18 febrero 2007

Las percepciones extrasensoriales* de mi jefe

En la pasada entrada (La abadía del crimen) comenté como el acólito número uno del jefe tenía unas dotes auditivas tremendamente afinadas. Pienso que era capaz de leerte los labios, porque vamos, decías algo y ya lo tenías a tu lado tratando de enterarse de todo, para ver de que forma podía sacarle utilidad a esa información. Cualquier conversación por leve y secreta que fuera era detectada a través de paredes, mamparas y armarios. Bien, este ejemplo es algo que entra dentro de la más estricta teoría física clásica, puede ser probada empíricamente dentro de un laboratorio, mmm, perdón, dentro de una empresa. Se trata de un desarrollo acusado de un sentido. Caso a parte era mi jefe. Según él, era capaz de percibir todo lo que pasaba al otro lado. El otro lado, era el lado oscuro, es decir, el taller de los pringadillos, el cual de oscuro no tenía nada ya que el sol entraba como Pedro por su casa achicharrando y cegando a los pobres piltrafillas.
En cierta ocasión apareció muy cabreado por el hueco entre los armarios y la pared que daba paso a nuestro espacio laboral. Si no recuerdo mal nos estábamos riendo por un chiste y fue detectado por sus superdesarrolladas facultades extrasensoriales. Presentóse altivo y arrogante, con muestra de ira malsana en sus enrojecidos óculos y después de soltar sus típicas alocuciones insinuando nuestra torpeza y dejadez, aseveró: "Porque ustedes se piensan que yo no me entero de lo que ocurre en este lado... pero yo percibo todo lo que pasa". Se marchó. Nuevamente con expresión cariacontecida nos miramos como diciendo "y a éste ¿qué le pica hoy?". Debían existir fenómenos paranormales en el local y el gerente era capaz de detectarlos o, a lo mejor, vio los "Cazafantasmas" el día anterior en la televisión. Me pregunto si en esas condiciones te dan un plus de peligrosidad o un extra por disciplina profesional multidimensional. ¡Ah no! Trataba de decirnos que éramos unos vagos y unos holgazanes. Este tipo de afirmaciones son un alma de doble filo: por un lado muestras tu faceta más dura de jefe, dando a entender que controlas todo y a todos, pero por otra parte haces unos comentarios que un pringadillo quemado anota a fuego en su mente enferma y desquiciada, para devolvértelo en el futuro. Y así fue. Me encantó esa frase: "Yo lo percibo todo". Si percibes todo, percibes lo que se deja de hacer (que es lo que te interesa) y lo que se hace de más (que no te interesa percibirlo). Cuando un par de años más tarde tuve una famosa, y más que anunciada en este blog, reunión con este elemento, le recordé esa oración: "en cierta ocasión dijiste que lo percibías todo, ¿cómo es posible que siendo tan listo no te hayas dado cuenta de todo lo que he trabajado todos estos años, de todos los sacrificios que he hecho por la empresa, de todo a lo que he renunciado por sacar adelante este negocio? Dime ¿cómo?, ya que tú lo percibes todo. Me da que tú sólo percibes lo que quieres ". Tragó saliva y calló como un miserable.

* Según la Real Academia Española

percepción.

(Del lat. perceptĭo, -ōnis).

1. f. Acción y efecto de percibir.

2. f. Sensación interior que resulta de una impresión material hecha en nuestros sentidos.

3. f. Conocimiento, idea.

~ extrasensoria, o ~ extrasensorial.

1. f. percepción de fenómenos sin mediación normal de los sentidos, comprobada al parecer estadísticamente.


17 febrero 2007

Utilizar a los clientes me parece muy mal

Debería hacerlo, pero lo siento, el carnaval lo dejaremos para otro día :-P En mi empresa no había Navidad (ni comida, ni cesta ni adornos) y mucho menos carnavales, pero uf, más de uno iba disfrazado todo el año de lo que no era. En la entrada de este día hablaremos de como mi empresa utilizaba a los clientes. Ya les he contado varias veces que habitualmente eran los interesados los que nos tomaban el pelo, bueno a los pringadillos con el consentimiento de la gerencia y a la gerencia se lo tomaban sin necesidad de consentimiento alguno. Había gente que por su posición en ciertas empresas u organismos, resultaron verdaderamente útiles a la hora de conseguir vender a esas organizaciones y negocios. Como siempre, la buena predisposición de algunos de nuestros clientes resultaba efectiva a la hora de colarnos a hacer negocio. No es que me parezca mal porque todos salíamos ganando, pero lo que realmente detestaba era que cuando algunos de esos clientes dejaban de ser provechosos o se daban cuenta de que se les estaba "utilizando", se les mandaba a la mierda, hablando clara y llanamente. De esas cosas yo me enteraba siempre tarde, pero algunos de esos clientes, que no he vuelto a ver, me caían muy bien y alguna cliente en concreto, más que bien ;).
Recuerdo perfectamente como mi jefe me decía todo embaucador y ponzoñoso: "llévale el ordenador a tal cliente y trátal@ muy bien. Explícale como funciona todo: escáner, internet, impresoras, programas, instálale además tal software o tal otro, créale cuentas de messenger, etc, etc, etc. Tómate el tiempo que necesites y tal y cual". Y yo con la mosca en la oreja: "¿Por qué a est@ cliente sí se le trata tan bien y a otros no?" Con el tiempo me enteraba de que eran directivos de tal cosa o gente que trabajaba en el departamento de tal organismo o que llevaban temas de los que podíamos sacar provecho. Hasta ahora todo bien. Tú me rascas la espalda y yo te rasco la tuya. Nada de cosas raras o ilegales. Pero que pasa, que como muchas historias de amor, acaba sin perdices. "Donde hoy te digo: te quiero, mañana te digo: lo nuestro no podía ser. Cuando ya no eran útiles porque se había o no se había conseguido lo que la empresa quería, ya no era necesario tratarlos tan bien y ese cambio de actitud de un día para otro, lo notaban los interesados. Al final perdimos clientes de esta forma. Lo que más me desagrada, es que, en general, eran buena gente y tampoco querían un trato especial, sino simplemente eran unos clientes más. Pero mi empresa era así y los pringadillos teníamos que aguantar y obedecer. Otro hecho luctuoso que me llenaba de pesar y de rabia era que a otros buenos clientes a los que se había tomado demasiada confianza, se les vendía material usado o de peor calidad como si fuera bueno. Algunos de ellos se dieron cuenta y cuando expresaron su malestar y se fueron a otra tienda les ocurrió como a todos los empleados que salieron de aquella empresa, es decir, el jefe acabó "rajando" de ellos.

16 febrero 2007

La abadía del crimen

¡Qué título tan interesante para un post! A más de un nostálgico le recordará a aquel famoso juego del año 87 u 88. Casi nada, 20 años hace ya, cuando los PCs estaban todavía en pañales para el público. Recuerdo que estaba disponible para MSX o Spectrum, pero mi memoria no da para tanto. He leído por ahí que estaban en proyecto de hacer una segunda parte para PC con las características gráficas que permiten los equipos actuales. No estará mal echar un vistazo a ver que se cuece ;). En la entrada en la que nos encontramos, me sirve para ilustrar algo parecido, que ocurría en mi empresa. La abadía era la de "El Nombre de la Rosa", donde la risa era un "pecado mortal". Pero, entrad hermanos, entrad...
No era infrecuente que cuando los pringadillos nos encontrábamos en reparaciones o haciendo las guardias, los chistes y las risas formaran parte del ambiente diario. Eso nos relajaba, mantenía fuerte las relaciones y distendía mucho el ambiente, haciendo que las horas pasaran más rápidamente. Toda empresa que se precie, las tiene, y desde mi punto de vista favorece la productividad porque un empleado feliz y contento es un empleado que está dispuesto a hacer sacrificios por la empresa y trabaja con más diligencia. Durante la Alta Edad Media de mi empresa (época oscura, primeros años en el garaje y primeros años en el nuevo local) resultaba más fácil reírse, y era más sano que cuando llegó la Baja Edad Media y el Renacimiento (a partir del año 2003 más o menos). Por alguna razón inconcebible, para mi jefe y sus secuaces, las risas y los chistes eran símbolo de gandulitis y ociosidad. De esta forma, cualquier acto de esa naturaleza era convenientemente reprimido y erradicado. Había dos posibilidades: que lo oyera el acólito, cuyo nivel de rastreo estaba más allá de cualquier radar de última generación (era capaz de detectar risas pringadillas a través de las paredes y cristales y mamparas), o que te oyera el jefe, en cuyo caso, sus movimientos eran tan rápidos como los de un colibrí con picor en las orejas. Aún no habías entendido el chiste y ya lo tenías encima con cara de mala leche, dispuesto a echar una bronca. A veces venían los dos a ver de que nos reíamos, y a veces, también te soltaba la típica frasesita de película: "Venga, cuéntame de que te ríes y así nos reímos todos". En mi empresa sólo podías carcajearte de sus chistes o de las bromas de personas concretamente especificadas por él (acólitos, secuaces, pseudoclientes peloteros, pseudoclientes poderosos y alguna que otra especie que pululaba por el lugar). Además tenían vigías y chistómetros con patas que les avisaban de posibles brotes de insubordinación, es decir, que intentáses ser feliz sin el permiso empresarial. Ya les digo, la abadía del libro de Umberto Eco, era el club de la comedia comparado con mi empresa. Y Jorge de Burgos (el ciego benedictino) un payaso risueño al lado de mi gerente. En mi empresa la gente no acababa con la lengua morada, pero si te reías te las hacían pasar moradas.

15 febrero 2007

Si atiendes a los clientes haces perder tiempo a la empresa

Bueno, ya que parece que estos últimos días hemos hablado de temas comerciales, no vamos a detenernos y contaré alguna anécdota más. Este hecho me ocurrió a mí, pero me lo tuvo que contar otro compañero, porque yo no lo conocía. Desde luego que me quedé asombrado cuando me lo dijo años después de que ocurriera, y pone de manifiesto la absurda forma de hacer negocios que se predicaba en mi empresa. Creo que la culpa de todo la tenía el ansia de protagonismo de mi jefe, que si no estaba en medio de cualquier tertulia, se sentía muy frustrado. O bien lo que podía ocurrir es que se cegaba cuando quería que le arreglaran equipos de amigos y pseudoclientes, que requerían mucho esfuerzo, mucha "precisión", mucha paciencia y no dejaban dinero en caja.
Podía ser mi segundo año o tercer año como empleado en ese negocio. Estaba en el turno de tarde y trabajaba dentro de la empresa. Eso significaba que a parte de tener funciones técnicas, tenía funciones comerciales. Esa tarde vinieron varios clientes. Durante mi primer año y medio tuve muchos problemas con mi colega porque yo acaparaba demasiado el trabajo. Esto le suponía a él una merma de su profesionalidad en la empresa. Tuvimos muchas broncas y al final me di cuenta de cuanto lo estaba perjudicando con mi actitud. Decidimos ir turnándonos en la atención de teléfonos y clientes e ir haciendo las cosas con más tranquilidad. Mi jefe se encontraba ese día en la tienda. Se presentó un cliente y me correspondió atenderle. El interesado quería un presupuesto para un ordenador personal, así que le hice un par de ellos y se los comenté de forma sencilla debido a que el cliente no entendía de informática. Mi jefe le comentó al compañero, mirando exasperadamente el reloj, que yo tardaba mucho con los clientes, que a los clientes había que despacharlos más rápido. No creo que estuviera más de un cuarto de hora ó 20 minutos, y era una venta que había conseguido. Si lo despacho más rápido, el ordenador, se lo vende otro. La paradoja es que cuando mi jefe atendía a un cliente se podía pegar perfectamente una hora y el cliente largarse por la puerta para no volver. Yo no vendía todo lo que quería, pero daba el 100% para que los clientes tuvieran claro que era lo que compraban y que garantías y otros servicios le podía ofrecer la empresa. Siempre trataba de convertir a la empresa en un referente que pudiera recomendar el cliente a sus amistades. Siempre tenía una sonrisa en la cara, por malo que fuera el día. Siempre un trato sincero, evitando el peloteo y las amenazas que usan a veces los comerciales :"si lo compras en otro lado...", "hoy porque me coges de generoso, pero mañana...", "si no lo compras esta semana, ya la próxima..."
Conclusión: hasta cuando vendíamos se molestaba el jefe. Creo que se debe a que le quitábamos las víctimas inocentes a las que contar sus batallitas o sacabábamos sus funciones.

14 febrero 2007

Otro ejemplo de verborrea comercial

Al hilo de los anteriores post, hoy les relataré otra de las incongruencias comerciales de mi empresa. Esto es un caso que nos ocurrió con un cliente y puede encuadrarse dentro de las meteduras de pata de los comerciales, es decir, lo que te promete el que vende y lo que pueden hacer los técnicos, no tiene nada que ver. Desde nuestro punto de vista de pringadillos, era un reto interesante, pero a nivel práctico, no era nada productivo. Mi empresa era capaz de prometer el oro y el moro a los clientes, y luego, que los técnicos nos buscáramos la vida para realizar esas promesas. Luego, las facturas tenían que ser muy etéreas, sin poder cobrar el trabajo realizado. Al final, el jefe te recriminaba el tiempo utilizado y la factura generada. Vamos con la historia.
Un cliente (profesional liberal) que teníamos desde hace tiempo, pasó por la empresa para actualizar sus equipos y con la misma, el comercial, le metió pajaritos en la cabeza o le dijo que sí a todo lo que quería el interesado. Se da la circunstancia de que este cliente estaba "mal visto" por mi jefe. Según el gerente, el interesado, tenía mucho morro y en un encargo anterior hizo trabajar el doble a empleado por el mismo precio... Naturalmente siendo mi empresa, el culpable era el trabajador y no el directivo, que no se atrevió a poner en su sitio al cliente... Tuve la oportunidad de ver a ese cliente en acción haciendo una reclamación injustificada, y la verdad , que mi jefe era un aprendiz de mala ética a su lado, todo hay que decirlo.
El trabajo que se le propuso al cliente fue, pasar sus equipos a Windows 2000 en las dos sedes que tenía. Cada sede, que tenía sólo 2 ó 3 equipos, estarían bajo un dominio, con lo cual uno de los ordenadores de cada sitio tendría que tener un Windows 2000 Server. Ambos locales estarían tras un cortafuegos (que no era uno de los más sencillos de configurar) y además habría que hacer unos ajustes para permitir videoconferencia desde cualquier equipo de cualquier sede contra los otros ordenadores de la otra sede. Vale, si usted no es informático, estará cogiendo muchos grillos, y si es informático, le parecerá interesante, pero excesivo para un mininegocio. Aún hay más. Había que buscar la manera de mejorar los equipos existentes y que funcionaran bien, porque equipos nuevos sólo se compraría uno o dos. Vamos, el milagro de los panes y los peces en versión digital. Aquellos PCs iban justos con Windows 98, y había que instalarles el Windows 2000. Sólo se iban a utilizar para tres cosas: ofimática, un programa profesional específico de la actividad de este cliente y webcam. ¡Menudo gasto de energía para esas tres chorradas!. Para hacer las configuraciones se necesitaban 2 técnicos y mucha paciencia porque aquello se revolvía cual gato panza arriba. Nos hartamos de ir y nunca conseguimos que quedara bien el tema de la videoconferencia. Aunque yo trabajaba por la mañana, iba por las tardes para coincidir con otro compañero que llevaba el tema del cortafuegos mejor que yo. En una ocasión, me vio el jefe en la empresa y en vez de preguntarme como iba todo, me pregunta bruscamente: "¿Y tú que haces aquí?" ... Me quedé pensando: "No, si lo prefieres me parto por la mitad para estar en los dos lados, además fuera de horas, que encima no me pagas". Al final hubo problemas con el cobro, como siempre. No tenía nada que ver con el trabajo, sino que muchos clientes le tomaban el pelo a mi empresa y pagaban cuando y como querían. Se rompió la relación entre ambos. Mi jefe todo el rato se quejaba y me decía: "Cuando yo vaya, que no voy a ir, a que él me haga un trabajo, seguro que no me va a decir: ya me lo pagas otro día..." y pueden creer, que efectivamente, mi jefe sí fue y seguramente tuvo que vaciar la cartera...

13 febrero 2007

Acuerdos y más meteduras de pata

Si el post de ayer me encantaba, este es que me indigna y me divierte. Seguro que uno de los comentaristas habituales de este blog tiene mucho que decir del tema ;) ya que él lo sufrió en sus carnes, ¡y de qué manera!. Como habíamos visto en la entrada anterior, acólitos y gerente se dedicaban a darle al pico más allá de lo que pensaban cumplir, de lo que se habían comprometido o más allá de lo que pensaban que los clientes les exigirían. Como muchas veces no había nada escrito y firmado, llegado el momento de la verdad, podrían esquivar toda responsabilidad o derivarla hacia los pringadillos, mientras ellos permanecían encerrados en sus despachos, lejos de todo alboroto y cualquier satisfacción hacia los interesados.
Un día llegaron a un acuerdo con el más importante organismo público de mi ciudad. Imagino que por un buen dinero (y me imagino que prevían pocos días de curro). El trabajo consistía en hacer una auditoría de hardware y "software" de todo el parque informático de esa entidad. Ni siquiera ese organismo tenía idea de cuanto material poseía. Como tanto mi compañero como yo éramos pringadillos y por circunstancias de la vida habíamos tenido contacto con esa organización, se nos encargó el trabajo. Más de 400 ordenadores repartidos por toda la ciudad y alrededores, decenas de impresoras y decenas de otros dispositivos. Había que ir puesto por puesto preguntando si el ordenador funcionaba correctamente y viendo las características técnicas de cada uno. Además había que etiquetar cada aparato con unas "etiquetas"... de las que prefiero ni acordarme. Mi jefe y acólito se pensaban que el trabajo era cuestión de media semana... aparte de irresponsables, ilusos. Creo que tardamos un par de semanas por lo menos. Y aquí es cuando la historia se convierte en epopeya. El cuestionario que nos entregó nuestra empresa y que servía para recoger información de cada equipo informático, estaba incompleto. Faltaban la preguntas sobre software. Nosotros, que éramos ajenos a los manejos, contratos y negociaciones, no sabíamos nada, pero resulta que eso estaba escrito y firmado, de forma que el organismo exigió esa información. El acólito había metido la pata. Mi compañero tuvo que volver otra vez y verificar el software de cada uno de esos más de 400 ordenadores repartidos por toda la ciudad y alrededores. Pero eso no es todo. Después tuvo que introducir todos los datos en un programa estadístico y generar gráficas, hacer el análisis y sacar las conclusiones... y no sé si también plantear las soluciones de mejora. Aquello costó más de un mes largo, así que tengo la impresión que los grandes márgenes de beneficio que esperaba la empresa, se recortarían drásticamente. Nuevamente "los mandos", entorpecían el trabajo de los de abajo y encima comprometían a la empresa. Pero claro, la culpa siempre sería de los pringadillos por no ser más diligentes ;) El pago de responsabilidades no formaba parte del vocabulario de los superiores. La teoría del avestruz, sí.

12 febrero 2007

Los acuerdos verbales con los clientes

Este post de verdad que me encanta. ¿Vale una imagen más que mil palabras? Permítanme que lo dude. Por un día haré una excepción y trataré de enfocar el asunto desde los dos puntos de vista: como técnico y como cliente. En otro momento se tratará el tema de los acuerdos verbales de las empresas con los empleados y de como el viento se lleva las palabras, aunque las dos partes las recuerden perfectamente. Les sintetizaré de que va la entrada de hoy: tu empresa (gerente o acólitos) llegan a acuerdos con empresas/clientes, pero no los plasman en papel. Pasa el tiempo y los clientes hacen uso de esos acuerdos, pero ¡vaya! tu jefe no esperaba que llegara ese momento y además no quiere cumplirlos. Es feo dejar en la estacada al cliente. Solución: se hace uso de los pringadillos que no saben nada de esos contratos verbales, y se les pone en la tesitura de que su fidelidad es para quien les paga ("y les dice la verdad") o para los clientes ("los cuales mienten") Si todo sale bien, ahorro para la empresa. Si todo sale mal, los culpables son los pringadillos y el "salvador" de la situación es el gerente.
Ejemplo real: mi empresa (gerente y acólito principal) llegaron a un acuerdo con otra entidad. Les venderían muchísimos equipos y todo se financiaría mediante un lising (o como se escriba). Los precios de los equipos estaban inflados, pero incluían una garantía extendida a un par de años más. Se manejaba una buena cantidad de dinero. Teniendo en cuenta que la duración media de un ordenador en una empresa (opinión personal), sobre todo para uso ofimático, se puede alargar más de 3 años (muchos más), el acuerdo resultaba muy ventajoso. Ellos no iban a cambiar de máquinas y cuando comenzaran los problemas, ya habría pasado el tiempo de garantía. Pues resulta que al par de años, o menos, empezaron a fallarles todas las unidades de CD-ROM y varias placas base. Como tenían su propio técnico y este había abierto los equipos para extraer las unidades, se utilizó como excusa para romper el acuerdo verbal y anular la garantía. Los encargados de todo ese tema éramos los pringadillos del servicio técnico y la compañera de logística, que no teníamos ni idea de los asuntos hablados en las altas esferas. Cuando le ibas a preguntar al acólito, te decía que él no se acordaba de nada, y cuando ibas al gerente, te decía lo mismo. Es más, te decía que tú debías elegir entre creer al cliente o no. Y claro, creer al cliente era llamarlo mentiroso a él. Mi empresa era la casa de la mentira y el despropósito. Como mi departamento tenía "cierta" independencia y teníamos que cumplir ciertos objetivos y beneficios, paramos el tema hasta que uno de nuestros superiores pusiera la cara y tomara una decisión. ¿Saben lo que ocurrió? Que tanto el gerente como el acólito se desentendieron completa y absolutamente del tema: "Arreglaos como podáis".
Sucesos como el comentado, ocurrieron a todos los niveles: con empresas, con clientes normales, con organismos públicos... Las típicas: "iremos por tu casa y te pondremos tal programa", "no te preocupes que si te compras el ordenador un técnico irá a enseñarte a utilizar la tarjeta digitalizadora", "si se te estropea, te atenderemos enseguida y no hace falta que haga cola"... Un desastre. Mi jefe por esa época ya tenía el ego muy crecido y él ya no trataba con el populacho, para eso estaban sus vasallos, que tampoco valían mucho.
Con el tiempo, cuando algunos de los parlamentarios desaparecieron de mi empresa, y aparecieron clientes reivindicando el cumplimiento de los acuerdos subscritos verbalmente, resulta que ya no quedaba nadie para saber si el cliente mentía o decía la verdad, y éramos los que dábamos la cara, los que teníamos que solucionar el marrón que nos habían dejado.
Como técnico, siendo escrupuloso, me tengo que ceñir a lo que se recoge en la base de datos. Si en la base de datos no hay información o notas que sostengan lo que dice el cliente, y los miembros de la empresa que negociaron se desentienden, no dan soluciones y no se hacen responsables de sus palabras, yo no puedo darle la razón al interesado.
Desde el punto de vista del cliente: si a mi me prometen una serie de cosas por comprar algo, las tienen que mantener con todas sus consecuencias. Si es algo que no es caduco o que no necesariamente tengo que utilizar en un tiempo determinado, cuando vaya a solicitarlo me lo tienen que ofrecer. Si la persona que me lo dijo no está, la empresa es responsable de las palabras de sus empleados (para eso están los gerentes) y no vale la excusa de que ya no trabaja aquí. Localízalo y pregúntale. Y si la empresa se lleva mal con ese ex-empleado que apechugue con lo comprometido.
Ahora que he abierto la caja de Pandora, ¿qué opinión tienen ustedes al respecto? ¿cómo se debería obrar?

11 febrero 2007

Historias de discos duros

Tras una corta pausa, vuelvo a la carga, para contarles nuevas historias de mi vida en aquella empresa. Este post va a ser un poco más informático de lo habitual. Puede que alguno de nuestros lectores haya pasado por alguna de las experiencias que voy a contar. Y seguro que para muchos técnicos será algo familiar. Hablaré un poco de mi jefe ;) (el siempre acaba siendo más protagonista de este blog que el propio Erkemao, aunque hoy no le daré mucha caña), hablaré de clientes y hablaré de nosotros, los técnicos.
Historia número 1: Los discos Fujitsu y las soluciones de mi jefe.
Hace mucho tiempo atrás, en muchas tierras no muy lejanas y bastantes cercanas, hubo una partida de discos duros muy demandada que se puso en gran cantidad de equipos. Cuenta la leyenda que muchos de esos ordenadores acabaron sucumbiendo a un mal desconocido. Muchos datos se perdieron en aquella sombría edad, muchos valientes y rodantes discos duros fenecieron en la lucha y entre las tinieblas surgió un héroe, un adalid de la verdad, el hechicero del "Disco Duro Largo para sistemas NT". Él trajo la verdad a las instalaciones y configuraciones, más el tiempo transcurrió y se descubrió que era un falso líder, que sólo de angustia , desazón y desconcierto llenó los corazones de los intrépidos pringadillos. El mal que aquejaba a los discos duros no se podía remediar, pero el Brujo impuso su sinrazón y tiranía a aquellos que le retaron.
Bueno está muy bonito, pero vamos a los hechos ;) Hace unos años mi empresa, que ensamblaba PC clónicos, montó discos duros de la marca Fujitsu, que al cabo del tiempo se estropeaban. Por lo visto, varias partidas de discos duros de 20 Gigabytes o mayores padecían ese problema. La mayoría petaba entre los 6 meses y el año, con lo cual, muchos clientes perdieron sus datos justo después de acabarse la garantía. No se imaginan la mala imagen que estaba dando la empresa. Por otro lado, los discos duros en garantía, eran muchas veces rechazados por nuestro proveedor, con lo cual teníamos a los clientes esperando mucho tiempo por la sustitución sin darles otra solución. Peor imagen todavía. Hasta un cliente que tenía un Cibercafé, llegó a quedarse apenas sin PCs en servicio. La que se montó... creo que hasta nos pusieron una denuncia. Mi jefe, todo experto en la materia (ironía) empezó a acusarnos a los técnicos del problema. Afirmaba que estábamos haciendo mal las cosas y que era culpa nuestra todo este problema. Decía que cuando él montaba equipos (muchos años atrás), en la BIOS del ordenador había que especificar el disco duro como Largo*. De esta forma nos obligó a seguir un protocolo de instalación, que no sólo nos daba más problemas sino que además no solucionó nada. Él, a pesar de todo, seguía culpándonos de todas las desgracias de la empresa. Tiempo después, el fabricante de dichos discos duros, reconoció que era un problema suyo, y me parece que dejó de fabricar esos componentes. Con eso ya mi jefe dejó de recriminarnos demasiado, pero desde luego que nunca se disculpó por llamarnos estúpidos e ineptos.
Historia número 2: El cliente señalado como manazas.
En cierta ocasión, una bestia rondaba nuestra cueva, sus zarpas grandes y afiladas rasgaban el aire creando terror y confusión... Se cazó al bárbaro, se le cortaron las uñas, se le puso un bozal y se le dejó libre nuevamente, más ¿fueron sus garras las que despedazaron el poblado?. Nunca más volvió a ser vista en aquellas latitudes.
Teníamos un cliente que un día nos trajo un ordenador para reparar. Se le reparó perfectamente, pero volvió con el estropeado. Al parecer el sistema operativo se corrompía. Se le reparó una segunda y una tercera vez. Pero regresó. Mi compañero harto y desconcertado, tenía la impresión de que el cliente cambiaba las configuraciones de la BIOS y provocaba un destrozo. Para asegurarse de que no lo tocaba, le selló el ordenador por todos lados. y puso una clave a la BIOS. Si metía las zarpas, lo sabríamos. El cliente se sintió muy humillado. Creo que no volvió y si lo hizo fue sólo una vez más. La próxima historia puede que nos dé pistas de lo que sucedió.
Historia número 3: El joven y la maldición.
Cierto mozuelo iba al herrero a afilar sus herramientas de labranza, pero siempre regresaba con ellas gastadas y melladas. El joven decía que él no las había usado y que así salían de la herrería. A la tercera vez vino el progenitor, amenazó al herrero y ya nunca más se volvieron a gastar y mellar las herramientas.
Teníamos un cliente que nos había traído el ordenador para instalarle un disco duro nuevo. Varias veces volvió porque el software se corrompía. Lo arreglábamos y al día siguiente, entraba de nuevo con el PC averiado. Nosotros le echábamos la culpa a él porque pensábamos que instalaba programas y estropeaba el sistema operativo. La última vez vino su padre. Nos echó una bronca. Se nos ocurrió cambiarle el disco duro, pero sin decirle nada. Mismo modelo y capacidad. Le copiamos todo el sistema de uno a otro... y a ver que pasaba. No hubo más problemas. El primer disco parecía que estaba bien, pero de alguna forma muy sutil estaba estropeado. Eso sucedió mucho tiempo después que la 2ª historia. Puede que aquel cliente que teníamos entre ceja y ceja, no fuera tan culpable como nosotros pensábamos. Puede que un simple y mínimo error de su disco fuera el culpable. Algo similar me ocurrió con la memoria de un cliente cuando empecé a trabajar.


*La BIOS del ordenador sirve para las configuraciones básicas de cualquier equipo: que cosas tiene, donde están, que capacidad tiene cada componente, si está activo o no... Esto es anterior a que veamos las ventanitas de los programas, de hecho la información que nos ofrece la BIOS suele salir en una tabla que pasa muy rápido al encender el ordenador. Para los discos duros hay tres modos que son: CHS, LBA y Large. Lo normal es ponerlo en modo LBA, o automáticamente se reconoce como LBA. Mi jefe atendiendo a su criterio, suponía que poniéndolo en Large se evitaba que se rompieran los HD (Hard Disk, Disco Duro)... En fin...

09 febrero 2007

Las 3 edades del ladrón: III El Destornillador

Por fin llegamos a la resolución del ciclo que ha llenado las entradas del blog en esta semana. Para mí es un punto clave en toda la historia que estoy contando. La comenté en un post hace algún tiempo. Al leerla se darán cuenta de lo absurdo de muchas cosas. De como la cara se convierte en cruz y lo positivo se convierte en negativo. El yo y su némesis. Si les parecen patéticas algunas declaraciones que hayan oído a lo largo de su vida, esta les servirá para añadirla a la lista. Puede que hasta le den algún galardón.
Como he venido haciendo estos días, intentaré hacer un micro resumen. Lo mejor para llegar a entenderlo, sería leer todo el blog, y por eso, ¡sí tendría que darles un premio! ¡Qué sé hay bastantes lectores que lo han hecho! ;) Si leen los últimos cuatro post, también podrán hacerse una ligera idea :)
Los antecedentes: estuve trabajando en una empresa de informática 8 años. Al principio todo parecía ideal, pero luego... horarios interminables, sueldos de risa, miles de noches sin dormir por ansiedad y nervios, broncas injustificadas, mi jefe escurría el bulto para dejar que los clientes se ensañaran con uno, contratos basura, malas prácticas de todo tipo, humillación a algunos empleados, mentiras, sobre todo muchas mentiras, hasta en lo más estúpido... y un empleado, este servidor que les habla, que en vez de cortar por lo sano mucho tiempo atrás se quedó aguantando y aguantando... consiguiendo que su jefe tuviera un idiota al que poder reventar y echar culpas. Después de anteponer el trabajo a mi vida privada durante los primeros casi 6 años, decidí empezar a ajustarme a los horarios, exigir mejor sueldo, etc... mi jefe pensó: "Rebelión" y eso se paga, con mi jefe... eso se paga. Así llegaron los rumores de vago y las acusaciones de ladrón y las humillaciones y afrentas de todo tipo. Cuando no se tiene respeto por una persona...
Notas aclaratorias: a mi jefe no le gustaba que le dijeran las cosas de sopetón, de forma que no tuviera preparada una salida para "salvarse". Sin embargo sí que le gustaba utilizar esa estrategia con los demás, es decir, aquí te pillo, aquí te mato, y no te doy tiempo para defenderte y además ya me he preparado todas las respuestas posibles. No te digo nada con antelación para que no puedas rebartirme y así siempre me quedo con la última palabra. Por otro lado, en esa época ya era evidente que se quería deshacer de mi departamento. Estaba consiguiendo o prevía conseguir mucho dinero y cada día estaba más chulo e insoportable.
Usábamos los mismo destornilladores eléctricos desde hacía 5 años. No funcionaban porque ya las baterías estaban agotadas o los motores estropeados. Estaban más que amortizados. De hecho, como no nos compraba herramientas, tenía que ir a los clientes con esos destornilladores y para girar los tornillos, lo utilizaba como si fuera manual. Los clientes me veían y se echaban las manos a la cabeza, cuando no se iban a reír a una esquina. Patético.
Ya por la época de este suceso no teníamos material en el coche para arreglar cosas sobre la marcha, aunque siempre quedaban cables viejos, estropeados y olvidados debajo de los asientos.
El viernes anterior: como pringadillo tenía que hacer muchas cosas, entre ellas, llevar el coche al mecánico o limpiarlo. Esta vez me tocó llevarlo a hacer los típicos cambios de aceite, filtros, etc... y alguna cosilla más. Ese día, por raro que parezca, pude salir no mucho más tarde de la hora normal (eso es unas 1 ó 2 horas extras que nunca cobraría) y pude por fin, ir a clase de alemán, después de demasiadas semanas sin asistir, por culpa del trabajo. La furgoneta la recogería mi jefe, supongo que para irse a su casa de la playa. Cuando la dejé en el taller estaba algo cochambrosa porque no tenía tiempo de limpiar, de forma que quedó algo más que suciedad dentro. Y esto último es realmente importante en todo este cuento de fantasía.
Día de los hechos: Después de un fin de semana patético, como todos los míos, debido a la depresión que tenía y lo desilusionado y harto que estaba de todo y del trabajo lo que más... voy a currar. Llego casi a la hora a pesar de las colas y la falta de sueño. La mayoría de mis compañeros ya se encontraban allí. Lo primero que me recibe es la cara de mala hostia de mi jefe. Me "invita" a acompañarlo a la "sala" de reuniones (un espacio acotado por estanterías) . ¡Uy! aquí pasa algo muy grave. El sujeto tenía cara de buscar pelea, sumamente agresiva y pendenciera. Yo no entendía nada, por lo tanto, a escuchar para conseguir más información. En las reuniones casi todo el mundo se ponía lo más lejos posible de mi jefe, no sé si por el olor o por no tenerlo cerca. Bueno, los acólitos siempre se le ponían al lado. Yo también lo hacía. A mí me daba igual, además si me tenía demasiado cerca, le costaría más girar la cabeza para hablarme. Los más lejanos estarían directamente en su campo de visión. Esto, entre otras cosas, servía para bostezar sin que te viera. Sus discursos eran largos, así que sólo citaré dos o tres frases de las que me acuerdo, y que son las importantes. Con muy mala hostia, pero muy mala hostia y un tono muy brusco, me dice: "El pasado día dejaste la furgoneta en el taller"... Erkemao: "Sí, claro, es lo que me dijiste" (uy, ¿qué habrá ocurrido?). Jefe:"Pues te dejaste algo más". Erkemao: "No sé, creo que no había nada dentro". Jefe:"¿Cómo que no?Te dejaste un destornillador eléctrico y un latiguillo (cable) de red". Entorné los ojos y la cabeza como diciendo: no te entiendo, ¿qué me quieres decir?. Mi jefe prosiguió: "No cuidas el material ni la herramienta de la empresa, así desaparecen las cosas". Yo cada vez estaba más aturdido, no estaba nervioso, y la tensión cada vez era menor... sólo pensaba: "esto es de locos". Mi jefe concluyó (con voz elevada y en plan serio, borde, amenazador, chulo, arrogante, zafio, intolerante, estúpido...): "Y para mí eso es lo mismo que robar... porque al que yo coja robando lo echo por la puerta para afuera" Mi mente dejo de funcionar por un instante. Creí oír el primer verso del Bohemian Rhapsody de los Queen: "Is this the real life? Is this just fantasy?". No podía procesar las palabras que me estaba diciendo, no era capaz de llegar a comprender nada... es decir, me estaba llamando ladrón otra vez. Delante de todos mis compañeros y en una acusación tan absurda como ridícula. Había perdido casi 6 años de mi vida entregado a esa empresa (ver post de ayer), viviendo un infierno, sin recibir nada a cambio, sino insultos y humillaciones, y mi jefe me acusaba de un delito bochornoso por dejarme un destornillador que no valía nada y un mísero cable de 30 céntimos en la furgoneta. Después de darlo todo... después de anteponer el trabajo a mi vida... Sí, el mundo se había vuelto completamente loco o todavía estaba dormido y todo era una puta pesadilla. Yo no dejaba de tener la mirada fija en él. Siguió farfullando, vomitando y regurgitando palabras atroces y frases indecentes durante un rato, pero yo no estaba allí, había pasado a otra dimensión. Cuando volví en mí, no tenía rencor, no tenía ansiedad, no tenía temor, sólo tenía ganas de reír. Era todo tan estúpido, tan grotesto, tan ridículo que daban ganas de carcajearse, de desternillarse (nunca mejor dicho) de risa. Vi por un momento las caras de mis compañeros y eran todo un poema. Me mantuve neutro. Por una vez en mi vida, creo que mi faz se volvió inexpresiva, pero por dentro no podía contener las ganas reír y reír. Cuando recuperé la sensación de realidad, mi jefe estaba terminando. Dijo en un plan chulo, con una sonrisa cínica dibujada en su rostro, prepotente, como el tipo duro de película del oeste: ¿Tienes alguna pregunta?"* Simplemente respondí en un tono coloquial, sin resentimiento: "No". Lo formal en estos casos habría sido preguntar: ¿dónde está la cámara oculta? o ¿te drogas?. Pero a mí sólo me salió ese NO. Estaba tranquilo, no me sentía amenazado, de hecho sus palabras dejaron de significar nada para mí. Le había perdido el respeto. Esa persona ya no era un pilar, un guía, un director... se había convertido en un alfeñique, una caricatura rocambolesca simulacro del enojo, un sucedáneo de ser, un ente amorfo insustancial, sin esencia, un borrón en una hoja de papel viejo y arrugado, la representación del sinsentido y el rostro fatuo y difuso de la absurdidad...

*Me viene a la cabeza otra letra de canción: "Soy duro" de la banda de heavy irónico y vacilón Gigatrón (Soy duro, difícil de pelar... no te me pongas chulo... o te voy a machacar. Cuando voy por la calle... la gente se aparta "¡fuera!", y es que soy duro de verdad...). Son las risas.

08 febrero 2007

Casi 6 años en el infierno: mis números

Esta será sin duda una de mis entradas más elocuentes, y no en el sentido parlanchín y abundante en palabras, sino en el sentido estadístico y de datos. Son unos cuantos números y conceptos, pero no van a ser aburridos. No será una sucesión de tablas monótonas y gráficas "cadeno-montañosas". Les voy a describir con dígitos y letras mis primeros casi 6 años de trabajo en aquella empresa. Serán los segundos en conocer estos datos; el primero tuvo el honor de ser mi jefe, hace ya bastante tiempo en una famosa reunión que de vez en cuando les cito (aunque en ese momento yo le daba las cifras de 7 años, así que éstas cambiaran un poco). En ese momento fue muy interesante ver su reacción. A parte de darme la razón como a los locos porque no le daba la gana creerse nada que no fueran sus mentiras, se dio cuenta de que había muchas cosas que lo dejaban muy mal como empresario y persona. Además de sus indirectas, le gustaba mucho inventarse numeritos para demostrar cosas, una habilidad que debería haber redundado en la creación de una nueva matemática y una nueva contabilidad... pero ¡ay ay!, parece que en Hacienda y en los Bancos siguen anquilosados con las tablas de multiplicar de toda la vida. Un genio incomprendido.
Bueno, vamos con los datos. Algunos de ellos como los sueldos, puede que no les sorprenda demasiado, pero teniendo en cuenta el trabajo desempeñado y las responsabilidades que me exigían, les puedo asegurar que no eran muy equitativos.

1.- Empecé a trabajar por unos 500 euros netos. Seis años después cobraba unos 780 netos (pero llevaba menos de un año con ese sueldo), pocos meses antes todavía cobraba unos 715. Compañeros míos de estudios cobraban unos 720 cuando empezaron a trabajar, y sin tener ningún tipo de responsabilidad ni tener que hacer horas extras. Los que las hacían, eran remunerados por ello. Busqué información, y más del 50% de esa subida se debía al incremento del IPC, es decir, unos 150 ó más de esos euros, eran obligación de la empresa para compensar el coste de la vida. Sólo 130 ó menos se debían a un aumento de salario por propia voluntad de la empresa. Esto supone unos 21,5 al mes y por año, pero partiendo desde 500, no lo olviden. No es lo mismo que si empiezas desde 1.000, por lo tanto da una sensación de subida del salario más importante de lo que es. Yo no era de los peores en aumentos, pero había otros compañeros que sus sueldos habían crecido como la espuma...
2.- Estuve sin contrato los primeros 4 meses, y después durante otro mes y medio, a pesar de haber realizado en esa empresa las prácticas. Además se me cambiaba de empresa en cada nuevo contrato para evitar que acumulara antigüedad.
3.- No tuve vacaciones el primer año. Los siguientes, cuando las tuve, las tenía abortar muchas veces para arreglar temas de trabajo.
4.- Tenía una antigüedad de unos dos años y medio a pesar de llevar más de 5 y medio trabajando la empresa.
5.- Ahora les daré unos resultados que les van a parecer falsos y polémicos. Se trata de las horas extras. Voy a ser moderado en mis cálculos y aún así las cifras les parecerán imposibles. Todo son aproximaciones para no entrar en detalles tediosos.
Cada año puede constar de unos 225 días laborables (a 365 días reales les quitamos unos 100 en fines de semana (aunque yo trabajé muchos años los sábados), otros 30 de vacaciones (en los que no descuento sábados y domingos) y unos 10 por días festivos (no quito días por enfermedad o papeleos, porque raramente iba al médico o a otra cosa que no fuera trabajar).
Cada día, y creo haberlo reflexionado bien, podía trabajar como mínimo unas 3 horas y media de más (y no incluyo los fines de semana que también trabajaba, y en casa pasaba muchas horas delante del ordenador para resolver temas del curro). Me quedo corto, pero sigamos. Nótese que buena parte de esas horas eran bajo presión y estrés.
El tiempo que estimo en total para el cálculo, serán unos cinco años y ocho meses, así que multiplico por 5,65.
El resultado aproximado que nos da es el siguiente:

225(días) * 5,65 (años) * 3,5 (horas c/día) = 4. 450 horas extra realizadas.

Usando datos aproximados: un trabajador de mi convenio realiza en un año, unas 1800 horas.
Si traducimos a años laborables las horas extra: 4450 / 1800 = 2,5 años(redondeando)

Es decir, en unos casi 6 años de trabajo, había trabajado el equivalente a 8 años y medio. Esto, siendo moderado. Mi empresa tenía la particularidad de que el horario era de 35 horas semanales, claro que los sueldos también eran para 35 horas, perdón, rectifico: los sueldos para los pringadillos podrían ser equivalentes a esas 35 horas. No voy a revisar los cálculos para las peculiaridades de mi empresa, porque prefiero no saber los valores que pueden salir.
Con toda esta información, háganse una idea de cuanto podría haber obtenido en ingresos la empresa si lo hubiera cobrado, y quédense con ese dato, porque será muy importante para dentro de unos cuantos post, cuando relate las cifras que echaron abajo a mi departamento. Por supuesto, mi empresa regalaba mucho trabajo a los clientes, pero el que no obsequiaba, lo cobraba y se quedaba con lo pagado, lo cual no veíamos los empleados, al menos los pringadillos y algunos otros. Debía haber visto antes la película "Trabajo basura (Office Space)".
No cobré ni una de esas 4.450 horas, así que háganse una idea de lo que dejé de ganar...
Ricemos el rizo: teniendo en cuenta lo que cobraban otros profesionales en otras empresas decentes haciendo el mismo trabajo que yo... imagínense lo dejado de percibir en salarios corrientes...
6.- Los días libres prometidos (ver post de hace dos días "Las edades del ladrón: II El Cliente") en ese tiempo que no llegué a disfrutar podían estar entre 10 y 20.
7.- 2 finiquitos perdidos, de los cuales, al final conseguí cambiar uno por mercancía.
8.- Trabajos extra de redes no pagados, los cuales en parte conseguí cambiar por un ordenador.
9.- Nunca me pagaron dietas.
10.- El pago del uso del coche propio era simbólico y para nada compensaba el gasto y el riesgo de usarlo.
11.- Facturas de parking, material sencillo como regletas enchufes, brocas, etc... que tuve que poner de mi bolsillo y que no recuperé.
12.- Pérdidas de horas de sueño: incuantificable
13.- Se me cayó buena parte del pelo.
14.- Fines de semana destrozado en casa (cansancio, estrés, enfermedad, ansiedad, depresión...) : incuantificable
15.- Costes en la salud física y psíquica: incuantificable
16.- Costes personales (amigos, familia, amores...): incuantificable
17.- Otros costes: prefiero ni saberlo.

Con toda esta información y con la lectura de los post sobre el trato del gerente hacia mi persona (por no citar a muchos compañeros), podrán entender que cuando le puse el nombre al blog, no lo hacía por casualidad. Cuando decidí contar mi experiencia laboral, tampoco lo hacía por casualidad. En otras circunstancias, nunca lo hubiera escrito, porque puede haber muchos roces en una empresa, pero cuando un empleado decide ir al ámbito público, seguro que es por algo verdaderamente traumático. Las acusaciones o pseudoacusaciones de vago y ladrón, que en cualquier caso son bastante denigrantes, en mi caso en particular, eran especialmente dolorosas, malintencionadas y crueles. Lo peor que me ha sucedido al narrar cada día mis experiencias "laborochungas" y tener contacto con ustedes, es darme cuenta de que no soy una excepción peculiar, sino que muchos han sufrido o sufren experiencias parecidas. ¡Ánimo para todos los currantes de buena fe!

No se pierdan el post de mañana. Si todo esto les parece desmesurado e increíble... la próxima entrada les sorprenderá ;)

07 febrero 2007

Cuando casi mato a tres personas

Permítanme hacer un punto y aparte en las anécdotas que he estado narrando estos dos últimos días. Tanto hoy como mañana realizaré dos descripciones que serán importantes para entender toda la trascendencia de la última entrega de "Las edades del ladrón" (de fondo sonido del gatito de la Metro-Goldwyn-Mayer... Grrrrr Grrrrr). Luego sí que tendré que escribir un post sobre mi vida personal y familiar debida a esta experiencia que me toco en suerte o en desgracia, vivir.
Durante buena parte de los ya casi 6 años que llevaba en aquella empresa, fui técnico de calle, es decir, estaba de una u otra forma todo el día yendo a clientes y a proveedores, por lo cual pasaba menos tiempo en la oficina. Es difícil resumir todos esos años en un blog, y menos en unas líneas, pero tengo que tratar de hacerlo para que se haga una idea, estimado lector, del estado en el cual me encontraba, tanto físico como anímico, 5 ó 6 años después de empezar a trabajar.
Cuando estaba dentro tenía mucha tensión por las broncas, los clientes, las malas prácticas de mi jefe y secuaces... Cuando estaba fuera, casi siempre era a un gran nivel de estrés: no hacía sino correr de un lado para otro con la furgoneta o mi coche. Los clientes pedían , exigían y echaban broncas (mantenimientos, clientes normales (ver "Otra bronca de un cliente: cortesía de mi jefe2 de 2 de febrero), de mi jefe, ). Mi jefe y acólitos me rompían el ritmo, me ponían la zancadilla en el trabajo, dejando todas las responsabilidades para mí y todas los méritos para ellos y tenía que terminar los trabajos fuera de horas. Pasaron los años y llegaba a trabajar hasta 16 horas al día y nunca menos de 10 ó 12. No fue inusual llegar a casa a las 12 ó la 1 de la madrugada. Prácticamente no dormía durante semanas y cuando lo conseguía era sólo para tener pesadillas. Apenas comía, porque ni tenía ganas ni tiempo. Mi vida personal estaba hecha un desastre. No salía y si lo hacía era para emborracharme. Me atormentaba coger un teléfono, porque casi siempre era para recibir un exabrupto. Cuando al otro técnico de calle lo pusieron a hacer trabajo de logística, todo el día estaba tirando de mí por el tema del transporte y venga más prisas, más presión, más locura... Mi jefe y otros barajaban rumores sobre mi falta de profesionalidad, insinuando que era un vago y un ladrón. Aunque no lo sabía, tenía depresión. En definitiva: un cóctel molotov. Con este panorama, se pueden hacer una idea de lo cansado, despistado y amargado que estaba. Y tenía que conducir y llegar a mil sitios a tiempo y hacer mil cosas en mil lugares diferentes al mismo tiempo... y encima temas informáticos donde muchas veces 1 +1 no es igual a 2. En una semana casi le quito la vida a 3 personas en pasos de peatones y semáforos. Todavía me despierto agitado cuando lo recuerdo. Digamos que la fortuna hizo que no tuviera que cargar ningún accidente en mi conciencia, pero en varias ocasiones estuvo a punto de ocurrir, y en concreto, en una semana, a punto de ser fatal 3 veces. Una semana muy horrible. No dejaba de pensar en aquellas personas. Las veía en sueños. Tenía la secuencia de los hechos dando vueltas en mi cabeza todo el tiempo.¡Qué nervios!¡Qué estrés!¡Qué arrepentimiento! Yo estaba jugando con la vida de los demás, y con la mía propia, por una empresa que encima me trataba mal. ¿De quién hubiera sido la responsabilidad si hubiera ocurrido algo? ¿De la empresa? ¿Cómo se puede devolver una vida arrebatada?
Esta experiencia, me hizo reflexionar, y a partir del siguiente lunes, ya no hubo más prisas. Ahora si podría decir mi jefe que era un vago. Nada de carreras. Si llegaba tarde a un cliente o a un sitio y cerraba, me daba igual. Eso lo apliqué a mi escasa vida personal. Si llegaba tarde al trabajo, ¡qué me despidieran! ¿qué le hubiera dicho mi jefe a un juez? "¡Señor juez, señor juez, lo despido porque llegó 20 minutos tarde, pero me encanta que todos los días durante 6 años me haya trabajado gratis 3, 4, 5, 6, 7, 8 ó 9 horas más al día y haya cargado con mi ineptitud!" Ridículo.