Concluimos definitivamente este episodio que tanto he nombrado a lo largo de innumerables entradas. Puede que quede algún detalle en el aire. Si lo recuerdo, lo narraré más adelante. Rápidamente haré una breve reseña de los puntos más importantes para ponerles en situación.
Mi empresa se dedicaba principalmente a la venta y reparación de ordenadores. También montábamos pequeñas redes de área local y hacíamos mantenimientos a empresas. Todo esto ocurría en el año 1998, cuando entré a hacer las
prácticas de empresa. Sin haberlas terminado,
comencé a trabajar. Estuve
sin contrato varios meses y los contratos posteriores eran de 6 meses, para evitar que acumulara antigüedad. A medida que la empresa crecía en ambición,
ampliaba el horario, con lo cual los empleados pringadillos (los de 2ª) trabajábamos todos los días por la tarde y los sábados por la mañana. Con la llegada de un
nuevo compañero comercial y nuevos alumnos de prácticas de software,
la empresa empezó a diversificar su oferta. Más tarde con la aparición de nuevos clientes y ciertos contactos, mi jefe decidió que la empresa se iba a dedicar al programar
software de Internet (páginas web, aplicaciones web, etc...) y a captar sólo a grandes
clientes y subvenciones públicas. De esta manera, sobrábamos todos los técnicos del taller y algunos compañeros más dedicados a tareas relacionadas con el hardware. El gerente estimó más oportuno
dejar morir mi departamento que cerrarlo, debido a que no tenía argumentos y ofrecería una mala imagen, a parte de tener que pagar indemnizaciones, lo cual no era en absoluto de su agrado.
Con ardides y triquiñuelas, cada una más sucia y rastrera que la anterior, fue ahuyentando clientes y estrangulando los ingresos. Tanto él como los "
acólitos" (su empleados más fieles), nos atacaban desde dentro. Casi al final nos retó con una serie de
pruebas, las cuales superamos a pesar de su complejidad. El tiempo pasaba.
No tenía argumentos para cerrar el departamento y el tiempo se le agotaba.
Jugosas subvenciones iban a llegar y él, como empresario, seguía sintiéndose poco valorado en su círculo.
Además se comportaba tremendamente prepotente y déspota con nosotros. Había que acabar con los "aprieta tornillos" como fuese...Cierta mañana, no recuerdo si era un lunes (posiblemente sí, porque a mi jefe le gustaba cogerte cansado y desprevenido, para que no le pudieras rebatir), el gerente convocó una reunión. Según la política de empresa, las reuniones se tenían que comunicar con antelación y se tenía que dar el aviso con los puntos a tratar.
Mi jefe siempre decía que había que seguir las normas, menos cuando a él no le interesaba. Este fue uno de esos casos. Nos sentamos en la especie de sala de juntas. Un espacio delimitado por estanterías no demasiado altas. El sujeto llevaba muchos papeles en las manos. Su "
mano izquierda" (más tarde derecha) y antigua miembro del taller ejercía como secretaria. Recogía lo hablado y decidido en un acta. Acta que luego escribía en un fichero y que estaba a disposición de todos.
Acta, que según la conveniencia del jefe, era modificada a su interés antes de publicarla. Sí, así de bajo y rastrero era el gerente. Con cara de circunstancias y expresión de tener que tomar una "
dura decisión" (la que llevaba años esperando tomar), empezó a agitar los papeles y a mirarlos una y otra vez. Al cabo de pocos segundos habló y
dijo algo parecido a esto: "he mirado las cifras y no hay nada que hacer. El departamento de hardware , bueno, los miembros del departamento de hardware han supuesto unas pérdidas de 90.000 euros en los últimos meses, último año. Así que lamentándolo mucho hay que cerrarlo, porque yo no puedo seguir cargando con esto". Fue tan simple como eso. Sé que les he hecho esperar muchas semanas para una frase tan concisa.
No hubo más explicaciones. La reunión luego siguió un poco más para decidir que se iba a hacer a partir de entonces y como se iba a comunicar este suceso a los clientes. Ellos no importaban mucho,
mi jefe había conseguido cerrar el taller y eso era lo que importaba. El populacho, es decir, los pequeños clientes, eran molestos para la nueva y
"gran empresa", así como algunos pringadillos.
Los clientes se irían, pero a los pringadillos había que conseguir echarlos sin indemnizar, y si se quedaban,
tendrían que pagar cara su estancia en la nueva empresa, así que después del cierre, empezaría la
política de escarmiento (sobre todo para un compañero y para mí). A otro, una baja le salvo de la quema, y para otro, la política de desgaste estaba en marcha desde hacía meses.
Todos los que padecimos estas torturas acabamos muy mal, con problemas psicológicos y físicos. Lo contaré detalladamente en próximas entradas.
Analicemos ahora los absurdos datos proporcionados por la empresa como excusa para cerrar el departamento.
5 personas a lo largo de un año habían supuesto pérdidas por valor de 90.000 euros. 5 personas que tenían los sueldos más exiguos de todas la empresa, no llegando a cobrar ninguno, en general,
ni 900 euros brutos al mes. Sólo en un caso hipotético de que a la empresa le costara cada uno de nosotros 18.000 euros al año, se podría justificar esos 90.000, pero estaba muy lejos de la realidad.
¿De dónde había sacado las otras cifras? ¿Luz, agua, teléfono...? Todo bastante absurdo: ni teníamos una discoteca, ni teníamos una piscina olímpica. El teléfono lo pagábamos religiosamente, es decir, si hacíamos llamadas personales, las teníamos que abonar... con lo cual esto tampoco valía. Cualquier otro gasto, realmente sería insignificante para las cifras ofrecidas.
Mi jefe había creado la contabilidad creativa mística, que se basaba en sus imaginaciones más pendencieras para poder justificar lo injustificable. Por otro lado, mi jefe estaba tratando de "
decirnos" que durante el último año nadie había ido a trabajar.
¿Cómo es posible que no haya habido ingresos en un año? Si nos basamos en los datos del gerente, la única posibilidad es que todo el departamento hubiese estado de vacaciones durante todo un año. Más absurdo todavía. Había muchos ingresos, pero él no contaba la venta de ordenadores o componentes como ingreso, no estaba contando la mano de obra como ingreso, no estaba contando el tiempo dedicado a arreglar garantías como un
ingreso del departamento... en definitiva:
NO HABÍA CONTABILIZADO NINGÚN INGRESO.
Así, hasta el más bobo puede decir que la mayor empresa del mundo da pérdidas. Pero más divertido aún, ¿recuerdan cuando les hablé de mis cifras personales, y les ofrecí la increíble cifra de, como poco,
4.450 HORAS EXTRA REALIZADAS en menos de seis años? Algo que no tiene nombre. Pues bien, imagínense que cada una de esas horas hubiera sido cobrada por mi empresa por un valor de 30 euros (una tarifa ni alta ni baja para lo que es común en mi profesión).
El valor total de sólo mi tiempo (sin incluir las 7 y 8 horas diarias de trabajo) podría ascender, siendo muy recatado, a 133.500 euros. Sólo en mi caso, si añadimos lo de mis compañeros... No necesito justificarme más.
Estaba muy claro que es lo que quería mi jefe. Como no podría conseguirlo, inventó lo inventable y por inventar hasta que un día se levanto más hombre de lo habitual y se atrevió a decirlo.