13 junio 2007

Más trabajos gratuitos mientras la empresa se hunde

Otro nuevo testimonio para reír, llorar, o llorar de la risa. A ver como se los explico sin que me apedreen el blog... Tú conoces a gente que tienen una organización más o menos conocida, más o menos antigua y más o menos elitista. Son clientes tuyos. Ellos, además, conocen a más gente, que conoce a más gente que se mueve dentro del rancio abolengo*. Como te gusta presumir y aparentar, les estás haciendo la pelota todo el rato. Ellos te imponen ciertas pautas y tú las sigues, sin considerar siquiera mantener tu postura como persona a respetar. Les haces un trabajo importante, por el cual cobras poco. Por si no fuera suficiente, luego se quejan de que no les gusta el trabajo. Lo hacen después de haberlo aceptado. Tú como no quieres que te excluyan de su círculo o de las "posibilidades" que ofrece ese círculo, cedes y aceptas su chantaje. Repentinamente apareces un día en el trabajo, del cual eres jefe y les dices a los empleados que tienen que ir pensando en hacerle un nuevo trabajo a esos "amigos" y además gratuitamente. Pero ¡vaya! resulta que tu empresa se está yendo al abismo, no has pagado a tus empleados y las posibilidades de cobrar y de conseguir que el negocio al menos no caiga más, dependen de que los trabajadores puedan terminar los proyectos que sí les van a remunerar. Pero ¡no! como tú tienes en mente unos objetivos más sublimes, sigues dando "la lata" para que los empleados atiendan a quien no les va a dar de comer. El fin de esta historia, entre otros, acaba con unos técnicos enfadados por tus tonterías.
Pero ricemos el rizo. Imagínense que tienen un cliente al cual le hacen un trabajo. Se tarda bastante tiempo, pero al final, el interesado acepta todas las condiciones. Con la confirmación de éstas, se realiza el proyecto. Se le presenta, se le entrega una documentación y una ayuda que ni siquiera debiera tener, se instruye a un empleado de esa entidad en el manejo del software y se (siguiendo las indicaciones del cliente) terminan y entregan unos cuantos detalles más. El cliente ha abonado parte de lo convenido y puesto que ya está terminado el trabajo, se pasa a cobrar lo que resta. La respuesta de la entidad es: "no te pago porque no me gusta o no me parece que esté terminado". Tú vuelves con el rabo entre las patas a la empresa. Al final el cliente tiene su nueva y flamante página web y a mitad de precio. Teniendo en cuenta nuestros apuros económicos y que el trabajo había sido finalizado conforme a las exigencias del cliente, lo que deberías hacer es evitar cualquier insulsa diplomacia y directamente deshabilitarle la página web y poner un texto en el que se explicite la causa del cierre, es decir, "morosidad o impago". Pero claro, son un selecto club del cual te gustaría formar parte y codearte con sus socios, así que te aguantas y dejas que te tomen el pelo. Esta es mi opinión. ¿Eres tú a quien me refiero? O_o


* Según wordreference.com

abolengo

  1. m. Ascendencia de una persona, especialmente si es ilustre:
    una familia de rancio abolengo.
  2. Herencia procedente de los antepasados:
    bienes de abolengo.

12 junio 2007

I call you about an invoice

"Can llu ripitin plis? " "Ai don andestar" X-D Algo así era la conversación que un par de veces a la semana mantenía con una chica que nos llamaba desde el extranjero, de Inglaterra, o por ahí. Bueno, mi inglés no es tan malo, pero se pueden hacer una idea ;) .
Entre el enorme rastro de deudas que iba dejando la empresa por doquier, se encontraba la del software tan importante que había decidido comprar para crear la imagen de Acme S.A. No se trataba de una entidad cualquiera, sino de una importante compañía de software que tenía sus principales clientes allén* de los mares.
Al principio todo muy bien, pero luego... Mi empresa había pensado en comprar demasiadas licencias para lo que en realidad iba a necesitar y todo fueron buenas maneras y atenciones. Estábamos tratando de crear un buena relación con el proveedor y ser un referente en cuanto a programación y gestión de la base de datos que vendían. De esta manera, ellos podrían ponernos como ejemplo del funcionamiento de su software. Cada licencia era bastante cara y cuando no tienes dinero para pagar a tus empleados, menos lo vas a hacer con los proveedores. Así, los técnicos cada vez que cogíamos el teléfono nos encontrábamos con la desagradable situación de tener que decirle a alguien, y en su idioma, que nosotros no éramos los que pagábamos, que era el "manager", que hablara con él. Evidentemente, mi jefe "no se encontraba" en muchas de esas ocasiones en que nos llamaban. Aquello pasó a convertirse en un juego: la llamada iba de un teléfono a otro hasta que la chica se daba por aludida y colgaba.
Cuando por fin pudo hablar con el jefe, éste, como buenamente pudo, le dijo que le enviara por correo electrónico y por escrito todo lo que le quería decir, porque no entendía nada de nada. Como yo estaba cerca de la puerta, podía oir la conversación, y bueno, esa mañana sí que me reí. Más tarde pude enterarme de que la empresa estaba tratando de llegar a un acuerdo para sólo pagar la licencia en uso y no las otras. No sé que pasaría al final. El contacto que teníamos en esa empresa hacía ya mucho que había renegado de mi jefe. Yo mientras tanto seguía usando el servicio de atención al cliente, mientras no me dijeran otra cosa.
Todavía recuerdo esas conversaciones telefónicas, tratando de explicarle a la chica que no éramos los jefes o directivos de la empresa y que no sabíamos nada de las facturas y que no podíamos resolver la cuestión que nos planteaba. Aprenda inglés comercial en pocas llamadas: "cómo desembarazarse de un proveedor obsesivo". ;)



* Según la Real Academia Española

allende.

(Del lat. illinc, de allí).

1. adv. l. De la parte de allá.

2. adv. c. además.

3. prep. Más allá de, de la parte de allá de.

4. prep. Además de, fuera de. Allende DE ser hermosa, era discreta.


11 junio 2007

Nadie apuesta a caballo perdedor

¿Cuánto tiempo se puede esconder una mala situación sin que nadie se entere? Mucho o poco, depende. Hay quienes saben llevarlo bien y sólo unos pocos perspicaces e informados son capaces de darse cuenta de lo que pasa en el interior y hay quien no lo puede ocultar porque es demasiado obvio todo lo que pasa. En este contexto, todo fluye de una manera muy rápida, sin que dé tiempo a nada. Cuando crees haber escapado de una situación comprometida, otra más grave hace su aparición. Mi empresa no iba a escapar. Los acontecimientos se precipitaban de golpe y en masa, llevándose todo vestigio de supervivencia. Así los rumores se extendieron como la pólvora. Hasta los clientes más lejanos tuvieron noticias de nuestros problemas. Esto derivó en una serie de llamadas constantes, todas con el mismo mensaje: "Hemos trabajado bien con ustedes, pero en este momento no nos dan garantías de poder atendernos en el futuro". Los clientes se iban y no podíamos darles ninguna buena razón para que se quedaran. Todo quedó en cumplidos y buenas intenciones: "Si más adelante la empresa vuelve a ir bien, estaremos en contacto". Ya casi sin clientes, ¿qué futuro iba a tener la empresa? ¿otro caballero blanco? ¿otra solución desesperada en el último momento? ¿la venta de los locales para sanear la economía de la empresa, y buscar alguna oportunidad empezando de nuevo en un garaje? El jefe seguía contándonos bonitos cuentos: "tal y como lo veo, en poco tiempo habremos salvado la situación, en un par de meses más tendremos funcionando todos los productos y de aquí a final de año estaremos rumbo a la Luna"... Supongo que para unirnos al resto de los lunáticos.
Mientras tanto algunas de las frases y palabras que se le escapaban, incrementaban mi desconfianza y si las cosas salían como él quería, más de uno se quedaría en la cuneta. Ciertamente mi pensamiento era siempre negativo. Me lo había enseñado la experiencia.


10 junio 2007

Nos hackearon el servidor

¿Qué más cosas le podían pasar a una empresa a la que todo le iba mal? Pues por ejemplo, que le metan un "gusano" en el servidor de páginas Web, FTP y correo. Fue la gota que rebosó un vaso lleno de mala suerte. Digamos que pocas cosas más nos podían pasar.
Aunque de cara a los clientes dábamos la impresión de ser los gestores de una serie de servidores WEB, la realidad era que teníamos contratado el servicio a otra empresa. A los clientes les decíamos que eran nuestros y que la gestión era nuestra. Luego cuando hubo problemas empezamos a decir que el responsable era el centro de datos en el que se ubicaba el servidor, o que la culpa era de las lineas y de los proveedores de servicios y de telecomunicaciones. Una persona normal de la calle no entenderá muchos de estos conceptos y si eres lo suficientemente persuasivo le harás irritarse con elementos etéreos y lejanos, no contigo. Ciertamente en estos casos tampoco fuimos responsables, pero sí teníamos la obligación de resolverles los problemas.
Creo que fue un fin de semana. Meses antes habíamos tenido problemas con los nodos de comunicaciones. El centro de datos se encontraba en otra comunidad autónoma y la mayoría de nuestros clientes pertenecían a la nuestra. Por alguna razón, cuando intentaban visitar sus páginas WEB o modificarlas, no podían conectarse. La ruta que seguían los paquetes de datos (información) se perdía y no llegaba a su destino. El centro de datos contaba con varias conexiones a diferentes proveedores para que en caso de que uno o varios no funcionaran, al menos otros sí lo hicieran. Aquello duró un par de días hasta que se consiguió resolver. Mientras tanto habíamos perdido unos cuantos clientes. Los pocos que nos iban quedando, tendrían que pasar una nueva prueba. De esta manera un día dejó dejaron de funcionar todos los servicios (FTP, páginas WEB, correo, etc...). Aquello fue un disparate. Hasta que conseguimos saber lo que ocurría, había pasado bastante tiempo. Cuando por fin nos enteramos, nuestro ISP nos dijo que se trataba de un "hackeo" del servidor. Le habían metido un "gusano" y este había afectado a todos los servicios. Me sonó bastante raro, sobre todo porque no nos dijeron de que gusano se trataba ni como había logrado colarse a través de las medidas de seguridad que tenía el centro de datos y el propio servidor. Ciertamente, la empresa había estado haciendo adeptos todos estos años, es decir, enemigos irreconciliables. Era cuestión de tiempo que alguien que no nos quisiera bien reventara algo. Pudo ser así, o una simple casualidad, pero a efectos prácticos pasaron un par de días en que casi todo dejó de funcionar. Unos cuantos clientes nos dejaron.
Como es natural, alguien tenía que hacerse cargo de la situación y tratar con los clientes enojados. Esta era una de mis tareas, puesto que entre otras funciones, desempeñaba la de "soporte a clientes". Pero algo había cambiado desde la reunión que tuve con mi jefe unas semanas atrás. Me dijo: "pásame las llamadas de los clientes con los que tengas problemas, que yo me encargo, porque "dicen" por ahí que yo tengo miedo a enfrentarme con los clientes". Claro, eso se lo había dicho yo, no un ser brumoso que salió de la nada. Me pareció bien y me gustó que tuviera esa actitud. Lástima que se diera cuenta de ello ahora, cuando durante tantos años me había hecho padecer la furia de clientes descontentos o abusadores. Afortunadamente, para todos, no hubo demasiadas broncas, y quienes decidieron dejar de trabajar con nosotros, lo plantearon de una forma educada. Si esto hubiera sucedido, por ejemplo años atrás, la persona que estuviera dando soporte hubiera acabado con los nervios destrozados por las huidas de los problemas del gerente.


3 meses sin cobrar

La situación de mi empresa iba a peor cada día. Más o menos sobre noviembre del 2005 recibí mi última nómina de ese año. No recuerdo bien si hubo algún otro pago, pero en tal caso sólo fue una pequeña parte. No volvimos a cobrar hasta marzo. A la empresa le habían embargado las cuentas. Sus deudas con los organismos públicos eran demasiado escandalosas como para que le perdonaran seguir aplazando los cobros. Pensar que apenas un año antes nadábamos en la abundancia y todo era proyectos e ilusiones de un futuro espectacular, era como una imagen borrosa de la realidad. ¿Qué había ocurrido para que todo se desmoronara tan rápidamente? No lo sé a ciencia cierta. Tengo algunos esbozos de lo ocurrido, pero me falta mucha información y saber adonde fue a parar ese dinero, en qué se empleó. Mientras tanto los pocos empleados que quedábamos intentábamos mantener la situación terminando trabajos, atendiendo a los clientes y tratando de sacar las cosas adelante, por lo menos, para ganar algo de dinero. Encima tuvimos algunos contratiempos con los que perdimos algunos de los pocos clientes que quedaban. Todo eran promesas de: "nos deben un dinero desde hace meses y nos lo tienen que pagar", "nos tienen que pagar un trabajo de hace otros tantos meses que aún no se ha cobrado", "estamos esperando para que nos acepten un presupuesto y nos paguen por adelantado un xx%"... mucho dinero en la calle que no volvía a nosotros. ¿Cómo lo cobraríamos estando embargados? ¿Lo cobraríamos alguna vez? Mi empresa durante demasiados años se dedicó a hacer mucho trabajo gratuito, a empezar proyectos que los clientes dejaban a la mitad sin abonar lo realizado y así era como era conocido mi jefe. Por lo tanto, pensar en que la empresa ahora iba a imponer las reglas era otra utopía como lo que narré más arriba. Los clientes, muchos de ellos al menos, se reían de nosotros, le decían a la empresa como tenía que funcionar, como y cuando iban a pagar, las relaciones económicas muchas veces eran impuestas por los interesados. La empresa era como un pelele al que le tomaban el pelo. Esa no parece una buena estrategia para los negocios.
Al comenzar el año siguiente "nadie", que yo sepa, había cobrado. No era la primera vez que estábamos hasta casi dos meses sin ver el sueldo, pero en esta ocasión no había esperanzas. Decidimos movernos para ver que podíamos hacer. Como yo estaba sindicado, recayó en mí parte de la obligación de obtener información. Una de las compañeras que siempre había estado al margen de todo, ahora sí que trataba de acercarse a nosotros, los técnicos, para no quedarse aislada. Preguntamos en el sindicato un par de veces y en base a sus recomendaciones decidimos pasarnos por la Inspección de trabajo. Como los demás lo seguían sin tener demasiado claro, aproveché un día que estaba de vacaciones para ir y preguntarle a un inspector. Una vez le expuse el problema y mis sospechas sobre la posibilidad de descapitalización que podría producirse, me recomendó la denuncia. Preferí darle un margen de confianza a mi jefe por si la situación se arreglaba. Un mes más tarde cobramos, pero a través de un tercero. Estaba contento por la remuneración, pero las formas no me parecieron adecuadas. En aquel momento el negocio ahogaba sus últimos estertores. Cuando poco tiempo después se le comentó al gerente que habíamos estado tres meses sin cobrar, nos respondió: "nunca en mi vida he estado sin pagar el sueldo tres meses seguidos". Y era cierto, por dos días no se habían cumplidos los tres meses, pero a efectos prácticos era un trimestre por mucho que le pesara. Seguía sin bajarse del carro. Era capaz de negar lo evidente. De seguir en ese plan, tarde o temprano se encontraría con la horma de su zapato.

08 junio 2007

La acólita número 2 abandona el barco

Otro de los sucesos que en su momento me pareció imprevisible. Pasado el tiempo y haciendo una reflexión pausada sobre el mismo, tal vez no fuera tan imprevisto. Cuando el barco se hunde... todo el que puede salta para salvarse. Una empresa como la mía, que basaba sus esperanzas de "salvación" en historias de caballeros andantes, no podía mantener una plantilla a base de vanas promesas de un futuro mejor, sobre todo cuando el que te las decía inspiraba poca confianza.
La acólita número 2 había subido como la espuma. Tras un par de años de "trabajo sucio" logró convertirse en la mano izquierda de mi jefe. El transcurso de los acontecimientos le haría luego ser el punto de referencia de mi jefe en cualquier parlamento sobre la profesionalidad, la entrega y el trabajo, desbancando de su púlpito de honor al propio acólito* número 1. Llegó un momento en que la empresa prácticamente era ella, pues había cegado con su brillo al gerente. Lo que ella hiciera o dejara de hacer era el ejemplo a seguir para los demás. No podía ser criticada en su trabajo, no podías tener una voz discrepante, no se podía poner en duda su palabra o sus acciones. Inmunidad diplomática completa. Durante los dos años que transcurrieron después de la obtención de los certificados de calidad y medio ambiente fue intocable y fue la estrella de la empresa, eclipsando a todos los demás. Si ella trabajaba en casa los fines de semana, los demás éramos unos sucios abusadores y rastreros empleados por no hacer lo mismo. Si ella enviaba una circular interna y alguien no estaba de acuerdo o simplemente no la leía, iba a sufrir el castigo del gerente. Recuerdo que actuaba como secretaria en las reuniones. Desde mi punto de vista, algunas de las actas no reflejaban fielmente lo hablado en esos mítines, sino que contenían una visión parcial, curiosamente más cercana a la empresa y al gerente que a los empleados. Como suelo decir, es mi opinión personal. Sin embargo, nunca me llevé mal con ella, pero no dejo de ser crítico con algunas circunstancias que se produjeron a su alrededor y que influyeron notablemente en los que allí trabajábamos, y recalco lo de "trabajábamos" porque eso era lo que hacíamos, a pesar de las paranoias de mi jefe. Cuando a los demás se nos exigía la renuncia a cualquier iniciativa de un segundo trabajo, amparándose en esa extraña cláusula de la "dedicación exclusiva", ella sí podía hacerlo. No importa que técnica o legalmente no hubiera problema para ello, pero a efectos del mensaje que quería transmitir mi jefe sí, ya que se trataba de una discriminación positiva. De esta manera, y por muchas causas más, fue quedándose aislada del resto de compañeros, sobre todo de los técnicos. Llegó el momento en que casi todo mi departamento la obviaba o pasaba olímpicamente de sus correos, mensajes, consejos o cualquier otro intento de expresión por su parte.
Sin duda su "éxito" más importante fue el derrocamiento del acólito número 1. Los "tira y afloja" entre ellos fueron épicos dentro de la empresa. Al final, el acólito cayó, quedándose ella como única mano del gerente; mano, que por otra parte, nadie quería coger, visto el estado del negocio. Un día se fue. Llegó a un acuerdo con el gerente. Él nos dijo que se trataba de una excedencia. Ella, al parecer, quería dejar la empresa definitivamente, pero el gerente como "gran negociador" la había convencido para que volviera en cuanto las cosas fueran mejor. No sé que pensar de toda esta historia. Lo cierto es que ella fue más lista y se largó antes de que todo fuera a peor. Se largó siendo la única persona en aquella empresa que salió por la misma puerta por la que entró, es decir, la de delante, además de contar desde el primer día con el beneplácito del gerente y a pesar de algunas grandes meteduras de pata que cometió.
Siempre he tenido la impresión de que en las esferas en las que se movía , tenía acceso a mucha información, lo que le supuso esquivar muchos problemas que otros tuvimos que tragarnos. Al final su decisión fue la más acertada, irse antes de que las cosas fuera a peor y tuviera más que perder. Mi jefe ahora estaba sólo. Hasta sus espías de campo se estaban pasando al bando contrario, puesto estaban viendo el futuro muy negro. Sin duda alguna el más sorprendido por la decisión de la acólita fue el gerente. Ya no tenía aliados dentro de la empresa. A partir de ese momento empezó a rondarme más frecuentemente. Sin nadie a quien contar sus historias, excepto la compañera abducida y con todo el mundo en su contra, buscó a alguien con el que poder hablar. Pasados los estragos que había sufrido en la reunión conmigo, se sentía con fuerzas para mirarme de nuevo a la cara y empezar a tomar una confianza había perdido y que no podría recuperar nunca más.


* Según la Real Academia Española

acólito.

(Del lat. acoly̆tus, y este del gr. ἀκόλουθος, el que sigue o acompaña).

1. m. En la Iglesia católica, seglar que ha recibido el segundo de los dos ministerios establecidos por ella y cuyo oficio es servir al altar y administrar la eucaristía como ministro extraordinario.

2. m. Monaguillo que sirve al altar en la iglesia aun sin haber recibido el ministerio del acolitado.

3. m. satélite (persona que depende de otra).

4. m. p. us. Ministro de la Iglesia que recibía la superior de las cuatro órdenes menores, y cuyo oficio es servir inmediato al altar.


07 junio 2007

El caballero blanco

¡Qué gran leyenda! Sin duda alguna, la más épica de todas nuestras aventuras en aquellas tierras donde nunca salía el sol, excepto para unos pocos. Creo que fue uno de los ejemplos más espectaculares del grado de desarrollo de la fantasía de mi jefe. Yo nunca le vi mucho sentido, al menos económico. La historia en cualquier caso es digna de contarse.
¿Qué es un caballero blanco? Según mi jefe, es un tipo acaudalado, que tiene mucho dinero y que desea invertir en una empresa tipo ACME S.A, es decir, una empresa de grandes "ideas" que se va a la ruina. ¿Por qué? No lo sé, pero se me ocurren muchas ideas y ninguna de ellas es altruista. El gerente, cuya imaginación no decaía a pesar de la contundencia de la realidad, nos decía que esta persona era muy rica. Se le caían las babas cuando nombraba a gente de este tipo. "¡Tú no te imaginas la cantidad de millones que tiene!", aseveraba siempre en estos casos, con chispas en los ojos. "Él conoce la situación de la empresa, porque yo se la he dicho, pero como es una persona que sabe de negocios ve que es una buena idea poner capital y sacar adelante la empresa. Como tiene tanto dinero, no sabe donde meterlo y tiene siempre que estar moviéndolo de un lado para otro, por lo cual no le importa apostar por nuestra empresa". Bueno, vale, intentaremos hacer caso a las afirmaciones de mi jefe.
Yo conocía a esa persona y dentro del ámbito en el que operaba sé que se gana mucho. Siempre tuve buena relación profesional con él y me parecía una persona con la cabeza bien amueblada. Además era una persona educada y afable. Así que me parecía algo extraño que alguien que sabe de negocios y tiene las ideas claras se metiera en un barrizal, como era nuestra empresa. Algo no cuadraba o alguien tenía falta de información. El caso es que el gerente juraba y perjuraba que este directivo iba a inyectar una cantidad de dinero importante en la empresa. En base a ello ya había tenido contactos con algún compañero para ofrecerles ciertos sueldos y ventajas si se quedaba, tema del cual no hablaba con otros, como yo. Para congraciarse con el caballero blanco la empresa tenía que superar un par de pruebas que justificaran que trabajaba bien y que se podía confiar en ella. Una era un plan de marketing que estaba haciendo mi jefe y la otra un trabajo para resolver un problema informático en otra organización, bastante conocida en mi provincia, y de la cual era accionista el capitalista (futuro socio nuestro).
Mi jefe presumía constantemente de su "Máster" (del universo) en marketing. Que él era demasiado bueno en eso (un portento de la naturaleza). Durante semanas trabajó duro en el proyecto y por fin se lo presentó al caballero blanco. Al día siguiente nos comentó que había ocurrido en la reunión. Todavía sus palabras resuenan en mis oídos y me echo las manos a la cabeza. "Le mostré el plan de marketing, lo hojeó y me dijo que era "de libro", vamos absolutamente perfecto, para enseñarlo en clase en la universidad", nos dijo el gerente. "Pero claro, resulta que me olvidé de poner una cosa que era importante, y la verdad es que no comprendo como se me olvidó". Aquello pintaba mal, el supuesto magnate se estaba echando atrás. A ver que más nos decía nuestro jefe... "Se me olvidó explicar como se iba a ganar dinero con el plan de marketing". Yo no me lo podía creer. ¿Estaba despierto? ¿Esto era un chiste? Todo ese trabajo y no sabes poner lo más importante, ¡Qué va a ganar y cómo, el que va a invertir! "Esto lo arreglo yo, me pondré en el asunto y terminaré ese punto que me faltaba". Me imagino la poca confianza que le daría al inversor, a pesar de que se conocían desde hacía años y mi jefe aseguraba que era un "gran amigo suyo".
La segunda prueba consistía en arreglar el sistema informático de cierta entidad de la cual el capialista era socio. Además se le diseñaría y pondría en funcionamiento una página web con base de datos, multimedia y otra serie aspectos interesantes. Junto con otra empresa, muy cercana a nosotros y que estaba corriendo la misma suerte, nos pusimos manos a la obra. En apenas una semana y poco más todo el trabajo estaba realizado. Pero vaya, según cuentan los cronistas de mi empresa, el caballero blanco se negaba a pagar lo poco que le exigíamos, aún cuando el trabajo era muchísimo más caro de lo que le íbamos a cobrar. Con excusas de que faltaba esto o faltaba lo otro, todo el asunto se quedó en agua de borrajas y cuando se cobró algo fue tarde y mal. No sé lo que pasaría ni quien sería víctima y quien el verdugo, pero luego llegaron las críticas: que si el supuesto amigo no era tan amigo, que si no se qué y que si no se cuanto... a estas alturas de la historia, la información llegaba muy distorsionada hasta nosotros. El caso es que al final, el gerente ya no nos contaba historias de caballeros blancos, ni hermosos castillos con cámaras llenas de tesoros.


04 junio 2007

Medioambien... ¿qué?

Como escribir este post sin echarse unas risas. Digamos que los certificados están para colgarlos en la pared. Lo que me recuerda tener a mi jefe pegado a mi nuca mientras yo tenía que taladrar unos agujeros para poner los cuadros que contenían los "sublimes" certificados de calidad y medioambiente. Luego tuve que dejarlos perfectos. A nivel, o si no... la que se iba a armar. Dichoso verano de 2004, el de los trabajos forzados. Pero no nos vayamos por las ramas, sobre todo el que escribe y contemos algo interesante, por ejemplo, ¡qué hacer con el papel para reciclar, o cómo librarse de las pilas botón! Sé que no es un gran ejercicio de ética y moral, pero es más flagrante cuando se presume de ser un "hacha" en el cuidado del medio ambiente y un negocio plenamente consciente de la protección de la naturaleza.
Cuando obtuvimos los certificados que nos convertían en una de las primeras empresas a nivel regional y seguramente a nivel nacional en respetar el medioambiente, aunque sólo fuera poniendo unos contenedores de papel y plástico, todo fueron gozos y alegrías. Pero como en todo jolgorio, hay un final. En mi empresa creo que el final empezó desde el principio, pues tengo la impresión de que los méritos logrados no eran una apuesta sincera, sino un requisito necesario para entrar a ciertos concursos públicos. Con el tiempo, eso de reciclar parece que se convirtió en una molestia para la empresa. Bolsas y más bolsas de papel triturado se acumulaban en la entrada del sótano, sin tener destino alguno. Espóradicamente, la responsable, nos comunicaba el deber de llevar esas bolsas a contenedores adecuados, pero como nadie iba (puesto que para eso ya había una persona responsable) el papel se iba encaramando por las escaleras para arriba. Solución: el contenedor de basura más próximo. Todo un ejemplo de urbanidad, pero para nada de política activa a favor del medioambiente, curiosamente, la política de la cual presumía la empresa. Así pasaba lo mismo con el plástico, con los tóner y cartuchos vacíos, etc... Unos años antes ya habíamos puesto en práctica este ejercicio, deshaciéndonos del contenedor para pilas botón frecuentemente utilizadas en informática, puesto que las placas base de los ordenadores las llevan. Razón: lo ignoro, pero sospecho que tener que pagar para que se llevaran las pilas no le sentaba demasiado bien a mi jefe. Respeto a la naturaleza sí, pero gratis; si no, pues al contenedor con el resto de la basura. En mis años como técnico de campo, es decir, en la época pringosa de pringadillo no fue infrecuente ir dejando monitores y material viejo por los contenedores de toda la ciudad. Cuando obtuvimos los certificados todo cambió, pero como he narrado, por el tiempo estrictamente necesario para dar la sensación de empresa "ética" y responsable. Después, "si te he visto, no me acuerdo".

03 junio 2007

Otro más fuera

El fin de año se acercaba y cada vez teníamos más problemas de todo tipo. Hacia noviembre de 2005 la empresa era historia. En ese momento debíamos haber parado la actividad. El jefe debía haber aprovechado que aún estaba a tiempo para solucionar algunas cosas, que si las dejaba pasar irían a más y no habría forma de resolverlas. Pero falsas promesas que le hicieron, algunas cosas que desconozco y seguramente, su idea fija de que podía vender parte del patrimonio a buen precio, le "aconsejaron" posponer lo inevitable.
Mientras tanto los empleados tenían que pagar sus hipotecas, sus facturas y el resto de gastos cotidianos de cada mes. Pero el dinero no llegaba. Cada mes tardábamos más en cobrar y cuando lo hacíamos no era precisamente todo el sueldo. Estábamos atados a unas promesas que no se cumplían y que estaban desorganizando la vida de muchas personas. Ante esta situación, uno de los compañeros estimó que no había futuro y que debía buscar un nuevo trabajo o tratar de montar uno por su cuenta. Era de las mejores soluciones a las que se podía optar, sobre todo cuando apenas llevaba un año y medio y no tenía tanto que perder como los más viejos. La solución más óptima era un despido, al menos así podría mantenerse, puesto que la empresa no le podía garantizar ningún ingreso.
Cuando le llegó la carta y leyó las causas por la cual se le despedía se enfadó notablemente. Cuando nos las dijo al resto de los miembros de aquella sala, nos partimos de risa. Le dijimos que "seguramente" se trataba de un error. Se le despedía por "baja productividad". Jajaja. Hubo carcajadas generalizas. "Puesto a pedir, que te despidan por alcohólico o drogadicto, así tienes mejor currículum en los ficheros de la oficina del paro". Mi jefe no estimaba que con este compañero no podía tomarse ciertas licencias, lo cual me extrañaba puesto que en repetidas ocasiones el compañero había dejado bien claro que no era el tipo de persona con la cual se pudiera jugar y a la que tomar el pelo. Todo fueron disculpas luego: "eso no lo pongo yo, sino los asesores", "yo no sabía nada", "lo arreglo lo antes posible"... Esta vez, sin embargo, sí le creí. Una de las cosas que tenía muy claras es que los asesores de cualquier empresa siempre van a defender al negocio, que es el que les paga. Había buena relación entre los empleados y la asesoría en cuestión, pero las cosas claras y el chocolate espeso; la asesoría iba a hacer lo posible porque la empresa saliera ganando. Eso me lo demostraron meses después y es algo que vale la pena contar.

02 junio 2007

La compañera abducida

Mi jefe no estaba sólo. A parte de los acólitos, los cuales le rendían pleitesía y le daban la razón en cualquier decisión equivocada que tomaba, había otra persona que estaba de su parte. Imagino que fueron los años de amistad previa, los que evitaron que esta persona se diera cuenta de la realidad de las malas artes del gerente.
Mi jefe, como no podía ser de otra manera, también se aprovechó en múltiples ocasiones de la bondad de la persona a la que me refiero. Y como siempre digo, lo que cuento es una versión personal de lo que vi y viví durante largos años.
Trabajaba en su casa todos los días después de salir del trabajo, se gozaba en el horario laboral muchas de las salidas de tono sinsentido del jefe, ponía su empeño y sus recursos en luchar por el curro y por la empresa, y aún así, el jefe la trataba como un comodín a su conveniencia. Igual que a mí. Cuando las cosas empezaron a ponerse feas y las críticas eran habituales cada día, el gerente puso en marcha su plan de escape. El mismo plan que utilizaba cuando hacía enfadar a los clientes y luego me usaba a mí o a otros compañeros como "airbag" para recibir el golpe sin hacerse daño. De esta forma, la persona a la que me refiero estaba en medio de los trabajadores enfadados y el jefe fantasioso. Yo le decía muchas veces: "El que está en medio recibe de los dos lados". Cuando pasaban los días y nuestro amado gerente no era capaz de decirnos que pasaba o porqué no cobrábamos nuestras nóminas, recurría a esa persona para que tratara de calmarnos y para que nos explicara lo que el jefe no se atrevía a exponer. Era tan evidente, tan manifiesto y tan rutinario, que me entraba una rabia tremenda. Me veía a mi mismo años atrás. Le decíamos: "Que venga él y que explique y hable, que esa es su responsabilidad, no la tuya, porque al final tú nos cuentas malas noticias y nos enfadamos contigo, aunque no queramos, mientras tanto él se queda más fresco que una lechuga". Al igual que me pasaba a mí, intentaba quitarle hierro al asunto y trataba de excusar al jefe. Esto no quitaba que cuando algo salía mal o se retrasaba o simplemente el gerente pensaba o imaginaba que las cosas no estaban como él quería, la persona en cuestión recibiera la oportuna bronca, por eso le preguntábamos si estaba abducida. "¿No te das cuenta de que te está utilizando?", "al final nos vamos a enfadar contigo por idiota". En fin, que a pesar de saberlo, las cosas siguieron siempre igual y no dejó nunca de excusar al gerente ni de intentar minimizar sus errores o meteduras de pata. En ciertas ocasiones, también sacaba su carácter y ponía al gerente en su sitio, pero lamentablemente el otro ya le había "perdido" el respeto como para dejar impresionarse. Bueno sí, se impresionaba como buen actor que era.

01 junio 2007

Seguridad Antisocial

Un par de semanas después de la reunión, tenía cita con la psicóloga. Tres meses atrás me había dado hora para ver mi evolución. Durante el verano me recomendó ir a un curso de relajación que se impartía en el propio edificio donde estaba la consulta, un centro médico cerca de mi localidad. Las primeras clases estuvieron muy bien: nos enseñaron a respirar y otro par de cosas que ya no recuerdo, pero no pude acudir al resto. El trabajo, por supuesto. Las clases eran a la una y a esa hora yo estaba muy estresado. Además siempre se me complicaban las cosas por llamadas y tareas de última hora, con lo cual llegaba tarde, y eso no era bueno para el resto de compañeros, o llegaba tan apurado y nervioso que no me valía la pena. Por lo tanto, el curso, a la mierda.
No puedo negar que cuando me tocó volver para la consulta, estaba contento. Yo había cambiado algo mi actitud hacia las cosas. La reunión con mi jefe me supo en cierta manera a una victoria, a un objetivo superado y tenía ganas de contárselo a la psicóloga.
Ese día estaba en el trabajo como de costumbre. Me encontraba reunido con la coordinadora. Cuando volví a la mesa vi una llamada perdida en mi móvil. No conocía el número, pero sabía que era de un lugar próximo a mi casa. Supuse que debía tratarse del centro médico y seguramente sería para confirmar o anular la cita. Llamé un par de veces pero no me cogían el teléfono. Volvía a llamar unos minutos más tarde y esta vez sí. Se trataba de la centralita del centro médico. Trataron de pasarme con el área a la cual les dije que tenía que asistir ese día. Nadie contestaba. Una hora después lo volví a hacer. Sucedió lo mismo. Incertidumbre. Me desplacé al lugar y llegué con media hora de antelación a la cita. Me dispuse a esperar. No veía a nadie, lo cual me sorprendió. El teléfono sonaba sobre la mesa de recepción de pacientes. Nadie venía a cogerlo. Risas en una habitación contigua. El tiempo pasaba. Era la hora de la cita. La chica de la recepción seguía sin venir, y el aparato replicó un par de veces más. Yo me estaba mosqueando bastante. Pasaron 5 minutos, 10 minutos, 15 minutos. Seguían las risas. Al fin apareció la chica. Me levanto, me acerco y le comento que tengo cita con la psicóloga. Me responde con tono defensivo y molesto: "ah ya, yo te llamé y no me cogiste el móvil. La psicóloga está enferma y hoy no viene". Le digo: "llevo esperando un buen rato aquí, podías haberme llamado de nuevo o haberme dejado un mensaje". Me responde con un tono algo grosero: "Yo te llamé y no saltaba el contestador". Le respondo:"¡Qué curioso, todos mis amigos me dicen que el contestador salta demasiado rápido, a los pocos tonos!". No discutí más. Parece que esa persona, al menos ese día, no tenía mucho ánimo para hacer su trabajo. Estaba ocupada en asuntos más importantes. Le pregunté: "¿Cuando vengo? ¿Para cuando es la cita?". Respuesta: "Ya te llamaremos". Todavía sigo esperando.
Si una persona con un grave problema, cuya única o mejor salida ese día hubiera sido hablar con su psicóloga, hubiera ido a esa consulta y le hubieran tratado así, lo más seguro es que se hubiera tirado por un barranco minutos después. Hay personas que deberían entender mejor la importancia de su trabajo y del trato que tienen que dispensar, sobre todo en ciertos lugares. La conducta de aquella persona me dejó claro que allí no podían ayudarme, y no lo digo por la psicóloga cuyo trato fue muy bueno la primera vez que fui. Quien único podía resolver mis problemas era yo mismo o ir a un profesional de pago, y no tenía ganas de contar mis miserias a otra persona más y empezar todo de nuevo. Había salido reforzado de la reunión con mi jefe y afrontaba las cosas con más confianza. En cualquier caso, espero que aquella persona haya mejorado en su trabajo.

Problema con Blogger

Llevo unos días sin poder publicar ninguna entrada porque los robots de Blogger han interpretado que "Diario de un quemado" es un blog de spam.
Ejmmm, algo de propaganda anti malos empresarios sí que hago, pero no creo que sea como para bloquear el blog :D
Ya puedo presentarles nuevas e inquietantes aventuras, o por lo menos vivencias cotidianas.
No se lo pierdan, que esto se acaba.

31 mayo 2007

El día después

Aquella noche llegué a casa destrozado. El esfuerzo había sido importante. El cansancio de tantas horas de discurso y de soportar excusas insustanciales, no impedía que estuviera bastante alterado. Casi afónico llegué a casa y conté por encima lo que había ocurrido. Independientemente de lo que sucediera a partir de aquel día, ya había cumplido un objetivo importante, que era enfrentarme a mi jefe y dejarle claras las cosas. O al menos eso pensaba yo. Al regresar el día siguiente a la empresa puede que todo fuese normal o puede que tuviera una bonita carta de despido o un jefe vengativo esperándome. Dormí intranquilo. No me libraría de la tensión en varias jornadas. Como le había dicho a mi jefe en la reunión: "nunca he fallado a la empresa, hice todo lo que se me dijo que hiciera, hice todos los cambios de turno que se me exigió hacer, cumplí todas las órdenes que se obligó ejecutar, atendí a todos los clientes de día o de noche, hiciera calor o frío, lloviera o hiciera sol", así que por la mañana llegué puntual para seguir desempeñando las labores que debía realizar.No recuerdo si mi jefe estaba allí o no cuando entré. En casi toda la mañana no le vi, aunque le oía en el despacho, o por teléfono. Cuando por fin tuve que enfrentarme a él, el día después, la persona que observé era muy diferente. Casi no se atrevía a mirarme a los ojos. La voz no le salía cuando me hablaba. No sé como lo pasaría aquella noche, pero tengo la impresión de que mucho peor yo. Si no recuerdo mal, estábamos a mitad de semana. El resto de los días fue similar. No se atrevía a pedirme nada, a darme órdenes. Cada vez que nos cruzábamos sólo los saludos de compromiso indicaban que nos encontrábamos en la misma empresa. El fin de semana estaba cerca, eso nos ayudaría a relajarnos y a comenzar de nuevo. Nunca más volvió a mirar a la pantalla del ordenador y preguntarme "¿cómo estás?". Algunas cosas cambiaron. Con el paso del tiempo, todo se fue normalizando. Había mucho que hacer para intentar salvar una empresa que se hundía. Pero mi jefe no podía ser infiel a sí mismo. Una vez la rutina volvió a ser la nota predominante y los remordimientos en la conciencia se aplacaron, volvieron a surgir algunos viejos fantasmas. Sobre cuando la situación cada día era más desesperada y las vicisitudes se volvieron cada vez más adversas.