y la de reciente adquisición). Acostumbrados a una forma de trabajar, resultaba altamente engorroso adaptarse a un programa nuevo, que además no cumplía partes fundamentales de nuestro funcionamiento. ¿O tal vez sí, y nosotros no lo sabíamos hacer?. Se tuvo de que dar de alta de nuevo casi todos lo artículos, tipos de pago, etc... y seguramente más cosas que controlaban logística y programación. Se crearon etiquetas para cada artículo. Tuvimos la empresa al mínimo durante una semana, en la cual el 90% de los empleados estábamos dedicados a una sóla cuestión, que era el programa. Aquello fue un desbarajuste completo. Las quejas surgían por doquier y el descontento era generalizado. Nos costaba un mundo hacer las facturas y encontrar los datos de los clientes. Pués bien, ese software lo estuvimos utilizando alrededor de un año entero, tras el cual, volvimos a cambiarlo por otro, es decir, otra vez la locura.