La empresa había ido dejando atrás a un montón de compañeros en su camino. Como un fuego de artificio que va quemando rápidamente la pólvora en un reguero infernal y brillante, nuestra empresa tuvo un final parecido. A medida que iba inflamando su combustible, dejaba un resto de cenizas ardientes que eran los empleados. A poco de que la organización acabara su camino, otro compañero busco mejor suerte. Al contrario que los fuegos artificiales, no acabamos en una explosión de color y brillo.
Este era uno de los nuevos compañeros que se habían incorporado en el 2004. Tal vez seducido por promesas de una empresa seria y el espejismo de una gestión eficiente, se adentró en las tinieblas de Acme S.A. Desde el principio se mostró combativo. Traía unas ideas que no se correspondían con la política y la "fe" de la empresa. Esto le supuso muchos y variados roces con todo el sistema que mi empresa quería implementar. Consciente de que las cosas sencillas y probadas son más seguras y rentables que los experimentos grandilocuentes, manifestó claramente objeciones al software y las herramientas que la empresa quería desarrollar. Se le dio tiempo para adaptarse y aprender, pero no se le dijo que en X meses tenía que tener a punto una serie de programas. Cuando llegado ese momento todavía no se había realizado ese "objetivo oculto" se le acusó de ser el desencadenante de los problemas del negocio. Nuevamente mi empresa nos volvía a sorprender con otra lección de "culpa a otro y sobrevivirás". Como he ido narrando todos estos meses, a cada empleado nos tocaba en algún momento ser los culpables de la marcha negativa de la organización. Curioso planteamiento ¿Alguien sabe si se enseña en algún curso de dirección empresarial?
Totalmente arisco con la burocracia de la empresa, la cual entorpecía el trabajo en vez de facilitarlo, criticó duramente a quien era "intocable e incuestionable", lo que le valió automáticamente la ira eterna del gerente. Su relación con el acólito número 1 le supuso un estigma adicional, cuando éste "dejó" la empresa. Estaba en el punto de mira, en cierto modo. Pero no puedes despedir a quien lleva una parte fundamental de los proyectos sin acabar contigo mismo. Eso retenía la lengua de mi jefe. Por otro lado el gerente, que siempre presumía de ser inteligente, a la vez que no tenía idea alguna de informática, le daba a este compañero la excusa perfecta para dejarle sin palabras cada vez que intentaba entrometerse en asuntos técnicos y de programación. Mi jefe no se atrevía a hablar delante de él, porque cualquier error que cometiera o cualquier estupidez que soltara iba a ser denunciada delante de todos. Más de una vez vi como el compañero dejaba en entredicho al gerente en medio de la sala y momentos después oír golpes fuertes (de rabia contenida) en el despacho del jefe. Era algo increíble. No sé en cuantas empresas un empleado puede dejar en evidencia a su jefe. Esta no es una forma de hacer amigos. Cuando salió por la puerta de atrás (como todos) quedaron muchas cosas pendientes y sobre todo las frasesitas típicas del gerente: "no era tan bueno...", "la empresa le dio más a él que él a la empresa...", "No tenía mucha idea..." Y por fin la oración más impactante que había oído en todos estos años: "Me trataba como a un idiota". Por supuesto, nada más salió por la puerta, se cambiaron todas las claves de ordenadores, servidores, se le deshabilitó la cuenta de correo y cualquier otro servicio que tuviéramos constancia que hubiera utilizado.
Pero hubo más. En las aplicaciones que estábamos desarrollando, había una importante aportación suya, que además sólo conocía o dominaba él. Al irse, la empresa se quedó sin recursos en ese área. Tuvimos que buscarnos la vida para intentar resolverlo. A medida que avanzábamos y descubríamos como hacer las cosas, el orgullo de mi jefe iba creciendo: " lo hemos sacado sin fulanito, así que no era tan listo como él se creía". Al final le tuvimos que llamar y pedir su ayuda para terminar de resolver los problemas; ayuda que prestó sin compromiso alguno, para vergüenza de mi jefe.
Apenas un año y medio antes, la empresa contaba con 20 empleados y en este momento sólo éramos 4. El compañero que estaba de baja también había dejado la empresa de una manera muy indigna para los 8 años de sacrificios y esfuerzos que había dado a la empresa. Por supuesto se fue por la puerta de atrás, como no podía ser de otra manera para un pringadillo. Como una burbuja que se expande hasta explotar, tuve el dudoso honor de presenciar la muerte de una empresa. De un negocio cuyos empleados eran profesionales y abnegados, dedicados y eficientes.